Teatro
A partir del comienzo del siglo
XX la actividad teatral en Buenos Aires fue intensa. Diferentes compañías
estrenaron numerosas obras inaugurándose de este modo la época de oro.
Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrere y Roberto J. Payró, dieron a la
actividad una creatividad poco común. Hoy en día el teatro cumple un rol muy
importante en la cultura argentina y en sus artistas.

En 1783 se creó en Buenos Aires la
primer Casa de Comedias; el gestor de esta empresa fue el Virrey de
las Luces, como se le llamaba al Virrey Vertiz. El teatro de La Ranchería
desapareció por un incendio en 1792; allí se estrenó, tres años antes, Siripo
de Manuel José de Lavarden, considerada la primera obra de un autor local.
Cuatro años después del incendio de La Ranchería , se inauguró una nueva sala teatral, el
Coliseo Provisional; y se la consideró como la sala de la revolución,
quizá por lo cercana que ya se hallaba la revolución de mayo de 1810. En este
teatro se estrenó El detalle de la acción de Maipú, cuyo autor se
desconoce; una obra en la que se glosan con habilidad costumbres populares.
Más tarde estuvo en cartel El hipócrita político, sólo se conoce del autor lo que podrían ser sus iniciales: P.V.A. ; se trató de una comedia urbana, en la que se reflejaba el hogar porteño de la época. También en aquel teatro, se estrenó Túpac Amaru (o La revolución de Túpac Amaru), una tragedia escrita en verso, la historia registra la revolución indígena que se produjo en 1780 en Tungasuka, Perú.
Más tarde estuvo en cartel El hipócrita político, sólo se conoce del autor lo que podrían ser sus iniciales: P.V.A. ; se trató de una comedia urbana, en la que se reflejaba el hogar porteño de la época. También en aquel teatro, se estrenó Túpac Amaru (o La revolución de Túpac Amaru), una tragedia escrita en verso, la historia registra la revolución indígena que se produjo en 1780 en Tungasuka, Perú.
Tiempo
después, cuando Juan Manuel de Rosas se hallaba a la cabeza de un gobierno
absolutista, apareció la petite pieza El gigante amapolas de Juan
Bautista Alberdi; en esta ocasión Alberdi utiliza por primera vez elementos del
absurdo y del grotesco en la dramática argentina.
Mientras esto ocurría, diversas compañías europeas visitaban el Río dela Plata en forma continuada.
Por otra parte, el circo se desarrollaba bajo la influencia de los ejemplos
europeos y latinoamericanos en este género, sobre todo de aquellos que en sus
giras incluían a la
Argentina.
Mientras esto ocurría, diversas compañías europeas visitaban el Río de
En 1884
apareció el drama gauchesco Juan Moreira en forma de pantomima en el
circo. Este folletín, de Eduardo Gutierrez, que apareció en un diario de Buenos
Aires, fue la base de la primera pieza de teatro gauchesco, que más tarde se completó
dramáticamente con textos extraídos de la novela (1886).
Este ciclo se cerró en 1896, al estrenarse Calandria de Martiniano Leguizamón.
Por ese entonces Buenos Aires recibía gran
cantidad de inmigrantes que llegaban a estas tierras en busca de una vida
mejor. Con ellos, y de parte de los españoles, vino el sainete, estilo teatral
que dio origen al sainete criollo. Surgió en ese momento, un grupo de autores
que se inscribieron en este estilo y que contaban la vida de los porteños en
los conventillos, en las calles y en los cafés. Entre ellos podemos citar a Roberto
L. Cayol, Carlos M. Pacheco, José González Castillo, Alberto Novión y Alberto
Vacarezza.
A partir del comienzo del siglo XX la actividad teatral en Buenos Aires fue intensa. Diferentes compañías estrenaron numerosas obras inaugurándose de este modo la época de oro. Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrere y Roberto J. Payró, dieron a la actividad una creatividad poco común.
Todos los estilos aparecen uno a uno, el sainete criollo, la gauchesca, la comedia de costumbre y alcanzaron su más alto lugar con Armando Discépolo. Fueron treinta años de numerosos autores y actores.
Este ciclo se cerró en 1896, al estrenarse Calandria de Martiniano Leguizamón.

A partir del comienzo del siglo XX la actividad teatral en Buenos Aires fue intensa. Diferentes compañías estrenaron numerosas obras inaugurándose de este modo la época de oro. Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrere y Roberto J. Payró, dieron a la actividad una creatividad poco común.
Todos los estilos aparecen uno a uno, el sainete criollo, la gauchesca, la comedia de costumbre y alcanzaron su más alto lugar con Armando Discépolo. Fueron treinta años de numerosos autores y actores.
En 1930, al fundarse el Teatro del Pueblo, surgió el Teatro
Independiente, movimiento de arte que trata de luchar contra el teatro
comercial. Este movimiento se extendió por todo el país, se formaron muchísimos
grupos que intentaron difundir el buen teatro.
Como parte de este proceso surgieron cantidad de autores nuevos que dieron un estilo inédito a la expresión dramática. Citaremos a algunos de ellos como ejemplo: Aurelio Ferreti, Carlos Gorostiza, Osvaldo Dragún, Andrés Lizarraga y Agustín Cuzzani.
Como consecuencia de este movimiento, aparecen, en la década del treinta, tres líneas separadas entre sí.
La primera, conocida como realismo social, se ve reflejada en Soledad para cuatro de Ricardo Halac, Nuestro fin de semana y Los días de Julián Bisbal de Roberto Cossa.
La segunda línea, bajo la influencia de las obras de Ionesco y Beckett, presenta exponentes como Eduardo Pavlosky y Griselda Gambaro, que juntos realizaron El desatino, y separados: ella Los siameses y él Espera trágica y El señor Galindez.
Como parte de este proceso surgieron cantidad de autores nuevos que dieron un estilo inédito a la expresión dramática. Citaremos a algunos de ellos como ejemplo: Aurelio Ferreti, Carlos Gorostiza, Osvaldo Dragún, Andrés Lizarraga y Agustín Cuzzani.
Como consecuencia de este movimiento, aparecen, en la década del treinta, tres líneas separadas entre sí.
La primera, conocida como realismo social, se ve reflejada en Soledad para cuatro de Ricardo Halac, Nuestro fin de semana y Los días de Julián Bisbal de Roberto Cossa.
La segunda línea, bajo la influencia de las obras de Ionesco y Beckett, presenta exponentes como Eduardo Pavlosky y Griselda Gambaro, que juntos realizaron El desatino, y separados: ella Los siameses y él Espera trágica y El señor Galindez.
La
tercera y última de estas divisiones viene del grotesco, sus
personajes son tragicómicos.
La fiaca de Ricardo Talesnik (1967) y La valija de Julio Mauricio (1968) son dos ejemplos caracterísicos de este estilo.
En 1980, cuando el gobierno militar empezó a debilitar las presiones, autores como Carlos Gorostiza, Osvaldo Dragún, Roberto Cossa y Carlos Soamigliana, que a su vez contaron con el apoyo de otros autores y demás gente del teatro, crearon las funciones de Teatro Abierto.
La fiaca de Ricardo Talesnik (1967) y La valija de Julio Mauricio (1968) son dos ejemplos caracterísicos de este estilo.
En 1980, cuando el gobierno militar empezó a debilitar las presiones, autores como Carlos Gorostiza, Osvaldo Dragún, Roberto Cossa y Carlos Soamigliana, que a su vez contaron con el apoyo de otros autores y demás gente del teatro, crearon las funciones de Teatro Abierto.
El
Teatro Abierto inició su actividad el 28 de Julio de 1981. Esta
iniciativa tuvo continuidad y en el '82 se sumaron nuevos autores, directores y
actores.
En la actualidad el teatro es una actividad que se desarrolla normalmente. Durante los fines de semana hay, en Buenos Aires, alrededor de ochenta espectáculos que se presentan en diferentes salas.
Es también notable la actividad teatral que se desarrolló en el interior del país, en ciudades como Córdoba, Tucumán, Santa Fe, Rosario,La Plata , Mendoza, Mar del
Plata, etc. Por otra parte, surgieron en el último tiempo nuevos autores: Carlos
Pais, Mauricio Kartun, Daniel Veronese, Enrique Morales, Eduardo Rouner y Roberto
Perinelli, son sólo algunos de ellos.
En la actualidad el teatro es una actividad que se desarrolla normalmente. Durante los fines de semana hay, en Buenos Aires, alrededor de ochenta espectáculos que se presentan en diferentes salas.
Es también notable la actividad teatral que se desarrolló en el interior del país, en ciudades como Córdoba, Tucumán, Santa Fe, Rosario,

La historia del teatro y
Los teatros en
En Buenos Aires, el más importante y con casi cien años de historia es el Teatro Colón. Ubicado en el centro porteño, tiene una arquitectura propia de principios de siglo XX aunque se puede distinguir estilos del renacimiento italiano. En el edificio funciona el Instituto Superior de Arte, donde se dictan las carreras de Danza clásica, Canto lírico, Régie, Dirección musical de ópera y Caracterización teatral.
El Gran Teatro de Córdoba es uno de los más antiguos del país. Fue inaugurado el 13 de abril de 1873 y es una de las obras más importantes del arquitecto Amadeo Rodríguez. El teatro funcionó hasta 1970 que estuvo a punto de ser demolido, pero en 1982 la municipalidad de la ciudad se hizo cargo de edificio y lo declaró inmueble de interés histórico-artístico. Después de cuatro años de remodelación, el teatro reabrió sus puertas al público.
En Rosario, el Teatro Broadway es el más grande de la ciudad y donde actuaron los principales personajes de la historia del teatro argentino. Fue inaugurado en 1926 con un recital de Carlos Gardel y años más tarde, Libertad Lamarque deslumbró a más de mil rosarinos. Durante muchos años se utilizó como cine y debió cerrar sus puertas en 1999. Con una gran reapertura, tres años más tarde, un unipersonal de China Zorrilla marcó el inicio de una nueva etapa para el Broadway.
Todos los veranos, Mar del Plata es el centro teatral más destacado del país. Cada teatro alberga a los principales actores argentinos que se mudan durante tres meses a la ciudad. Casi todas las noches hay un espectáculo diferente para ver y con entradas agotadas. Con un público exigente y variado, tanto como para directores y actores triunfar en la feliz es sinónimo de calidad y admiración.
La literatura argentina acompañó el crecimiento del teatro nacional a nivel mundial, donde actores, directores y autores brillan por los escenarios de toda Europa. Hoy en día Eduardo Pavlovsky, Javier Daulte y Rubén Szuchmacher son abanderados orgullosos del teatro argentino en todo el mundo.
El Teatro Colón
El 27 de abril de 1857, se inauguró el primer Teatro Colón, con una puesta de La traviata. Estaba ubicado frente a
En la construcción del primitivo Colón se utilizaron, por primera vez en el país, tirantes y armazones de hierro. La multitud de candelabros y la araña central de 450 luces eran alimentadas a gas. El escenario, el más amplio que se construyera hasta esa fecha, estaba dotado de todos los elementos necesarios para las grandes puestas escenográficas.
En sus tres décadas de existencia, el antiguo Teatro Colón, que debió cerrar sus puertas en 1888 para transformarse en la sede del Banco de
Cuando el antiguo Teatro Colón realizaba sus rutilantes temporadas líricas, el Teatro de
Hacia fines del siglo pasado, las óperas italianas y francesas que se representaban en ambos teatros neoyorquinos solían ser cantadas en alemán con artistas de ese origen. Todo ello establecía un fuerte distingo entre las actividades operísticas porteñas, que se realizaban paralelamente en varias salas, y las de Nueva York, distingo que se acentuaba por la diversidad del repertorio abordado por nuestros teatros líricos y por la envidiable calidad de sus intérpretes.
Teatro Nacional Cervantes
La inauguración del Cervantes el 5 de setiembre de 1921, tuvo una doble significación. Por un lado, para el país, constituyó un verdadero acontecimiento cultural y social que convocó a artistas, intelectuales, políticos y, por cierto, a lo más granado de la sociedad de principios de siglo. El suceso mereció un despliegue excepcional por parte de la prensa porteña. Por otro, fue la cristalización del sueño más anhelado de la actriz española María Guerrero y su esposo Fernando Díaz de Mendoza, matrimonio que no sólo empeñó su voluntad y toda su energía, sino su fortuna personal para concretar el proyecto de construir en Buenos Aires el estupendo coliseo.
Tenía 30 años y un nombre que se asociaba con la renovación del arte dramático y escénico de España, donde el público la amaba. Sin ella, el teatro español contemporáneo, acostumbrado hasta aquel momento a los telones pintados y a un vestuario adquirido en las proximidades del Rastro, no hubiera alcanzado el apogeo que consiguió.
Para el público burgués de entonces fue una revelación ver reconstruido el drama histórico en su verdadero ambiente y presenciar la comedia de salón en su apropiado marco de elegancia. No fue menor el reconocimiento del público argentino. La compañía Guerrero- Diaz de Mendoza o del Teatro de
María Guerrero era una aristócrata a la española. Así la consideraban sus seguidores y también los intelectuales de la época por su amor al prójimo y por su sentido democrático de la vida. Es verdad que ella y su marido vivían y viajaban siempre como grandes señores que satisfacían sus deseos y caprichos; sin embargo, una generosidad sin límites impulsó siempre las acciones del matrimonio.
En 1918, los diarios anunciaron la construcción del teatro de los esposos Guerrero-Díaz de Mendoza en el terreno de la esquina de Libertad y Córdoba. Ambos actores se lanzaron a la empresa con pocos recursos, pero comprometiendo hasta al mismo rey de España para que todo el país trabajara sin condiciones. Tanto se entusiasmó Alfonso XIII con este proyecto que se constituiría en alta tribuna del arte y del idioma castellano, que adhirió a su realización y ordenó que todos los buques de carga españoles de su gobierno que llegasen a Buenos Aires debían transportar los elementos artísticos indispensables para el Cervantes.
Diez ciudades españolas trabajaron para el suntuoso teatro: de Valencia, azulejos y damascos; de Tarragona, las locetas rojas para el piso; de Ronda, las puertas de los palcos copiadas de una vieja sacristía; de Sevilla, las butacas del patio, bargueños, espejos, bancos, rejas, herrajes, azulejos; de Lucena, candiles, lámparas, faroles; de Barcelona, la pintura al fresco para el techo del teatro, de Madrid, los cortinados, tapices y el telón de boca, una verdadera obra de tapicería que representaba el escudo de armas de la ciudad de Buenos Aires bordado en seda y oro.
El diseño y la ejecución de las obras estuvo a cargo de los arquitectos Aranda y Repetto quienes, junto con
Por decreto, en julio de 1924, el entonces presidente de
Teatro Pre–hispánico
A
diferencia de otras regiones americanas, no hay registros de tales prácticas en
nuestro territorio, salvo el ritual anual desarrollado en Sumamao, Provincia de
Santiago del Estero, hoy ya desaparecido.
La
actividad llegó a estas tierras de la mano de los conquistadores y misioneros
españoles. Lope y Calderón fueron los autores más representados, por gozar de
prestigio en la metrópoli, mientras al mismo tiempo florecía el teatro de
catequesis, impulsado por los religiosos.
Al comenzar el siglo XVIII ya se había perfilado un público para el teatro de entretenimiento. En 1783, el virrey Juan José Vértiz autorizó el funcionamiento de la primera casa de comedias, conocida como Teatro dela
Ranchería que funcionó en un galpón de techo de
paja, habilitado hasta que se construyera un recinto definitivo, proyecto que
nunca llegó a concretarse. Allí debutó en 1788 la actriz María Mercedes
González y Benavídez, viuda y madre de tres hijos, quien debió recurrir a la
justicia para poder ganarse el pan sobre las tablas, en función de la férrea
oposición paterna. Allí también se estrenó un domingo de carnaval de 1789 la
loa La Inclusa y el drama
principal en cinco actos Siripo
del poeta y periodista Manuel José de Lavardén, cuyo texto hoy perdido es
considerado el comienzo del teatro culto nativo. De la misma época data una
pieza considerada fundacional de la vertiente más popular de la escena nativa: El Amor de la Estanciera , sainete de autor anónimo
y de ambientación campesina. En 1792 un incendio determinó el cierre del
recinto.
Al comenzar el siglo XVIII ya se había perfilado un público para el teatro de entretenimiento. En 1783, el virrey Juan José Vértiz autorizó el funcionamiento de la primera casa de comedias, conocida como Teatro de
El 1º de
mayo de 1804, se inauguró una nueva sala: el Coliseo Provisional.
Trasla Revolución
de Mayo, el repertorio español fue dejado de lado –a excepción de Leandro
Fernández de Moratín y El Sí de las Niñas–
y se impuso el gusto francés, donde brillaba Molière.
En el segundo aniversario dela
Revolución , se estrenó allí El 25 de Mayo o El Himno
de la Libertad
de Luis Ambrosio Morante. También subió a escena el sainete El Detalle de la Acción de Maipú, de autor
desconocido, que dramatizaba el parte de San Martín a Pueyrredón anunciándole
la victoria. Pero el énfasis rebelde de la época lo marca el estreno de Túpac Amaru, tragedia en verso atribuida
a Morante, convertido también en actor, apuntador y director, que daba cuenta
de la revolución indígena de 1870 en el Alto Perú.
Tras
En el segundo aniversario de
La Época de Rosas
Durante su
gobierno se levantaron el Teatro de la Victoria , el del Buen Orden y el de La Federación ; sin
embargo, ello no implicó el fortalecimiento de una dramaturgia propia, ya que
se llevaban a escena variedades, espectáculos circenses y melodramas. Proliferó
el teatro propagandístico y la mejor expresión de estos años fue el Don Tadeo de Claudio Mamerto Cuenca. Los
autores que optaron por el exilio (José Mármol, Bartolomé Mitre, Pedro Echagüe)
poco aportaron a la escena nacional. La excepción fue Juan Bautista Alberdi,
quien prefiguró el grotesco en la dramaturgia argentina con El Gigante Amapolas y sentó además las
bases para la crítica teatral desde las páginas de la revista La Moda.
En los años
posteriores a Caseros, las compañías europeas frecuentaron el país con un
repertorio prolijo y cuidado que abarcaba diversas especies dramáticas y de la
lírica, aunque con poco espacio para los autores nacionales. Martín Coronado (La Piedra del Escándalo; Parientes Pobres) sólo era representado
por elencos españoles y Nicolás Granada (¡Al
Campo!; Atahualpa)
hubo de traducir sus obras al italiano para montarlas en escena. Faltaba pues,
la compañía nativa para la dramaturgia nacional. Y llegó de la mano del circo
criollo.
Éste, también introducido por compañías europeas, gozaba de gran aceptación popular. El primer artista nacional del género fue Sebastián Suárez, quien levantó su carpa con bolsas de arpillera, iluminándola con tela embebida en grasa combustible de viejos envases. Se trató del Circo Flor América, donde actuaba vestido de forma estrafalaria y con el rostro pintado. Sin embargo, la gran figura fundadora de la arena autóctona fue José “Pepe” Podestá, creador del payaso Pepino el 88, quien desarrolló y dirigió la puesta de la pantomima basada en la novela Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez. Estrenada con parlamentos en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, en 1866, dio nacimiento al verdadero circo criollo que comenzó a recorrer los caminos del país. Con los años, Pepe se quedó con el repertorio gauchesco (que incluía lenguaje y ambientación rural combinados con danzas folklóricas), variedad que se cerró en 1896 con Calandria de Martiniano Leguizamón.
La inmigración, por su parte, había traído consigo el auge del sainete español, origen del sainete criollo, testigo de los conflictos urbanos que planteaba la nueva realidad circundante: conventillos, calles, cafés, se convirtieron en centro de la escena. Autores como Nemesio Trejo (Los Políticos), Carlos M. Pacheco (Los Disfrazados) o Enrique García Velloso (Gabino el Mayoral) dieron los primeros pasos en el denominado “género chico”, que pasando por Alberto Vacarezza (Los Escrushantes, El Conventillo dela Paloma )
concluirá bien entrado el siglo XX en el grotesco de Armando Discépolo (Mustafá, Muñeca, Stéfano).
Éste, también introducido por compañías europeas, gozaba de gran aceptación popular. El primer artista nacional del género fue Sebastián Suárez, quien levantó su carpa con bolsas de arpillera, iluminándola con tela embebida en grasa combustible de viejos envases. Se trató del Circo Flor América, donde actuaba vestido de forma estrafalaria y con el rostro pintado. Sin embargo, la gran figura fundadora de la arena autóctona fue José “Pepe” Podestá, creador del payaso Pepino el 88, quien desarrolló y dirigió la puesta de la pantomima basada en la novela Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez. Estrenada con parlamentos en Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires, en 1866, dio nacimiento al verdadero circo criollo que comenzó a recorrer los caminos del país. Con los años, Pepe se quedó con el repertorio gauchesco (que incluía lenguaje y ambientación rural combinados con danzas folklóricas), variedad que se cerró en 1896 con Calandria de Martiniano Leguizamón.
La inmigración, por su parte, había traído consigo el auge del sainete español, origen del sainete criollo, testigo de los conflictos urbanos que planteaba la nueva realidad circundante: conventillos, calles, cafés, se convirtieron en centro de la escena. Autores como Nemesio Trejo (Los Políticos), Carlos M. Pacheco (Los Disfrazados) o Enrique García Velloso (Gabino el Mayoral) dieron los primeros pasos en el denominado “género chico”, que pasando por Alberto Vacarezza (Los Escrushantes, El Conventillo de
El Nuevo Siglo
Los
comienzos del siglo XX inauguran la época de oro, donde brillaron los nombres
de Roberto J. Payró (Sobre las Ruinas;
Marco Severi), Florencio
Sánchez (Nuestros Hijos; En Familia) y Gregorio de Laferrere (¡Jettatore!; Las de Barranco), quienes dieron gran impulso a la actividad
escénica, basados en una estética costumbrista de alto impacto en el público.
El gran hito se produjo en 1930, cuando Leónidas Barletta fundó el Teatro del Pueblo, piedra fundamental del movimiento independiente, ubicado en las antípodas de lo comercial. La iniciativa tuvo su período más fructífero entre 1937 y 1943, con un repertorio universal que no descuidaba la producción de autores nacionales como Roberto Arlt (Saverio el Cruel; 300 Millones;La
Isla Desierta ), Raúl González Tuñón (El Descosido; La
Cueva Caliente ), Álvaro Yunque (La Muerte es Hermosa y Blanca; Los Cínicos) y Nicolás Olivari (Un Auxilio en la 34).
La década del 40 se caracterizó por la afirmación del teatro independiente y la proliferación del vocacional. Además de Barletta, cabe citar elencos comoLa Máscara
y el Grupo Juan B. Justo.
Nuevos dramaturgos como Andrés Lizarraga (Tres
Jueces para un Largo Silencio; Alto
Perú), Agustín Cuzzani (Una
Libra de Carne; El Centrofoward
Murió al Amanecer) o Aurelio Ferreti (La
Multitud ; Fidela)
estrenaron sus primeras obras. Se afianzó también el teatro de títeres, con la
producción de Javier Villafañe (Títeres de La Andariega ) y
Mané Bernardo (Títeres: Magia del Teatro),
que luego continuarán Ariel Bufano (Carrusel
Titiritero) o Sarah Bianchi (Títeres
para Niños).
El gran hito se produjo en 1930, cuando Leónidas Barletta fundó el Teatro del Pueblo, piedra fundamental del movimiento independiente, ubicado en las antípodas de lo comercial. La iniciativa tuvo su período más fructífero entre 1937 y 1943, con un repertorio universal que no descuidaba la producción de autores nacionales como Roberto Arlt (Saverio el Cruel; 300 Millones;
La década del 40 se caracterizó por la afirmación del teatro independiente y la proliferación del vocacional. Además de Barletta, cabe citar elencos como
Una segunda
etapa del teatro independiente se desarrolló en los umbrales de los años 50. A la entrega de la
primera época, se agregó el afán de capacitación, estudio y formación por parte
de actores, directores y dramaturgos. Los nuevos elencos: Teatro Popular Fray Mocho, dirigido por
Oscar Ferrigno; Nuevo Teatro,
conducido por Alejandra Boero y Pedro Asquini; Los Independientes, fundado por Onofre Lovero; a los que se
sumó la producción del Instituto de Arte
Moderno (IAM), de la Organización Latinoamericana de Teatro (OLAT), del Teatro Telón o del Teatro Estudio, encontraron su réplica en
el interior del país.
En 1949, Carlos Gorostiza (El Pan dela Locura , Los Prójimos, El Acompañamiento) estrenó El Puente. A esta segunda etapa corresponden también las
primeras producciones de autores como Pablo Palant (El Escarabajo), Juan Carlos Ghiano (La Puerta del Río; Narcisa Garay, Mujer para Llorar), Juan Carlos Gené (El Herrero y el Diablo) y Osvaldo Dragún
(La Peste
viene de Melos; Historias para
ser Contadas).
Los ´60, años de cambio y de cuestionamientos sociales, éticos y estéticos, produjeron una renovación en la escritura teatral y en la puesta en escena, que se perfilará en tres direcciones diferentes:
El teatro de vanguardia y experimentación, a la luz de las búsquedas iniciadas en el Instituto Di Tella, con las producciones de Eduardo Pavlosky (Espera Trágica, El Señor Galíndez) y de Griselda Gambaro (El Desatino, El Campo), que vigorizaron nuestra escena;
El realismo social, representado por Soledad para Cuatro de Ricardo Halac, Nuestro Fin de Semana de Roberto Cossa o Réquiem para un Viernes ala Noche
de Germán Rozenmacher;
El nuevo grotesco, representado porLa Fiaca de Ricardo
Talesnik, La Valija de Julio
Mauricio o La Nona del propio
Cossa.
También en aquella época cobró auge el café concert, que incluía música, varieté y sketches diversos y que tuvo su centro enLa Botica del Ángel de Eduardo Bergara Leumann o La Recova ,
donde se impusieron Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla y Edda Díaz.
En 1949, Carlos Gorostiza (El Pan de
Los ´60, años de cambio y de cuestionamientos sociales, éticos y estéticos, produjeron una renovación en la escritura teatral y en la puesta en escena, que se perfilará en tres direcciones diferentes:
El teatro de vanguardia y experimentación, a la luz de las búsquedas iniciadas en el Instituto Di Tella, con las producciones de Eduardo Pavlosky (Espera Trágica, El Señor Galíndez) y de Griselda Gambaro (El Desatino, El Campo), que vigorizaron nuestra escena;
El realismo social, representado por Soledad para Cuatro de Ricardo Halac, Nuestro Fin de Semana de Roberto Cossa o Réquiem para un Viernes a
El nuevo grotesco, representado por
También en aquella época cobró auge el café concert, que incluía música, varieté y sketches diversos y que tuvo su centro en
Teatro Abierto
Con la
dictadura militar de mediados de los años ´70, soplaron aires sombríos. Muchos
actores y gente del oficio se vieron obligados a emigrar, los empresarios sólo
llevaron a escena comedias livianas y en los teatros oficiales se impusieron
“listas negras” que influyeron en directores y productores.
La resistencia se recluyó en pequeños teatros y fue el movimiento independiente el que oxigenó el ambiente: autores como Osvaldo Dragún, Roberto Cossa, Carlos Somigliana (El Avión Negro, El ex alumno) y Carlos Gorostiza, con el apoyo de otros dramaturgos y actores, crearon Teatro Abierto, inaugurado el 28 de julio de 1981 en el Teatro del Picadero. Desde la primera función la convocatoria desbordó las 300 localidades previstas en un horario insólito y a un precio exiguo. Una semana después un comando de la dictadura incendió la sala y esto provocó la mayor solidaridad social. Casi veinte dueños de salas, incluidas las más comerciales, se ofrecieron para garantizar la continuidad del ciclo y más de cien pintores donaron sus obras para recuperar las pérdidas. Teatro Abierto continuó y cada función fue un acto antifascista cuya repercusión estimuló a otros artistas y así surgieron, a partir de 1982: Danza Abierta, Poesía Abierta y Cine Abierto.
La resistencia se recluyó en pequeños teatros y fue el movimiento independiente el que oxigenó el ambiente: autores como Osvaldo Dragún, Roberto Cossa, Carlos Somigliana (El Avión Negro, El ex alumno) y Carlos Gorostiza, con el apoyo de otros dramaturgos y actores, crearon Teatro Abierto, inaugurado el 28 de julio de 1981 en el Teatro del Picadero. Desde la primera función la convocatoria desbordó las 300 localidades previstas en un horario insólito y a un precio exiguo. Una semana después un comando de la dictadura incendió la sala y esto provocó la mayor solidaridad social. Casi veinte dueños de salas, incluidas las más comerciales, se ofrecieron para garantizar la continuidad del ciclo y más de cien pintores donaron sus obras para recuperar las pérdidas. Teatro Abierto continuó y cada función fue un acto antifascista cuya repercusión estimuló a otros artistas y así surgieron, a partir de 1982: Danza Abierta, Poesía Abierta y Cine Abierto.
El Regreso a la Democracia
El retorno
democrático permitió el surgimiento de nuevas búsquedas. Un teatro trasgresor
modificó la estética escénica a partir de las experiencias del Parakultural, que incorporó otros
lenguajes, en especial, el humor corrosivo y crítico. Son figuras de este
movimiento La Organización Negra
(antecedente de De La Guarda ), El Clú del Clawn, Batato Barea, Alejandro
Urdapilleta, Humberto Tortonese y Alejandra Flechner, por citar sólo algunos.
El fin de siglo heredó estas propuestas y ofrece además un teatro basado en una mayor destreza física del actor, al que acompañan títeres y muñecos. El caso más emblemático es el de El Periférico de Objetos.
El fin de siglo heredó estas propuestas y ofrece además un teatro basado en una mayor destreza física del actor, al que acompañan títeres y muñecos. El caso más emblemático es el de El Periférico de Objetos.
El Teatro Hoy
Actualmente
el teatro sigue siendo una actividad muy fecunda en la Argentina.
E n cuanto a la dramaturgia, puede decirse que se ha
consolidado la producción, a partir de la obra de figuras como Ricardo Monti (Maratón), Mauricio Kartun (Chau Misterix), Eduardo Rovner (Sócrates, el Encantador de Almas), Jorge
Goldenberg (Cartas a Moreno),
Bernardo Carey (Bar Grill),
Roberto Perinelli (Landrú, Asesino de
Mujeres), Víctor Winer (Postal
de Vuelo), Alejandro Tantanian (Juegos
de Damas Crueles) y José Luis Arce (La
Conspiración Amarga ). Han surgido nuevos talentos
como Daniel Veronese (La Noche devora a sus Hijos), Enrique Morales (Huellas), y Javier Daulte (Marta Stutz).
Las mujeres, por su parte, comienzan a ser justamente reconocidas por su quehacer. Al nombre siempre vigente e innovador de Griselda Gambaro, pueden sumarse los de Alicia Muñoz (Un León bajo el Agua), Susana Gutiérrez Posse (Brilla por Ausencia), Adriana Cursi (¿Quién espera a Papá Noel?), Cristina Escofet (Señoritas en Concierto), Patricia Zangaro (Las Razones del Bosque), Amancay Espíndola (Mujeres de Colores), Andrea Garrote (La Ropa ), Cecilia
Propato (Pieza Veintisiete) y
Mariana Trajtenberg (Mar de Margaritas).
E
Las mujeres, por su parte, comienzan a ser justamente reconocidas por su quehacer. Al nombre siempre vigente e innovador de Griselda Gambaro, pueden sumarse los de Alicia Muñoz (Un León bajo el Agua), Susana Gutiérrez Posse (Brilla por Ausencia), Adriana Cursi (¿Quién espera a Papá Noel?), Cristina Escofet (Señoritas en Concierto), Patricia Zangaro (Las Razones del Bosque), Amancay Espíndola (Mujeres de Colores), Andrea Garrote (
SHIRLEY BOGADO
No hay comentarios:
Publicar un comentario