Argentina es un país con diversas identidades y tradiciones
culturales que dejan su impronta en todas las manifestaciones
artísticas. La música es una de las más prolíficas y ha sido una de las
plataformas fundamentales para colocar al país en la escena cultural
mundial, con el tango como principal abanderado. Si bien es el género
musical por antonomasia al describir a Argentina, la riqueza de sus
composiciones en otros géneros no es menor.
Los géneros populares son aquellos que le han otorgado el mayor
prestigio: el tango, el folclore y el rock han dejado una marca en la
historia de la música a través de sus composiciones originales, fusiones
y reinterpretaciones.
La música clásica cuenta con un desarrollo notorio; por el Teatro
Colón de Buenos Aires han pasado intérpretes de renombre internacional.
Y, lentamente, otros géneros y subgéneros musicales –como el jazz o los
ritmos latinos- van encontrando referentes que enriquecen el panorama de
la música local.
Tango
Esta amalgama de raíces africanas, europeas y criollas, es la
contribución argentina a la cultura mundial por excelencia. De origen
netamente popular, gestado en suburbios, prostíbulos y conventillos de
Buenos Aires, el tango (que significa “lugar de reunión de los
esclavos”) es inseparable de la melancolía de su música y letras y la
sensualidad y pasión de su danza.
En sus inicios, que arbitrariamente podrían situarse a mediados del
siglo XIX, eran la flauta, el violín y la guitarra los principales
instrumentos utilizados. A partir de 1900, con la fuerte presencia
inmigratoria, se sumó el bandoneón, el cual tomó un protagonismo que
dura hasta hoy.
Carlos Gardel, el “Zorzal Criollo”, fue quien popularizó el tango
como canción durante las primeras décadas del siglo XX y se convirtió en
el emblema mundial de este género y en un símbolo de la cultura
argentina.
A partir de la década del 40, con la consolidación de las industrias
culturales locales, en especial la radio y el cine, el tango entró en su
edad dorada, con compositores y cantantes como Osvaldo Pugliese, Aníbal
Troilo, Enrique Cadícamo, Tita Merello, Virgilio y Homero Expósito,
Alberto Castillo, Enrique Santos Discépolo, Horacio Salgán y Homero
Manzi, entre una innumerable lista.
Roberto Goyeneche inició su carrera a mediados de los 50. Sin
embargo, fue uno de los tangueros más versátiles, dueño de un fraseo y
estilo único que lo ubican transversalmente a lo largo de la historia
del tango. Hasta su muerte, en 1994, fue reivindicado por todas las
generaciones. Además, el “Polaco” Goyeneche apadrinó la carrera de
Adriana Varela, singular cantora que se ha posicionado como una de las
voces femeninas actuales del 2x4.
Entre los 60 y los 70, el tango vivió una renovación de la mano de
Ástor Piazzola quien, a través de sus composiciones y su bandoneón, lo
llevó a las fronteras musicales con otras músicas, como el jazz. La
línea más tradicional encontró en el Sexteto Mayor, Julio Sosa, Leopoldo
Federico y Mariano Mores, exponentes que aún mantienen su vigencia.
Otra vertiente del desarrollo contemporáneo del tango está signada
por el cruce con otros géneros, resultado de la incorporación de músicos
jóvenes que lo han revitalizado a través de la incorporación de la
electrónica y el rock. Algunos de esos proyectos son Gotan Project, Bajo
Fondo Tango Club y Tanghetto.
En Buenos Aires, tres eventos ya
se impusieron en la agenda mundial: son el Campeonato, el Mundial y el
Festival de Tango que, desde hace una década, convocan a visitantes de
todo el mundo.
Folclore
Conocido como una totalidad, el llamado “folclore nacional” es
el género que más subgéneros, matices, estilos y producciones condensa.
Cada región del país se caracteriza por imprimir un toque distintivo a
su creación, multiplicando aún más la variedad.
Desde la época colonial, el folclore se ha instalado como el género
musical que aunó la composición más vinculada con los pueblos
originarios y las influencias colonizadoras. La zamba, la chacarera, el
chamamé, la baguala, el carnavalito o la copla son subgéneros que
encuentran mayor difusión en distintas provincias y que, a su vez, se
han nutrido de intercambios con países limítrofes. Los instrumentos
musicales que se destacan son el bombo legüero, la caja, el sicu, el
charango y la guitarra.
Su máximo referente es Atahualpa Yupanqui. Autor, compositor,
guitarrista y cantor que supo retratar la identidad y realidad de cada
región, interiorizándose en las viejas culturas aborígenes. Con
precisión y poesía, describió la situación política de los habitantes
rurales, denunciando las históricas condiciones de explotación y
pobreza. “El arriero” y “Luna tucumana” son, probablemente, sus
canciones más conocidas.
El listado de folcloristas es extremadamente rico y está conformado
por artistas de renombre internacional. Algunos de ellos son: Horacio
Guarany, Jorge Cafrune, Mercedes Sosa, Eduardo y Juan Falú, Alfredo
Ábalos, Sixto Palavecino, Liliana Herrero, Los Fronterizos, el Dúo
Salteño, Peteco Carabajal, Los Chalchaleros, Chango Spasiuk, Teresa
Parodi, Raúl Carnota y Soledad Pastorutti, por nombrar sólo a unos
pocos.
En la ciudad de Cosquín, en la provincia de Córdoba, desde hace más
de 50 años, se lleva a cabo todos los veranos el festival de folclore
más importante de América Latina.
Rock
Argentina no fue inmune a la revolución cultural que significó el rock
and roll como movimiento mundial. Desde inicios de los 60, los centros
urbanos –Buenos Aires, Rosario, La Plata– fueron ávidos receptores del
naciente género musical. Algo que caracterizó a este ingreso fue la
rápida asimilación y transformación a partir de trazas locales.
Los Gatos –grupo rosarino liderado por Lito Nebbia– fueron quienes
“inauguraron” la composición local de canciones de rock. Su primer hit
fue “La Balsa”, escrito por Tanguito. Otras agrupaciones se sumaron al
escenario abierto: Almendra –con Luis Alberto Spinetta a la cabeza– y
Manal –con Javier Martínez– iniciaron un hacer musical propio, basado en
la música beat que se extendía mundialmente.
Ya a finales de la década del 60, otros solistas y sus agrupaciones
fueron engrosando la lista y, a su vez, ampliando la gama de estilos y
subgéneros: Pappo’s Blues, La Pesada del Rock and Roll, Arco Iris
(fundado por Gustavo Santaolalla) y Vox Dei incorporaron elementos más
duros en la textura sonora de la época.
Los 70 se iniciaron con el nacimiento de dos bandas antológicas,
lideradas por quienes llegaron a ser los máximos referentes del rock
argentino: Pescado Rabioso, de Luis A. Spinetta, y Sui Generis, dúo
encabezado por Charly García junto a Nito Mestre. Pescado Rabioso,
exponente de un rock más áspero, y Sui Generis, que amplió los
horizontes con el rock acústico, fueron ejemplos de composiciones
musicales renovadoras, acompañadas por letras poéticas.
Este período marca la entrada del rock nacional a cierta masividad,
con la organización de conciertos en los cuales participaban varias
bandas. El hecho paradigmático fue el recital despedida de Sui Generis
en 1975, que convocó a una multitud de jóvenes.
La fuerte movilización política y la instauración de una cruenta
dictadura militar a mediados de los ’70 significaron el momento de mayor
resistencia y contracultura de la música joven. Así, grupos como La
Máquina de hacer Pájaros y Serú Girán –ambos liderados por Charly
García–, Invisible –de Luis Spinetta– y solistas como León Gieco, se
convirtieron en referentes, no sólo por el compromiso social de sus
letras, sino también por la renovación musical que introdujeron.
A principios de los ’80, el rock nacional sufrió un impulso
proveniente de un hecho poco feliz: con la Guerra de Malvinas –en 1982–,
el gobierno militar prohibió la música en inglés. Esto llevó a que las
radios debieran difundir música en español, beneficiando a los artistas
locales, como Lito Nebbia, Moris, Piero, León Giego y Miguel Cantilo.
Con la apertura democrática, en 1983, las manifestaciones artísticas
volvieron a ocupar un lugar preponderante luego de años de censura y
persecución. De esta manera, se produjo una explosión de bandas y
solistas que, a través de sus letras, criticaron los años de violencia y
advertían sobre los problemas sociales de la época. García y Spinetta
continuaron a la cabeza del rock, generando composiciones únicas, que
mezclan géneros y estilos. El grupo platense Patricio Rey y sus
Redonditos de Ricota –liderado por Carlos “Indio” Solari y Skay
Beillinson– salió a la superficie con su rock más visceral y letras de
alto lirismo y crítica social, pero también reconocido por no aparecer
en los medios masivos de comunicación (hecho poco frecuente a nivel
mundial) y editando sus propios discos. La música más “moderna” o
bailable encontró en Virus, Los Abuelos de la Nada –formado por Miguel
Abuelo y el joven Andrés Calamaro– y Los Twist una estimulante base.
Otros grupos, como Los Fabulosos Cadillacs o Los Pericos, incursionaron
en ritmos como el ska, el reggae y el dub. Los Violadores tomaron al
punk. Y Riff, fundado por el genial guitarrista Pappo, se hizo cargo del
rock más duro.
Esta década también vio nacer a dos grupos que harían historia: Soda
Stereo y Sumo. El primero, un trío conformado por Gustavo Ceratti, Zeta
Bosio y Charly Alberti, introdujo sonidos nuevos y una cuidada estética,
que lo convirtieron en líder indiscutido de América Latina. Sumo,
creado por el ítalo-inglés-argentino Luca Prodán, profundizó en
sonoridades hasta ese momento desconocidas en Argentina, haciendo lo que
muchos llaman el “mejor reggae” local. Con su separación, se formaron
dos bandas que, hasta hoy, son guías indiscutidas: Divididos y Las
Pelotas.
Durante estos años también apareció en escena un grupo de músicos de
la ciudad de Rosario que renovaría la escena: Juan Carlos Baglietto,
Silvina Garré y Fito Paéz.
La época de masividad e industrialización puede situarse, en líneas
generales, a partir de la década del ’90, cuando los mega recitales se
institucionalizaron como eventos consagratorios para los músicos. A la
popularidad de García, Páez, Spinetta, Calamaro, Los Redondos de Ricota y
Soda Stereo, se sumaron bandas como: Los Piojos y Bersuit Vergarabat,
centradas en la mixtura de sonidos rioplatenses y latinos; La Renga, con
un rock más crudo y un inmenso poder de convocatoria; Viejas Locas,
representante del llamado rock barrial; y Babasónicos, con su música más
alternativa.
Clásica
Argentina estuvo fuertemente influenciada por la cultura
europea. La recepción de la música erudita y sus instrumentos comenzó
desde muy temprano, pero fue a partir del siglo XVIII que su difusión
proporcionó una raigambre que permanece hasta hoy.
El período de emancipación, que va desde 1810 a 1816, tuvo entre sus
figuras al español Blas Parera, compositor de la música del Himno
Nacional. Otros creadores, como Juan Esnaola o Juan Bautista Alberdi,
fueron los primeros nacidos en tierra argentina. El período que va desde
1850 hasta comienzos del siglo XX estuvo signado por la experimentación
con estilos folclóricos. El nombre más destacado es el de Carlos López
Buchardo, quien en 1924 fundó el Conservatorio Nacional de Música y Arte
Escénico que hoy lleva su nombre. Ya entre el 40 y el 50, la
composición local recayó en los primeros egresados del Conservatorio. De
ese período sobresalieron Alberto Ginastera y Carlos Guastavino. Y de
la década del 60 se destacan Alicia Terzian, Gerardo Gandini y Waldo de
los Ríos, músico ecléctico recordado por haber popularizado piezas
clásicas a través de su modernización.
En la actualidad, el acervo de músicos clásicos argentinos disfruta
de reconocimiento mundial gracias al talento de Daniel Barenboim, Martha
Argerich, Bruno Gelber y Gabriel Senanes.
Una mención aparte merece la tradición de edificar importantes
teatros dedicados a la difusión de la música clásica, la lírica y el
ballet –con sus respectivos y prestigiosos cuerpos estables-, que dan
cuenta de la temprana devoción de los centros urbanos argentinos por
este género musical. El Teatro Colón en
Buenos Aires –con la mejor acústica del mundo, según los entendidos–,
el Argentino en La Plata o el Gran Teatro de Córdoba son una muestra de
ello.
Otro dato interesante para destacar es la existencia de diversos
cuerpos musicales, la gran mayoría de gestión estatal, con renombre
internacional, como la Orquesta Sinfónica Nacional, la Orquesta Nacional
de Música y la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires.
Otros géneros
Hay géneros que si bien no son preponderantes, han adquirido un
desarrollo notorio a través de los años y merecen ser mencionados. El
jazz, la cumbia y la música electrónica son algunos de los que, con
tesón, se han instalado en la cultura local y han adquirido proyección
internacional.
Artistas locales como Oscar Alemán, Mono Villegas, Gato Barbieri,
Roberto Fats Fernández, Hugo Pierre y Jorge Navarro, Gustavo Bergalli,
entre muchos otros, le dieron un lugar importante al jazz, especialmente
en Buenos Aires. Y originaron nuevas texturas y sonoridades a través de
las fusiones con el tango y la música rioplatense.
La cumbia, ritmo originario de Colombia, adquirió matices propios al
introducirse en Argentina y pasó a tener identidad autónoma. Con
melodías simples, bailables y alegres, su fusión con las maneras de
hacer folclore de cada provincia derivó en el surgimiento de cadencias
propias, con una larga lista de grupos y solistas. La expansión de la
cumbia fue simultánea al proceso de mixtura local con ritmos
centroamericanos, como el bolero, la rumba, la salsa y el hip hop. El
Cuarteto, oriundo de la provincia de Córdoba, es quizás la vertiente más
conocida y que más ha afianzado sus características distintivas a lo
largo de todo Latinoamérica.
La música electrónica encontró en el país un estimulante
recibimiento. Sus centros urbanos, especialmente Buenos Aires y Rosario,
gozan de un prestigio internacional en lo relativo a la abultada oferta
nocturna de discotecas. Es por ello que no suena extraño que dj’s como
Diego Ro-K, Hernán Cattaneo, Villa Diamante o Romina Cohn, se hayan
ganado un lugar en la escena rave mundial.
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