martes, 30 de agosto de 2011

Día Nacional del teatro argentino


NAVARRO PAMELA ELIZABETH


Día Nacional del Teatro en Argentina


El 30 de noviembre se celebrará una vez más el Día Nacional del Teatro

Imagen: "Teatro de la Ranchería". Aguada de L. Matthis

“La Ranchería” el primer teatro estable de Buenos Aires. Antes de su inauguración, la pequeña Ciudad había sido renuente a la construcción de un escenario. El entretenimiento público de los porteños pasaba por las corridas de toros que se realizan periódicamente en la plaza de Retiro.

A mediados del siglo XVIII aparecieron los primeros espacios, construidos con material precario y para representaciones provisorias, con el fin de poner sobre las tablas comedias de tipo popular, enriquecidas con tonadillas españolas, coplas andaluzas, modinhas brasileñas y entremeses. Hacia fin de siglo se abrieron algunas salas de vida efímera: el Teatro del Sol, en la calle De la Merced (Reconquista) y un Corral de Comedias, sobre la actual Sarmiento.

Según cita el desaparecido Luis Ordaz en uno de sus múltiples estudios sobre el teatro en el Río de la Plata, Cuando el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo decidió que se crease en Buenos Aires una casa de comedias, lo hizo fundamentándolo en que “no solo lo conceptúan muchos políticos como una de las mejores escuelas para las costumbres, para el idioma y para la urbanidad general, sino que es conveniente en esta ciudad que carece de diversiones públicas” (Personalidades, personajes y temas del teatro argentino, Inteatro, Buenos Aires, 2005).

Por tal motivo el gusto por el teatro hizo que en 1783 (también se cita 1778) el virrey Vértiz inaugurara en la esquina de Alsina y Perú, la primera casa de Comedias, conocida como el Teatro de la Ranchería. Desde entonces fue el más concurrido de los lugares de esparcimiento, en especial todo los domingos y los días festivos.

El teatro de la Ranchería recibió ese nombre porque era el lugar donde estaba la ranchería de los jesuitas. Se daba el nombre de ranchería a las construcciones donde se alojaban los negros. La sala se la habilitó en forma provisoria en lo que era un galpón de depósito, con la idea de construir más tarde un recinto definitivo, pero ese proyecto nunca se llegó a concretar. En la botica de Los Angelitos, en Chacabuco y Alsina se ponía un farol que servía para anunciar las funciones. Los espectáculos se hacían entre las 4 y las 7 y media de la tarde.

En 1792 el teatro se incendió, por la llegada de un cohete arrojado durante los festejos de la inauguración del atrio de San José. Lo cierto es que nunca se supo bien si fue un accidente o un atentado. Es de destacar que la jerarquía católica no veía con mucha simpatía la presencia del teatro, por considerarlo pecaminoso, ni compartía la política progresista del virrey Vértiz quien, además, había introducido la imprenta en la ciudad. En 1806 quedó totalmente destruido durante la ocupación de los ingleses. Se reabrió en la intersección de las actuales Reconquista y Perón, frente al Convento de la Merced, con el nombre de teatro Coliseo.

En ese teatro debutó en 1788 María Mercedes González y Benavídez, una mujer viuda por dos veces y madre de tres hijos a los que tenía que mantener. En esa época eran muy mal vistos los actores y sobre todo las mujeres. El problema llegó a tal punto que inclusive su padre pidió a las autoridades, a través de un abogado que no se le permitiera actuar. Se aceptó el pedido del padre pero después de seis meses y una serie de apelaciones de una y otra parte, se le permitió actuar. Allí también se estrenó un domingo de carnaval de 1789 la loa La Inclusa y el drama principal en cinco actos Siripo del poeta y periodista Manuel José de Lavardén, cuyo texto hoy perdido es considerado el comienzo del teatro culto nativo. De la misma época data una pieza considerada fundacional de la vertiente más popular de la escena nativa: El Amor de la Estanciera, sainete de autor anónimo y de ambientación campesina. El 16 de Agosto de 1792, un incendio determinó el cierre del recinto.

Para homenajear permanentemente al Teatro de La Ranchería, cada 30 de noviembre, día de su inauguración, se celebra en Argentina el “Día del Teatro Nacional”.

A partir de este episodio, el teatro en la Argentina estuvo siempre vinculado a hechos políticos y sociales. Se convirtió en puntal de la resistencia en periodos dictatoriales y fue víctima de la intolerancia a lo largo de la historia. Fue con el Teatro del Pueblo, fundado por Leónidas Barletta a fines de los 30, donde se convirtió en un arma de acción contra el sistema y dio origen al movimiento de teatros independientes en gran parte de America Latina.

Y fue con Teatro Abierto a partir de 1981, donde el teatro encontró las más sólidas estructuras sociales para combatir la represión que llegó incluso a quemar el teatro del Picadero mientras se representaba la obra Tercero Incluido de Eduardo Pavlovsky.

cine Argentino, Chiara Conti


Orígenes del Cine Nacional
El 18 de julio de 1896 en el Teatro Odeón de Buenos Aires tuvo lugar la primera exhibición cinematográfica en nuestro país, mediante el uso de la tecnología de los hermanos Lumière, y al año siguiente comenzó la importación de cámaras francesas.

Entre los primeros aficionados se destacó Eugène Py, quien se convirtió en el primer realizador y camarógrafo con el corto La Bandera Argentina, donde se aprecia la enseña patria flameando en el mástil de la Plaza de Mayo. Por su parte, el médico Alejandro Posadas filmó, con afán documental, varias de sus intervenciones quirúrgicas.

Con el arribo del siglo XX se inauguraron las primeras salas y aparecieron los noticieros, entre los que se destacó El Viaje de Campos Salles a Buenos Aires en el que junto al mandatario brasileño aparecían Julio A. Roca y Bartolomé Mitre. En estos años, las temáticas se limitaron a reflejar eventos sociales, paisajes, desfiles militares y grandes sepelios. En estos rubros se destacaron La Revista de la Escuadra Argentina de 1901 y las exequias de Mitre en 1906.

En 1907 se produjeron los primeros ensayos de cine sonoro en los que la imagen era acoplada a un registro fonográfico.

El primer realizador de ficción fue Mario Gallo y su primera película fue El Fusilamiento de Dorrego en 1909. Tras esta producción siguió una serie de trabajos de carácter histórico como La Revolución de Mayo, primer filme de ficción con actores profesionales, y La Batalla de Maipú.

En esa línea, Julio Raúl Alsina produjo Facundo Quiroga y Cielo Centenario, síntesis de los actos realizados durante los festejos de los cien años de la Revolución de Mayo.

Una figura de relieve en el campo del documental fue Federico Valle, creador deFilm Revista Valle, un noticiero semanal que apareció entre 1916 y 1931.
Los Primeros Largometrajes
En 1914, Enrique García Velloso filmó el primer largometraje nacional: Amalia. El séptimo arte ganaba espacios y al año siguiente llegó el primer gran éxito de recaudación: Nobleza Gaucha, de Humberto Cairo. En 1917 Federico Valle produjo el primer largometraje de animación del mundo: El Apóstol, una sátira de Hipólito Yrigoyen realizada por Quirino Cristiani, y un año más tarde dirigió Una Noche de Gala en el Colón, caricatura de las celebridades de la época, representadas a través de marionetas.

En este período, la temática oscilaba entre melodramas, policiales, cintas cómicas y temas de campo. Se llevaron a cabo más de doscientas películas, entre las que descollaron las de Agustín Ferreyra, director volcado a la temática tanguera mediante la apelación a los asuntos suburbanos y camperos en una estética en la que confluían el tango, el sainete y las pecadoras redimidas. Entre sus títulos se destaca Muñequitas Porteñas (1931), el primer film sonoro y hablado por sincronización fonográfica rodado en la Argentina.

La Gran Expansión
Tras algunas experimentaciones inconclusas, la recién fundada Argentina Sono Film, produjo Tango en 1933. Esta "cabalgata musical" dirigida por Luis Moglia Barth con Azucena Maizani, Luis Sandrini, Libertad Lamarque, Mercedes Simone, Tita Merello, Pepe Arias y Juan Sarcione, fue la primer producción sonora integral estrenada en nuestro país.

Ese mismo año, la compañía Lumilton estrenó el trabajo de Enrique Susini Los Tres Berretines, en la que aparecían retratados el tango, el fútbol y el cine en el marco de una familia, con la intervención de Luis Sandrini (a esa altura, la estrella del cine nacional) acompañado por Luis Arata y Aníbal Troilo –entre otros–.

Estas películas hicieron que el séptimo arte adquiriese cada vez más popularidad y se integrase a la vida cotidiana de los espectadores. A la vez, las mencionadas empresas contaban con estudios propios y producían una treintena de películas anuales, que eran exportadas a toda Latinoamérica.

Los principales realizadores de esta etapa fueron Manuel Romero (La Vida es un TangoLa Muchacha del CircoFuera de la Ley), Mario Soffici (Prisioneros de la Tierra), Leopoldo Torres Ríos (La vuelta al NidoAquello que Amamos), Luis César Amadori (Dios se lo PagueAlmafuerteHay que Educar a Niní) y Francisco Mugica (Así es la VidaLos Martes, Orquídeas).

Otros directores que comenzaron su andadura en esta época fueron Carlos Hugo Christensen (SafoEl Ángel Desnudo), Lucas Demare (La Guerra GauchaSu Mejor Alumno), Daniel Tinayre (Bajo la Santa FederaciónMateo), Manuel Romero (Noches de Buenos AiresLos Muchachos de Antes no Usaban Gomina) y Alberto de Zavalía (Dama de CompañíaRosa de América).

En ese contexto también se multiplicaron las comedias livianas y melodramas especialmente dirigidos a las “damas y damitas”, público femenino que colmaba las salas.

Los '40 vieron el surgimiento de la cooperativa Artistas Argentinos Asociados, donde se agrupó gran parte de la industria. En la extensa filmografía de esta etapa, se destaca especialmente el film de Lucas Demare La Guerra Gaucha (1942), un relato de gran calidad en términos de epopeya.

Sin embargo, la segunda guerra mundial perjudicó notablemente la importación de materia prima, lo que motivó la creciente intervención del Estado en la asignación de créditos y distribución de película virgen. Pese a muchas dificultades, la cinematografía nacional siguió adelante. Hugo del Carril se convierte en la figura destacada de esos años(Las Aguas Bajan TurbiasLa QuintralaMás Allá del Olvido).
La Creación del Instituto de Cine
En 1957 se promulgó la Ley de Cine y se creó el Instituto Nacional de Cinematografía (INC), antecesor del actual Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA).

En estos años se afirmaron directores como Leopoldo Torre Nilsson (La Casa del ÁngelLa Mano en la Trampa) o la dupla compuesta por Fernando Ayala y Héctor Olivera (El jefeEl candidato), que abrieron camino a la llamada generación del '60, directores independientes que actuaban por fuera del sistema de estudios. Algunos nombres de este período son Simón Feldman (El Negoción), José Martínez Suárez (Dar la Cara), René Mugica (El Hombre de la Esquina Rosada), Lautaro Murúa (Shunko) y Manuel Antín (La Cifra Impar).

Por otros caminos, Fernando Birri impulsó el cine documental de contenido social (Tire DiéLos Inundados). Son también los años de inicio de Leonardo Favio, actor, cantante y director (Crónica de un Niño SoloEl Dependiente).
A fines de la década comenzaron los ensayos de cine alternativo y experimental, encarados por directores que venían de la publicidad y el cine de denuncia social, simbolizado por el grupo Liberación en el que participaban Fernando "Pino" Solanas y Octavio Gettino (La Hora de los Hornos), sorteando censuras para dar a conocer sus trabajos en exhibiciones clandestinas.

Con el retorno democrático de 1973, el cine nacional tuvo un gran momento, tanto en el afianzamiento de la crítica como en su masividad. Favio volvió a filmar (Juan Moreira), al igual que Lautaro Murúa (La Raulito). Héctor Olivera apuntó al cine histórico (La Patagonia Rebelde) y Sergio Renán logró una candidatura a los premiosOscar (La Tregua).

Este vendaval creativo fue cortado de cuajo por la censura encarnada en el Ente de Calificación Cinematográfica y la represión de la dictadura militar que provocó la muerte, el silencio y el exilio de artistas. Sin embargo, realizadores como Adolfo Aristarain (Tiempo de Revancha) o Fernado Ayala (Plata Dulce)lograron sortear la censura y fueron una bocanada de aire fresco.
El Cine en Democracia
El retorno democrático puso fin a la censura y el INC fue presidido por un hombre de cine: Manuel Antín. Desde allí se generó el retorno de los postergados y el surgimiento de los nuevos. María Luisa Bemberg logró una candidatura al Oscar(Camila), galardón que finalmente obtuvo Luis Puenzo con La Historia Oficial. "Pino" Solanas retornó al país (Tango: El exilio de Gardel) y surgieron Eliseo Subiela (Hombre Mirando al Sudeste) y Miguel Pereira (La Deuda Interna), entre otros. Todos ellos ganaron premios internacionales y fueron elogiados por la crítica y el público en varias partes del mundo.

En 1995, con la sanción de la nueva Ley de Cine que obliga al video y a la televisión a aportar dinero para financiar películas argentinas y establece los regímenes de coproducción internacional, la filmografía argentina tomó un nuevo impulso. Surgió entonces una nueva generación de creadores que renovaron, estética y argumentalmente, nuestro cine. Entre ellos podemos citar a Fabián Bielinsky (Nueve Reinas), Lucrecia Martel (La Ciénaga), Pablo Trapero (Mundo Grúa) y Juan José Campanella (El Hijo de la Novia). Esta camada obtuvo múltiples premios y reconocimientos e hizo del séptimo arte una nueva puerta de entrada a nuestro país.

peliculas bajo estado de sitio.

EL CINE ARGENTINO BAJO ESTADO DE SITIO
El cine argentino, como en la Alemania nazi y la Italia de Mussollini, debía servir como vehículo de propaganda para los objetivos de la dictadura, mostrándonos una Argentina que había derrotado a la violencia y había encontrado el sendero de la paz y la prosperidad, nada más lejano a lo que realmente estaba sucediendo.
La última dictadura necesitaba imperiosamente que mejorara su imagen y promoviera la confianza en el orden represivo. Se puso en marcha un dispositivo para manipular la producción cinematográfica, mediante la selección condicionada de créditos y una férrea censura.
No fue precisamente su momento de oro, todo lo contrario. En especial, si se piensa en el renacimiento que había despuntado para el cine entre 1972 y 1974, tanto en la renovación artística y generacional como en los volúmenes de producción. El golpe militar de 1976 obró como una topadora, no tanto en la cantidad de films como en el tipo de cine que produjo.
De hecho, a la producción fílmica no le ocurrió lo mismo que a otras expresiones culturales: si se piensa que entre 1975 y 1980 la venta de novelas cayó un 70 por ciento, las biografías y libros de crítica y ensayo, un 90 y las de discos un 50. Sólo en un año, entre 1975 y 1976, la venta de revistas bajó el 30 por ciento. Pese a esos indicadores, que el sociólogo Oscar Landi define como parte de una "operación de re-culturización" de la sociedad, la producción nacional promedió cifras habituales —unas 30 películas por año—, a pesar de una merma importante en el empleo de técnicos.
Desde 1976 y hasta 1980, la industria tuvo que reducir sus posibilidades de producción, porque aparecieron las complicaciones financieras que surgieron del gran impacto inflacionario que implicó el "estallido" del plan económico sustentado por Alfredo Martínez de Hoz.
El cine nativo siempre estuvo en estrecho vínculo con el Estado a través de los créditos de financiamiento a la producción. Sin embargo, al gobierno militar le interesaba sobremanera la existencia de un cine que mejorara y promocionara su imagen pública ante la sociedad. Así, mientras el Instituto Nacional de Cinematografía se ocupaba de elegir los films que más fielmente materializaran ese programa, la acción de la censura completaba la tarea en el campo cinematográfico, a través de Miguel Paulino Tato, de célebre recuerdo. Su gestión, entre 1976 y 1978, detenta el récord de películas prohibidas. Su voluntad arrogante, que parecía gozar perversamente con los vetos y cortes, inspiraría a Eduardo Calgano para su film El censor, de 1995.
Apenas cinco días antes del golpe militar, Enrique Ruíz Díaz, el último director del Instituto Nacional de Cinematografía en democracia, firmaba dos resoluciones singulares: una reconocía el costo de producción de un film curiosamente profético, Los chiflados dan el golpe, dirigido por Enrique Dawi y protagonizado por el "Soldado" Chamamé; la otra acordaba categoría de interés especial al proyecto Adiós Nonino, que presentó Fernando Solanas. El director de La hora de los hornos nunca llegó a filmarla porque debió irse del país.
Inmediatamente después del 24 de marzo de 1976, y sólo en los primeros meses, asumió como interventor el Capitán de Fragata Jorge Enrique Bittleston, quien nunca llamó a concurso de realizadores. Esta acción fue encarada por el Comodoro Carlos Exequiel Bellio, en el cargo entre 1976 y 1980, y a quien sucedería, en 1981, el Comodoro Francisco Pítaro. Aunque la preocupación oficial se centraba más en sancionar a las salas de cine por demorar la entrega de declaraciones juradas que en hacer alentar la producción a través de concursos, de las convocatorias surgían los lineamientos básicos de los proyectos que serían aprobados. Así, en uno de los primeros certámenes de 1976, se establecía la necesidad de "premiar aquellas obras que tengan profundas raíces en el ser nacional y que exalten valores espirituales, cristianos e históricos que afirmen los conceptos de familia, orden y trabajo".
De todos modos, el sistema de premios y castigos no se ceñía solamente a la censura y aprobación de proyectos, sino en los subsidios y la declaración de interés con que eran evaluados y se distribuía el dinero. Al examinar con atención el período 76 78, se advierte que aquellas películas que exaltaban "los conceptos de familia, orden y trabajo" recibían todos los beneficios de la ley. Así ocurrió con Patolandia nuclear, de Julio Saraceni, o Dos locos en el aire, Amigos para la aventura y El tío Disparate, de Palito Ortega, quien agotó las siete películas de su filmografía entre 1976 y 1980 y logró varias veces rozar el millón de espectadores. Contrariamente, a las películas concebidas con una mirada más crítica y sin exaltación, como Adiós Sui Generis, de Bebe Kamin, Soñar, soñar, de Leonardo Favio, Juan que reía, de Carlos Galettini, o La parte del león, opera prima de Adolfo Aristarain, se les negó tanto el subsidio como la declaración de interés especial. A su vez, los criterios con que se asignaban los fondos revelan cómo funcionaba la interrelación de organismos y de las tres fuerzas armadas.
Así, en 1977 el Comando en Jefe de la Fuerza Aérea solicitó que se incluyera en la Ley de Fomento la producción de por lo menos dos cortometrajes relacionados con la actividad de la Fuerza Aérea, "para la difusión de las actividades relevantes"; el Instituto de Cine asignó una partida no muy desigual a las habituales para un largometraje y delegó la producción directamente en el Comando en Jefe de la Fuerza Aérea. Los films quedaron como derecho de propiedad de la Fuerza Aérea. Volvió a suceder en 1978, cuando el que pidió el subsidio para tareas de difusión fue el Comando en Jefe de la Armada.
Si bien la idea de dos bandos en pugna comienza a aparecer dos años antes del golpe militar, en el cine de la dictadura se multiplica la compulsión a narrar historias sobre facciones enfrentadas, donde el objetivo se cifra en exterminar toda diferencia, o bien de convencer a los más reacios.
Un significativo número de películas propone el sistema de bandos que buscan exterminar al "otro". Estos grupos a veces aparecen como identificables con fuerzas específicas, como se ve en la representación de la Fuerza Aérea en la citada Dos locos en el aire, o de la Policía Federal en Los drogadictos, de Enrique Carreras. En Brigada en acción, también de Ortega, que llegó a incluir autos sin chapa y por leit-motiv sonoro la sirena de un patrullero. Tal vez esos filmes hayan generado en Ortega alguna culpabilidad, porque cuando en 1997 el cineasta Andrés Di Tella quiso incluir fragmentos de sus films en Prohibido, un documental sobre la censura durante la dictadura, el director se negó aduciendo que "no era conveniente".
También fue habitual el enmascaramiento de ese sistema de bandos, dado que a veces predominaba la vaguedad referencial cuando, en rigor, se trataba de grupos de tareas con la misión de pacificar un país. Es el caso de La aventura explosiva, de Orestes Trucco, o Los superagentes biónicos, que filmó Mario Sábato bajo el seudónimo de Adrián Quiroga. Incluso se apelaba a diálogos que convertían en absurda esa pretensión de invisibilidad. Tal la voz anónima que explicaba que este "es uno de los pocos lugares del mundo donde se puede vivir en paz", en el final de Comandos azules, continuada como saga con Comandos azules en acción, ambas dirigidas por Emilio Vieyra entre 1979 y 1980.
La otra modalidad de convencimiento de los descreídos parece estar en sintonía con otro postulado que la dictadura diseminó en el imaginario social: la figura quirúrgica del cuerpo enfermo y la del país como establecimiento a reformar. Esta confrontación entre valores positivos y negativos puede verse en films como Y mañana serán hombres, de Carlos Borcosque (h), Desde el abismo, de Fernando Ayala, o El bromista, de Mario David, todas dignas de ser leídas dentro de ese imaginario. La fiesta de todos, que dirigió Sergio Renán en 1979, resulta paradigmática también: explotaba el triunfalismo deportivo del Mundial de Fútbol de 1978 e intercalaba material documental de los goles del evento con una serie de escenas "ficcionales" en las que se convencía a los más críticos respecto del seleccionado argentino. A fin de que su personaje, Clemente, no fuera incluido en la película, el dibujante Caloi pidió una fortuna hasta que logró hacer desistir a los productores.
Hubo cineastas que impusieron exitosamente la estrategia del decir sin nombrar, por ejemplo mediante las metáforas de un país confinado al encierro o de la mudez forzada, en las que pueden leerse apuntes elípticos sobre la desaparición de personas. Es así que Favio confiesa haber decidido cambiar el final de Soñar, soñar y terminar su historia en un presidio. Estrenó en 1976 bajo amenazas de bombas en los cines. En la misma línea figura el supuesto humor negro de Los muchachos de antes no usaban arsénico, de José Martínez Suárez, 1976, en la que un grupo de ancianos disuelven a sus esposas, para luego repartirlas en una casona. Otras alegorías del encierro son Crecer de golpe, de Sergio Renán, o La isla, de Alejandro Doria.
En una cinematografía que reverenciaba los valores familiares y mitificaba el pasado lejano, no deja de sorprender Tiempo de revancha, en la que Adolfo Aristarain logró metaforizar el horror en 1981. Allí, un ex-sindicalista limpiaba su pasado político para trabajar en las canteras de una empresa transnacional y simulaba quedarse mudo para ganar un juicio, luego de padecer escuchas telefónicas, apremios y el asesinato de testigos favorables. Según Aristarain, lo que impidió a la censura, algo más relajada entonces, prohibir la película fue su "trampa" narrativa. Se trataba de una historia donde no se resolvía nada cortando una u otra escena, por lo que directamente hubieran debido prohibirla. Ante la eventualidad de un gran escándalo, se decidió dejarla pasar.
Se reprimía con la pena de reclusión por tiempo indeterminado al que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo.
Seria reprimido con reclusión de hasta diez años, e que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o Policiales.
Películas durante la dictadura militar:
1) De un lado:

Jacinta Pichimahuida se enamora (Enrique Cahen Salaberry, 1977).
argumento:Para dejar en claro la distancia entre la comedia pícara y cualquier manifestación transgresora, uno de los directores más exitosos del género (y uno de los más prolíficos de la dictadura, con nueve films en su haber) es el encargado también de dar forma a esta comedia moralizante que comienza y termina con la canción "Aurora".

La fiesta de todos (Sergio Renán, 1978).
Con ocasión del Mundial de Fútbol 1978, Renán dirige la Olimpia (salvando las distancias estéticas) de la dictadura argentina; una película que alterna fragmentos de los partidos con escenas argumentales donde "el Contra" (Calabró) recibe "lo que se merece" y adustos testimonios de personajes públicos como Félix Luna, que cierra la película explicándonos a todos por qué aquel Mundial fue una verdadera "fiesta de todos".

Los drogadictos (Enrique Carreras, 1979).
¿Cómo olvidar esta gema del cine "testimonial" protagonizada por Mercedes Carreras, Graciela Alfano y Juan José Camero? Torpe, vulgar e improvisada, su involuntaria comicidad no alcanza a parodiar la apología policial, si bien la escena de Alfano "fumando marihuana" anticipa con creces despropósitos posteriores como los spots de Fleco y Male.

¡Que linda es mi familia! (Palito Ortega, 1980).
Sólo apto para personas con estómago fuerte, el changuito cañero (siete películas en dictadura) no sólo perpetra apologías de las fuerzas como Dos locos en el aire (1976) y Brigada en acción (1977) sino también esta comedia familiar perversa –asesinato y silenciamiento simbólico de la gran Niní Marshall–, donde puede vérselo ingresar a la Catedral Metropolitana del brazo de las Trillizas de Oro cantando "La canción de la alegría". estas son las peliculas mas destacadas de ese contexto.






cine en la dictadura:
introduccion:
El gobierno militar que tomó el poder en 1976 utilizó de manera sistemática los medios de comunicación como espacio de construcción de un discurso oficial, bajo el concepto de "seguridad nacional", al mismo tiempo que eliminaba otras voces a través de la censura. La persecución a medios o a personas llegó a extremos dramáticos en los casos de detención, desaparición o exilio forzado de periodistas, intelectuales, artistas y trabajadores del ámbito de la cultura. El discurso de la censura oponía la "cultura verdadera y legítima" a la "cultura falsa e ilegítima", y hablaba de un "sistema cultural falso" que "no se subordina a lo moral". Así, la censura se dedicó durante años a señalar y prohibir lo "no-moral", que abarcaba los conceptos de sexualidad, religión y seguridad nacional.




Debemos saber que la censura argentina no se constituyó recién en 1976, sino que se organizó lentamente durante más de un cuarto de siglo hasta alcanzar una etapa de aceleración a partir de 1974. Así, si bien es indispensable considerar la fractura institucional que significó el golpe militar, también es necesario vincular algunas características del funcionamiento de los medios de comunicación durante el período dictatorial (1976-1983) a tendencias presentes en etapas anteriores y a marcos institucionales preexistentes que habilitaron el uso indiscriminado de algunos medios por parte de las Juntas.



La censura y la intervención directa del poder militar en el ámbito de lo cultural no operaron de igual modo en los diferentes medios de comunicación y en los diversos sectores de la cultura. Así, por ejemplo, en la cinematografía o la radiodifusión el discurso de la censura siempre fue más claro y explícito que en otros espacios.



En la Argentina no existió una oficina de censura centralizada; por lo tanto, a pesar de tratarse de un período en el que hubo fuertes controles sobre la producción cultural y mediática, los medios de comunicación no funcionaron "en bloque" y encontramos una diversidad de productos culturales.



En la historia del cine nacional vamos a descubrir un período de descenso abrupto (en términos cuantitativos) de la circulación y del consumo; un control férreo en lo que respecta a la producción –que no impide, sin embargo, ciertos resquicios de independencia y de "resistencia silenciosa"-; dos momentos de "pico" en lo que se refiere a la difusión de la ideología del régimen, dados por el campeonato mundial de fútbol (junio y julio de 1978) y por la guerra de Malvinas (abril a junio de 1982); y una distinción muy clara entre una primera etapa de persecución y censura (1976-1980) y un segundo momento de quiebre del discurso monolítico dictatorial que se acentúa después de la derrota de Malvinas, anunciando la apertura democrática.



El cine nacional había reinado en las boleterías durante los años "40 y "50. Sin embargo, desde fines de la década del "60 sólo habían tenido éxito las periódicas entregas del dúo cómico integrado por Jorge Porcel y Alberto Olmedo y las películas históricas de Leopoldo Torre Nilsson dedicadas a exaltar las figuras de los próceres.



En 1973, las películas argentinas estrenadas comercialmente habían sido 41 y el cine argentino pasaba por un buen momento: las producciones más vistas fueron LA TREGUA (nominada al Oscar para el mejor filme extranjero), LA PATAGONIA REBELDE, JUAN MOREIRA, BOQUITAS PINTADAS, LA GRAN AVENTURA y LA MARY (todas superaron la cifra de 200.000 espectadores). Pero en los dos años siguientes, a tono con la debacle que vivía el país en su conjunto, comenzó una decadencia que, para 1976, había llevado aquel número a la mitad: sólo 21 filmes nacionales llegaron a las pantallas y esta cifra se mantuvo durante los dos años siguientes. En 1980 se observó un repunte hasta llegar a los 30, pero en 1983 el número había descendido otra vez a 20. Mientras tanto, había aumentado el precio de las entradas, que en 1976 era de 30 centavos de dólar y en 1981 había llegado a 5 dólares.
Una censura ciega, ubicua, impredecible, cambiante y, por lo tanto, inevitable. Hoy, se cumplen 37 años de la creación del llamado Ente de Calificación Cinematográfica, que fue dirigido por Néstor Paulino Tato, máximo censor de la historia argentina, entre agosto de 1974 y fines de 1980. Esa entidad censora tuvo en Tato –que ejerció su titularidad entre agosto de 1974 y fines de 1980, los años más terribles de la censura en la Argentina, a un personaje que siempre trataba de imponer sus ideas con una prepotencia premeditada jugando con la sorpresa y el pánico de su interlocutor y que en su gestión prohibió más de 700 películas[1]El cine argentino también participó con su "mensaje", de esa urgencia de la muerte, el disimulo de la muerte... la rutina de la muerte. La última dictadura necesitaba imperiosamente que mejorara su imagen y promoviera la confianza en el orden represivo. Se puso en marcha un vasto plan para manipular la producción, mediante la selección condicionada de créditos y una férrea censura.




"La prohibición de 200 películas extranjeras representa para el país un ahorro de un millón quinientos mil dólares. Aquí se ha convertido al cine en una mercadería de intoxicación, se está apelando al recurso fácil y en eso incurren los que venden cine. Hacen negocio con la pornografía. Son unos miserables. Yo no permito agravios a la familia, a la iglesia y a las buenas costumbres", ponderaba. Néstor Paulino Tato.



Durante la dictadura, hubo films más o menos complejos o críticos o simplemente desesperanzados que lograban estrenarse. Es que más allá del siniestro plan del gobierno por combatir todas las ideas, quedaron muchas cosas que se les escaparon, ya que como resulta obvio, la sensibilidad artística les había sido negada por completo.



El 3 de abril de 1976, el Capitán de Fragata Jorge Bitleston, interventor del Instituto Nacional de Cinematografía, dijo claramente en un discurso que iba a "ayudar económicamente a todas las películas que exalten valores espirituales, cristianos, morales e históricos o actuales de la nacionalidad o que afirmen los conceptos de familia, del orden, de respeto, de trabajo, de esfuerzo fecundo y responsabilidad social, buscando crear una actitud popular, optimista en el futuro...". El mejor transmisor de estas palabras fue Ramón Palito Ortega, famoso cantante y estrella cinematográfica, quien durante la dictadura militar realizó toda su filmografía como director, empezando con DOS LOCOS DEL AIRE, estrenada el 22 de julio de 1976. Esta película funcionó como un elogio de las instituciones en el poder, a partir de la Fuerza Aérea y también, como una defensa de la fe católica - algo muy recurrente en la filmografía de Ortega - y los símbolos patrios.



Capitán Bitleston, declaró: "sólo serán autorizadas las películas que muestren al hombre tal como es su lucha eterna y cotidiana contra el materialismo, el egoísmo, la cobardía, la venalidad y la corrupción, al hombre luchando por su honor, su religión y sus principios, sin librarse jamás a la violencia o al escepticismo. Sólo estas películas serán consideras como obras de arte... Todas las películas sin valores artísticos o que no presenten ningún interés como diversión y que atenten a los sentimientos nacionales serán prohibidas parcial o totalmente..."



BRIGADA EN ACCIÓN (1977) comienza con una persecución en montaje paralelo con imágenes de una exhibición de acrobacia por parte de la policía. Corre el año 1977 y el director elige ese plano para iniciar su film, y luego agrega una visita guiada por el museo policial con alguien que nos explica: "Naturalmente los medios para combatir el delito se han modernizado de modo de colocar a nuestra policía entre las mejores del mundo. Durante las veinticuatro horas del día hombres y mujeres trabajan de distintas formas, velando por la tranquilidad de sus semejantes". Sí, la policía de 1977 es a la que se refiere el film. Estos elogios se multiplican alegremente y hay espacio para todas las bajadas de línea posibles.



En AMIGOS PARA LA AVENTURA (1978) la insistencia por festejar "una nación de paz" de ninguna manera puede ser accidental. Como tampoco lo es que Vivir con alegría (1979) termine con una cita de Juan Pablo II cubriendo toda la pantalla. Este film es el más claro con respecto a los valores católicos, patriarcales y conservadores del director.



En estos films de Ramón Ortega y su productora "Chango" (nacida con la dictadura) hay un elemento que es irrefutable: nada es accidental, ni existe ambigüedad posible, sabían lo que estaban haciendo y por qué.



El Mundial de fútbol apareció de distintas formas en muchos films del año 1978, a veces con una simple mención, otras en puntos clave del argumento. Pero hubo una película que con convicción y seguridad se transformó en la película oficial del evento deportivo. El 24 de mayo de 1979 se estrena LA FIESTA DE TODOS (1978) dirigida por Sergio Renán, con guión de Hugo Sofovich y Adrián Quiroga (seudónimo de Mario Sábato).



La lista de censurados es muy grande y como consecuencia de ello, todo el cine nacional se apagó. Casi no hubo películas argentinas en los festivales, a excepción de algún título de Enrique Carreras como LAS LOCAS (1977) o PATOLANDIA NUCLEAR (1978). Muchos artistas y directores se hicieron eco de un orgullo patriótico y apoyaron al cine nacional aun desde lugares decididamente cercanos al gobierno de la dictadura. Mientras muchos se fueron al exilio, otros filmaban y festejaban los tiempos que nos tocaban vivir. Los cineastas Pablo Szir, Enrique Juárez y Raymundo Gleyzer, eran desaparecidos por la dictadura en 1976, el año de DOS LOCOS DEL AIRE.



Se estableció, entre varias reglas, que no era apto para la televisión el material que: "desvirtúe la imagen de los guardianes del orden, presentados como cínicos, despiadados o codiciosos, o tratando al crimen de una manera inescrupulosa o frívola". Obviamente esto llegó al cine, aunque no de forma equitativa. Por ejemplo, la dictadura se molestaba si Armando Bó ridiculizaba a un oficial de policía, pero Palito Ortega se daba el lujo de poner a Carlitos Balá haciendo un cameo como un policía en ridículo sobre el final de VIVIR CON ALEGRÍA.



Octavio Getino [2]señaló que "los cortes y tijeretazos aplicados a una película, o inclusive su 'desaparición' remiten a las prácticas seguidas con los torturados y desaparecidos". En agosto de 1973, cuando Tato asumió como censor al frente del Ente de Calificaciones Cinematográficas, empezó una campaña de censura y amenazas de la Triple A contra muchos de los protagonistas del cine nacional, algunos de los cuales tuvieron que marchar al exilio. Los 84.000.000 de espectadores que fueron al cine en 1975 se redujeron drásticamente a 65.500.000 en el año del golpe.



"Yo quiero un cine positivo, limpio, decente, un cine que sea cultural y no sólo industrial. El cine se ha convertido en una mercadería de intoxicación: se está apelando al recurso fácil, y en eso incurren desde los que venden cine y les importa poco lo que venden, hasta los intelectuales y pseudo intelectuales y los mismos artistas que sustituyen el ingenio por el fácil recurso de la pornografía", enfatizaba Tato con una gestualidad histérica.



A pesar del clima político imperante y los riesgos vigentes, algunas voces consiguieron eludir la censura y la persecución a través de la realización de un cine de género donde, aunque metafóricamente, se colaban alusiones a la situación política. El caso más contundente es el de Adolfo Aristaraín, que debutó como director en 1978 con el policial LA PARTE DEL LEÓN. Aunque en 1979 firmó una de las entregas de una serie de moda, LA DISCOTECA DEL AMOR, en 1981 filmó una de las películas más valiosas de todo el período: TIEMPO DE REVANCHA. Un plano de Federico Luppi cortándose la lengua frente al espejo, se convirtió en símbolo de una pírrica victoria contra un sistema aparentemente impenetrable desde una resistencia silenciosa.



El objetivo del gobierno era muy claro. Querían controlar la exhibición cinematográfica, que en aquellos tiempos era política y económicamente mucho más importante que ahora. Por ejemplo en 1973 se cortaron 63.049.926 entradas, mientras que actualmente apenas se venden la mitad. Y sumado al crecimiento de la población, se pasó de un promedio anual de 2,7 a 0,8 entradas por habitante. Mas allá del discurso presuntamente nacionalista, está claro que los censores tenían también un fuerte control sobre la producción local, sin demasiadas prohibiciones pero con mucha censura previa (control y modificación de guiones, limitaciones de créditos y subsidios, etc.). La producción nacional se centró en producciones con "mensaje argentino, claro y cristiano". El resultado fue: una pantalla sin sexo, sin política, sin violencia y sin terror. Un cine dirigido y controlado, un arma cultural al servicio de la política represiva estatal.



Indudablemente las justificaciones para prohibir una película son absurdas por naturaleza, por eso los censores no se preocuparon por explicar claramente que pasaba con cada cinta. Apenas quedan breves testimonios en notas de prensa o en las fichas de calificación, que dan cuenta de los ridículos razonamientos.



El golpe militar de 1976 generó una gran crisis en el cine nacional y se llevaron a cabo las siguientes acciones:



•Censura y prohibición de películas.



•Disminución de la cantidad de películas producidas.



•La calidad de las obras cinematográficas se deterioró fuertemente.



Entre 1976 y 1978 el cine argentino no pudo concretar ningún proyecto culturalmente importante. Dominó la producción de "comedias ligeras", filmes con cantantes de moda que acallaban cualquier intento de pensamiento crítico a través de propuestas moralizantes.

Sexo, moral, política, ideología, libertad de expresión, todo estaba bajo la lupa de la represión y la censura con el objetivo de vigilar y proteger al ser nacional y la moral de los argentinos.

Los artistas estaban incluidos en tres clases de listas:

•En la lista negra figuraban quienes estaban prohibidos y no podían trabajar.

•En la lista gris se incluían solamente a los artistas censurados por el ejército y no por la armada.

•En la lista libre se señalaba a aquellos que no estaban censurados.

El lenguaje fílmico cultivó una cierta ambigüedad del decir que respondía a fines específicos: "decir sin nombrar". Mediante esta ambigüedad se establecieron modos de representación que utilizaron la alusión y el eufemismo para hablar de lo silenciados, para nombrar lo prohibido.



Al finalizar el período dictatorial, películas de variados géneros mostraron la devastación que significó para nuestro país los siete años del Proceso de Reorganización Nacional. El humor mostró en PLATA DULCE (F. Ayala) las perversas consecuencias de las políticas económicas diseñadas por Martínez de Hoz y sus sucesores.



El cine sufrió el embate de una censura que, articulada con la más feroz represión, logró acallar toda voz disidente. Pero el arte como el lugar más pleno para la libertad, nunca dejó de ofrecer bastiones de resistencias
La última dictadura militar argentina utilizó al cine como herramienta para imponer ideologías de orden y anti-subversivas; censuró filmes y, algunos de ellos, sufrieron cortes parciales o totales porque afectaban dicha acción.










Cronología del cine argentino

1896 - 1900
 
Primeros pasos

 • Primera exhibición cinematográfica
• Se importan cámaras de fabricación francesa• En el Hospital de Clínicas porteño se filma una operación
Lo más prudente es no llamar niño al cine argentino. Semejante apresuramiento no tiene en cuenta su edad. La Argentina se incluye entre los primeros países del mundo que conocieron el invento de los hermanos Louis y Auguste Lumière.
La primera exhibición pública se llevó a efecto el 18 de julio de 1896 en el céntrico Teatro Odeón de Buenos Aires, organizada por el empresario de esa sala, Francisco Pastor, y el periodista Eustaquio Pellicer, más tarde uno de los fundadores de las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho.
Entre las vistas proyectadas figuraba "La llegada del tren", del sello Lumière, que según testimonio registrado en el Diccionario Histórico Argentino (de Piccirilli, Romay y Gianello) "provocó el pánico entre algunos espectadores de la tertulia alta, uno de los cuales al ver la locomotora que avanzaba se lanzó a la platea, lastimándose".
Unos dos años antes, en un local de la calle Florida al 300, había pasado prácticamente inadvertida, hasta para el periodismo, una función sobre la base del ' "kinetoscopio" del norteamericano Tomás Alva Edison.
Yá para entonces el belga Enrique Lepage, que ostentaba el título de barón de acuerdo a insistentes referencias, comenzaba a interesarse en la importación de aparatos filmadores y proyectores, ante la necesidad de enriquecer su comercio de artículos fotográficos de Bolívar 375, a una cuadra del Colegio Nacional Buenos Aires.
Lo habían entusiasmado dos empleados de su establecimiento, el francés Eugenio Py y el austríaco Max Glücksmann, atentos lectores de los catálogos de la especialidad que enviaban las casas europeas. La mención de la nacionalidad de estos precursores es deliberada, pues el cine también se integra en el bullente fenómeno inmigratorio que caracterizó a la Argentina en el trance al siglo veinte.

1901 - 1910

De la importación al rodajeLas cámaras Elgé, francesas, fabricación de León Gaumont, el competidor primero de los Lumière, llegaron a Buenos Aires en el año 1897. Con una de ellas comenzó a filmar a manera de ensayo Eugenio Py, a la sazón solo fotógrafo. Fue una suerte de amateurismo que habría ganado circunstancialmente a unos poco aficionados a la fotografía fija. Por obra de Py, el primer producto habría sido un corto de diecisiete metros titulado "La bandera argentina", la insignia patria flameando en el mástil de la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno. El entusiasta Py era un artesano, experto hombre de laboratorio. Otras eran las ilusiones de Glücksmann. Su instinto comercial advirtió él porvenir de la novedad ("vistas animadas por medio del cinematógrafo" según la expresión acuñada en Europa) e inició sin dilaciones la venta de aparatos y de vistas, pequeños rollos de actualidad o miscelánea del mismo origen de importación. En el estricto terreno de la filmación todo hubo de ser y parecer muy precario hasta 1900; fueron tres años de "etapa prehistórica", tentativa. El nuevo siglo depararía nuevas perspectivas. Desde las exposiciones internacionales todo era o trataba de ser incitación a las audacias. No es casualidad que para la Argentina 1900 sea el año en que se inició la filmación (también se decía "impresión") de noticieros, a parar de "Viaje del Doctor Campos Salles a Buenos Aires" tomado por Py el 25 de octubre dé 1900 al desembarcar Manuel Ferraz de Campos Salles, presidente electo del Brasil, y abrazarse con el mandatario argentino Julio Argentino Roca, a la vera del ex-presidente Bartolomé Mitre. De 900 es también la instalación del primer biógrafo porteño, el denominado Salón Nacional, en Maipú entre Lavalle y Corrientes, cuyo empresario era Gregorio Ortuño, otro precursor en el comercio de la fotografía, no tan afortunado como Lepage y los suyos en la aventura cinematográfica. La primera sala específica era apenas un ámbito para decenas de espectadores, pues se había adaptado la recepción de una casa de familia. El cine argentino comenzó a dibujar una realidad tímida y humilde, inadvertida por muchos y apenas informada en los diarios, pero con posibilidades de continuar. Su primera época, hasta 1909, fue similar a la del cine universal, solo que un poco más extendida en el tiempo: la del noticiero breve, apenas informativo, y el documental elemental. Según Ducrós Hicken "la edición cinematográfica no se apartaba de las actualidades y las reuniones de familia, de los cumpleaños de opulentos hacendados, algunos paisajes rurales y fluviales" Deben agregarse los desfiles militares, los actos religiosos, los grandes sepelios. Esa siesta burguesa se excedió a veces en rodajes más espectaculares, sea por el arrojo y la multiplicidad de camarógrafos exigidos, como en "La revista de la Escuadra Argentina en mayo de 1901 " o el más prodigado metraje, como en las honras fúnebres de Mitre en 1906 En ese ciclo se anunció el siguiente, argumental y con actores, la ficción. El anticipador resultaría el aficionado Eugenio A. Cardini. De holgada posición económica, en un viaje a Europa visitó a los Lumière y les compró un equipo. En 1901 haría "Escenas callejeras" y "En casa del fotógrafo", con actores domésticos y abocetadas situaciones cómicas, y "El regimiento ciclista", de pretensión documental ciudadana. Junto a esa anticipación deben inscribirse los ensayos de sonorización fonográfica o cronofotográfica, con extensión de sesenta a ochenta metros, según la duración del disco. Se desarrollaba o escenificaba una canción, o una situación de sainete argentino o español, zarzuela u ópera. La serie no habría llegado a cuarenta títulos, entre los cuales pueden citarse "Gabino el mayoral", "Los políticos", "Abajo la careta", "Ensalada criolla", "La beata", "El perro chico", "La reina mora", "La mala sombra", "La leyenda del monje", "A Palermo", "Mister Whiskey", "Justicia criolla", "Los escruchantes" o "Soldado de la independencia". Aparte de actores especializados en los géneros tocados, en estas tiras habrían participado los músicos y cantores Angel Villoldo y Alfredo Gobbi, cuya popularidad a través de las placas acústicas de 78 revoluciones por minuto, ya había llegado a Europa.

 
La ficción y los personajes


 • Se estrena "El fusilamiento de Dorrego", de Mario Gallo, definitivo camino hacia el film de ficción
• Los festejos del centenario de la Revolución de Mayo suscitan numerosos noticieros y documentales

Mario, Gallo, un italiano pintoresco, había arribado a la Argentina en 1905. Era entonces director de coros de un elenco de operetas y no imaginaba que su vida tomaría nuevo giro debido al cine. Habría de transformarse en pianista de café. En tales andanzas conoció a otro italiano, Atilio Lipizzi, ex-electricista y proyectista del gran transformista de esa misma nacionalidad Leopoldo Frégoli, que solía incluir en sus espectáculos el "fregolígrafo", que no era sino el cine. Lipizzi reveló a Gallo la magia del cine en una faz que comenzaba a explotarse en Europa y Estados Unidos: los personajes de ficción, los folletines, el teatro, la historia. "El fusilamiento de Dorrego" fue su primera película. Se habría filmado en 1909 y se estrenó en 1910, de acuerdo a lo demostrado por el Museo Municipal del Cine. Hay testimonios disímiles. Para Leopoldo Torres Ríos "el público se enteraba de que había tal fusilamiento porque así lo decía el título". Para Ducrós Hicken "parecía más bien un film Pathé de tipo histórico". Incluyó prestigiosos comediantes: Salvador Rosich, Eliseo Gutiérrez, Roberto Casaux. Para el director-productor asentó un hito decisivo en la accidentada carrera que nunca logró el ambicionado vellocino de oro. Gallo jalonó el inevitable estadio de teatro fotografiado. "Tendía a lo operístico como en Italia y el Film d'Árt en Francia", escribiría Francisco Madrid. "La Revolución de Mayo" "La batalla de Maipú" -con el mencionado Gutiérrez y Enrique de Rosas-, "Camila O' Gorman"- con Rosich y Blanca Podestá , "Güemes y sus gauchos" "La batalla de San Lorenzo" "La creación del Himno" son los títulos notorios de la fllmografía histórica de Gallo. Se le suman un primer "Juan Moreira" , con el debutante Enrique Muiño; una "Muerte civil" sobre el tremendo drama de Giacometti, que convenció al gran trágico italiano Giovanni Grasso, de paso por Buenos Aires, de que el cine no era mala palabra, como había dicho en su patria, el acercamiento al largometraje con "Tiene baja", protagonizada por otro gran trágico nacional, Pablo Podestá en una transposición fiel pero acriollada del drama de Angel Guimerá. Esa aventura fílmica de Gallo es de 1909 a 1913 aproximadamente y tuvo consecuencias materiales ruinosas. El pionero trató de superarlas años más tarde, con estudio, laboratorio, despliegue publicitario y producciones rumbosas que se titularon "En un día de gloria" (1918) y "En buena ley" (1919). Seguiría fiel al cine y moriría pobre. Contemporáneo de Gallo, el uruguayo Julio Raúl Alsina y el citado Lipizzi se le parecen en el estilo de lo que hicieron o mandaron a hacer. "Avelino Viamonte" (1909), "Facundo Quiroga" y ` `La tragedia de los cuarenta años" (estas dos del mismo año o a lo sumo el siguiente) fueron producidas por Alsina, quien por ese tiempo instaló una primera galería de filmación en un galpón de Gascón y Córdoba. Lipizzi vislumbró la temática suburbana en la exitosa "Resaca" ( 1916) con Luis Arata, Camila Quiroga y Pedro Gialdroni, y se dio al desborde histórico en "Federación o muerte" (1917), asistido por el comediógrafo Gustavo Caraballo y los actores Lea Conti e Ignacio Corsini, éste en ascenso a su fama de cantor sin renunciar todavía al rango actoral. No debe olvidarse que Alsina produjo así mismo "La Revista cíelo Centenario" (1910), montaje resumen de los imponentes festejos de los cien años de la Revolución de Mayo. Estos suscitaron una rivalidad nacional e internacional de cámaras. Algunos profesionales extranjeros quedaron después en el país. En la vertiente documental descollaría desde aquel momento el italiano Fedenco Valle, de gran profesionalidad adquirida con los mismísimos iniciadores del cine en Italia y Francia. Aunque llegó a producir vistas de ficción, el documental y el noticiero fueron sus pasiones. A él se debe Film Revista Valle, noticiero editado semanalmente de 1916 a 193l, que trató de recorrer caminos anticonvencionales con nervio periodístico: la noticia se ampliaba en reportaje o en nota. Así como junto a Py se formaron los primeros profesionales del tomavistas, los mejores camarógrafos y laboratoristas, activos hasta muy avanzado el sonoro, salieron de la escuela empírica de Valle.


1911 - 1920
 
El largometraje
Enrique García filma el largometraje "Amalia"
La ficción histórica creció hacia el largometraje con "Amalia", ( 1914), sobre la novela de José Mármol. La puesta en escena, por el dramaturgo Enrique García Velloso, superó en mucho la escolaridad atribuida a los cortos de Gallo y superó las limitaciones de un elenco de no profesionales.
También en extensión el mismo García Velloso acometería, "Mariano Moreno y la Revolución de Mayo" ( 1915) con notable elenco en el cual Pablo Podestá caracterizaba a Moreno y su hermano José Juan (el que fuera Pepino el 88) a Saavedra, sin olvidar que además aparecían dos figuras del porvenir: Camila Quiroga y Elías Alippi. García Velloso se arriesgó también a una primera introducción del cine en la representación teatral, en 1915.
La experiencia se exploraría en 1916 con unos minutos de acción filmada con la compañía de Roberto Casaux, incluidos en la puesta de "El movimiento continuo" , obra de Armando Discépolo y colaboradores que se considera antecedente, de un nuevo género teatral: el grotesco.
"Muy despaciosos siguieron los intentos" son palabras con que el futuro director Leopoldo Torres Ríos (padre de Torre Nilsson) resume el período de 1909 a 1915. Pertenecen a una curiosa y primera "Historia ligera" que escribiera para el diario Crítica en 1922. La producción solo ostentaba al fin de ese lapso la regularidad de Glücksma un, heredero de Lepage, aventurado a otra galería de filmación en el barrio de Belgrano.
Tampoco le irían bien a Glücksmann los negocios cinematográficos y los abandonaría parcialmente para convertirse en gran empresario del disco. Por ese tiempo ya estaban en actividad dos camarografos nacional e internacionalmente Premiados en la fotografía fija: Eduardo Martinez de la Pera y Ernesto Gunche. Se vincularon a Humberto Cáiro, programadór de la distribuidora de películas Sociedad General Cinematográfica y andando el tiempo poderoso empresario teatral. La distribuidora pertenecía al español Julián de Ajuria, visionario al inaugurar en 1909 el sistema de alquiler de las películas en reemplazó de la venta instaurada en los comienzos del nuevo comercio. En una especie de desenfreno por hacer o improvisar películas. Federico Valle produjo dos expresiones impredecibles: "E1 apóstol" ( 1917), sátira al flamante presidente Hipolito Yrigoyen, en dibujo animado; con el concurso "'de los dibujantes Quirino Cristiani y Diógenes Taborda y el arquitecto Andrés Ducaud, y "La Carmen criolla" o "Una noche de gala en el Colón" (1918), con las personalidades del momento caricaturizadas en marionetas, según un paciente diseño de Ducaud. Ambas películas eran de largometraje, como la inmensa mayoría filmada desde 1914, una característica poco frecuente en el género. En un congreso de cine de animación realizado en Berlín, 1970, se reconoció que "El apóstol" es cronológicamente el de primer largo en dibujo realizado en el mundo, pues precedió al norteamericano "El hundimiento del Lusitania", de Winsor McCay, a quien exigió ventidos meses de trabajo y veinticinco mil dibujos. El equipó de "E1 apóstol" debe de haber sido más numeroso pues en doce meses confeccionó cincuenta y ocho mil dibujos.
Pero en lo inusitado llevan también una delantera "El último malón" y "Juan sin Ropa" ( 1919). La primera fue una única intentona cinematográfica de Alcides Greca, cuentista y novelista, jurisconsulto y político radical.
Por el lado documental se adelantó al cine verdad, reconstruyendo la última rebelión indígena, que fue la de los mocovíes en San Javier norte de Santa Fe, en 1904 Del enfoque equidistante y la representación de los hechos en los lugares donde habían ocurrido, hasta con algunos de sus personajes reales, quedó un pasmoso testimonios, que apenas merece el reproche mínimo de una interpolación romántica. ` `Juan Sin Ropa", un atrevimiento de producción de Camila y Héctor Quiroga, en la que la primera era su actriz protagónica, reflejó las luchas obreras que habían estallado en Buenos Aires en ``la semana trágica" de enero de 1919, según un libro de José González Castillo. La dirección fue encomendada a un técnico francés, Georges Benoit, socio circunstancial de los Quiroga. La película sorprende con impactos de masa y premoniciones de montaje.

Hacia 1920 la mayor parte de los capitales se alejaron del cine, disminuidos o mal redituados. La avalancha de películas extranjeras (norteamericanas en especial) determinó una arrolladora competencia La gente de teatro, tras fugaz deslumbramiento, también se alejo de las películas.
Otros la reemplazarían, rebeldes débiles desde un punto de vista empresario. Por si fuera poco, la distribución de films asumía otras características. Las productoras de Estados Unidos comenzaron a no vender sus rollos a distribuidores nacionales en cada país, reemplazando el sistema por filiales directas Seis décadas después la invasión continúa.
"Los directores ocasionales que habíamos tenido no tuvieron noción de su cargo y se habían limitado a ser transpuntes de teatro", generalizó Torres Ríos, dando sin embargo en el clavo. El mismo se iniciaría en la dirección con "E1 puñal del mazorquero" (1923), rodaría otras películas mudas y daría lo mejor en el período sonoro. Es cierto que hasta entonces faltaba el director cinematográfico integral. La puesta en escena no bastaba. Era menester explorar la imagen. Esto lo señalaba, apoyándose en el ejemplo del cine no teatral que venía de Hollywood, un gran escritor que en 1919 iniciaba una crítica cinematográfica digna de llamarse tal: Horacio Quiroga.
En 1919 se había estrenado "Campo ajuera" de modesto capital. La dirigía José Agustín Ferreyra y Nelo Cosimi desempeñaba el papel protagónico. La vinculación de estos hombres databa de "El tango de la muerte" ( 1917) . Ferreyra resultó una singular revelación y por irradiación personal pasó al liderazgo de una nueva generación.
Ferreyra resultó una singular revelación y por irradiación personal pasó al liderazgo de una nueva generación.
Cosimi, Ferreyra, Torres Ríos, Roberto y Guidi, Edmo Cominetti son los cineastas de los veinte. Guidi era universitario, tenía vocación literaria y se preocupó de la confección del guión cinematográfico. Trató de orientar por allí a sus pares. No siempre encontró eco porque otros realizó "El mentir de los demás", "Mala yerba" , "Escándalo a medianoche" y "Ave de rapiña".
Nelo Cosimi, intuitivo sin decantación, se multiplicó: actor, director, argumentista. Debutó como director en "El remanso" ( 1922) y siguió prodigándose: "Mi alazán tostao" ( 1922), "E1 lobo de la ribera" ( 1926), "Federales y unitarios" (1928), "La mujer y la bestia" ( 1928), "La quena de la muerte" ( 1928) son algunos de sus muchos títulos. En "E1 lobo de la rivera" irrumpió Florentino Delbene, galán por excelencia en la transición del mudo al sonoro.
Edmo Cominetti se inició con "Los hijos de naides" ( 1921) y continuó con el eclecticismo: "El matrero" ( 1924), "Bajo la mirada de Dios" (1926), "La borrachera del tango" (1928) y "Destinos" (I929). Buscó la pulcritud. En el paso del tiempo "La borrachera del tango" sirve para medir momentos de la vida argentina, con el prejuicio burgués contra el tango, llevado a sinónimo de pecado y malas costumbres.

 
"Nobleza gaucha"
 • Martínez, Gunche y Cairo, el mayor éxito comercial de todo el período mudo
• Se inicia como director José A. Ferreyra• Con "Flor de durazno" debuta en la pantalla Carlos Gardel• Federico Valle produce "El apostol", de Cristiani, Taborda y Decaud, primer dibujo animado de largometraje en el mundo•"El último malón", de Alcides Greca, minuciosa reconstrucción documental en el norte de Santa Fe de un hecho histórico reciente

De la unión de Martínez de la Pera, Gunche y Cairo resulto "Nobleza gaucha" (1915). El éxito de esta película fue realmente excepcional, masivo. Su costo apenas había excedido los veinte mil pesos y en breve lapso logró recaudaciones cercanas al millón. Tal proporción acaso no volvió a repetirse en la Argentina. ``Nobleza gaucha mostró progresos de lenguaje fílmico en una larga introducción de faenas campesinas y, avanzada la trama, la visualización de la vida callejera de Buenos Aires. La pulcritud formal no pretendió imitaciones del cine extranjero. Quienes la hicieron no tenían que ver con el teatro, si bien aprovecharon la moda rural que venía de él, transfiriéndola a la autenticidad de escenarios, tipos y costumbres en una narración fluida y fácil. Los efectos cómicos se entremezclaron una tónica melodramática en la segunda parte, con ciertos estereotipos de villanía y bondad, sumados a la ingenuidad con que en aquella época se simbolizaba la virtud con el campo y el pecado con la ciudad. O no tan ingenuidad si se recuerda la base agropecuaria del país de otrora. Los intérpretes tenían un probado prestigio en los escenarios: Orfilia Rico, Celestino Petray, María Padín, Arturo Mario. La feliz aventura de "Nobleza gaucha" , incluso con la salida del film hacia el extranjero, vislumbró la posibilidad de una estable industria cinematográfica nacional. El instante era o parecía propicio, ya que la primera guerra mundial había debilitado la producción europea y el copamiento norteamericano de los mercados latinoamericanos no era todavía evidente. No se advirtió en el entusiasmo la insuficiencia del mercado interno. Como hechos positivos del período inaugurado por "Nobleza gaucha" hay que anotar la constitución de nuevas productoras, entre ellas la que impulsaría la actriz Camila Quiroga y su marido Héctor G. Quiroga. Martínez y Gunche separados de Cairo, construyeron un estudio o "teatro de pose" (denominación en boga) de lo más avanzado, también en Belgrano, sobre el modelo francés de Charles Pathé: un gran recinto vidriado que dejaba colar la luz natural. Filmaron inmediatamente "Hasta después de muerta" (1916), trasunto de la personalidad múltiple de Florencio Parravicini, argumentista y actor protagónico, junto a Orf'ilia Rico, Silvia Parodi, Argentino Gómez, María Fernanda Ladrón de Guevara y Enrique Serrano entre larga lista cine incluía al niño Pedro Quartucci. Se trató de uña temática burguesa y ciudadana, con toques de comicidad alternando el contexto melodramático. En tanto, proliferaron las imitaciones de "Nobleza gaucha" con menos éxitos que fracasos, y no faltaron algunas curiosidades. El prestigioso actor francés Paul Capellani fue contratado para formar pareja con Camila Quiro a en "¿Hasta dónde?" (1917). Un dramaturgo de valía, Francisco Defilippis Novoa, se improvisó director y en el folletín "Flor de durazno" 1917) hizo debutar al cantor Carlos Gardel todavía lejos de la gloria internacional. Defilippis Novoa pareció tener el don de las anticipaciones, pues en el elenco aristocrático de "Blanco y negro (l9l9) hubo de dirigir a la futura escritora Victoria Ocampo y en ` `La vendedora de Harrods'' (l920) le tocó de protagonista Berta Singerman, en camino a la celebridad como recitadora.


1921 - 1930

El ciclo Ferreyra
 
• En "La muchacha del arrabal", de Ferreyra, se incorpora el tango con acompañamiento orquestal durante la proyección

Ferreyra es el gran capítulo del cine mudo argentino. Los que precedieron ingresaron al cine por inquietud técnica, una inclinación literaria, el deseo de perpetuar la representación teatral, la figuración, el snobismo o la apetencia comercial. El "Negro" Ferreyra (se lo llamaba así por su condición de mulato) tuvo un punto de partida distinta. Pintor y escenógrafo, su visión del cine comenzó por ser la de un plástico.
En 1920 filmó la primera película que se le considera lograda: "Palomas rubias", comedia donde estudiantil. En seguida prefirió el drama folletinesco. El análisis crítico lleva a concluir que se trataba de un improvisado de natural talento, que se debatía entre la estrechez material y su propio espíritu anárquico, saltando de "errores garrafales" a "aciertos magníficos", según Calki. Intuía los argumentos, apenas los borroneaba, desarrollaba la trama mientras filmaba. Por muchos años no escribió un guión. Así nacieron, por ejemplo, "La muchacha del arrabal" ( 1922), "Buenos Aires, ciudad de ensueño" (1922), "Melenita de oro" (1923), "E1 organito de la tarde" ( 1925), "Muchachita de Chiclana" ( 1926) , "Las costurerita que dio aquel mal paso" (l926), "Perdón, viejita" (1927).
La seguidilla redondea un fresco del suburbio, la vida humilde, personajes y oposiciones que también están en el sainete y el tango. El mismo escribía tangos y los hacía cantar antes, durante o después de la proyección de sus filmes. Con prejuicios antiliterarios, se negó a novelas u obras de teatro. Empero, se le descubrió la influencia del poeta Evaristo Carriego, similar a él en los destinos sencillos, la comunidad del barrio, el resguardo de la inocencia. En casi todos sus films prevalecen pecadoras que se arrepienten. Desechó a intérpretes teatrales, impuso a varias actrices y en una de ellas, María Turgenova, modeló una primera estrella, anticipo de la star-cancionista.
El cine de Ferreyra fue predominantemente ciudadano, sin descartar argumentos de tierra adentro: a "Campo ajuera" se agregan "De vuelta al pago" (1919), "La gaucha" (1921), "La leyenda del Puente Inca" (1923), "E1 arriero de Yacanto" (1924), ``Odio serrano" (1924), donde la descripción no tiene la espontaneidad de sus muestrarios urbanos.
En 1927 el visionario Ferreyra emprendió con varias de sus películas una gira por países del Pacífico, llegó a Estados Unidos, saltó a España. Buscaba mercados. No obtuvo nada, pero escuchó los consejos de quienes lo alertaban sobre la inminencia del cine sonoro. Hubo de ser repatriado por amigos y de nuevo en Buenos Aires reviviría al optimismo. En 1930 filmó "El canta de mi ciudad" y "La canción del gaucho", las dos parcialmente sonoras, la primera desde su concepción, la segunda después de ser pensada en mudo. En 1931 su "Muñequitas porteñas" sería el primer film argentino sonoro y hablado por el sistema Vitaphone de sincronización fonográfica. Los ensayos acuciaron a otros en la iniciación de una novísima época.

Otros nombres, otros aportes
Si el ciclo Ferreyra, que se prolongaría hasta 1941, es el más interesante y normativo del período mudo, sería injusto pretenderlo excluyente. Acuden otros directores, películas y experiencias.
Julio Irigoyen fue uno de los realizadores de mayor continuidad con películas elementales y en ocasiones sensacionalistas. En "El guapo del arrabal" (1923), "Sombras de Buenos Aires" (éxito muy personal de María Esther Podestá, 1923), y "Tu cuna fue un conventillo" (1925) merodeo el estilo de Ferreyra, en "La cieguita de la avenida Alvear" (l924) desbordó sentimentalismo y en "La casa del placer" ( 1929) buscó el escándalo de la prostitución ciudadana.
Desde 1927 se abrió paso Luis Moglia Barth, que en "Puños, chárleston y besos" (1927) combinó risa y deporte, y en "El 90" ( 1928) pretendió la historia. Rafael Parodi impulsó antes una productora (Tylca) con "sets" donde se inició la filmación bajo luz artificial y de 1923 a 1926 se convirtió en el director de "Midinettes porteñas" , "Criollo viejo" y "Muñecos de cera" (con una jovencísima Elsa O'Connor). La preponderancia masculina no excluyó del todo presencias femeninas de comando: en 1916/17 Emilia Saleny, también actriz, dirigió "La niña del bosque" y "EI pañuelo de Clarita", y María V. de Celestini realizó "Mi derecho" (1920). No pudieron sentar tradición, no continuaron.
No deben excluirse Francisco Pablo Donadío, actor que se aventuró a la Cines de Italia y aquí dirigió "El caballero de la rambla" o "El caballero de la capa perfumada" (1925), asomándose al paisaje de Mar del Plata; Jorge Lafuente, otro actor, realizador de "Audacia y nobleza" y "Era una provincianita" en 1924/25; el frecuentador de la lírica José Marcos Pallache, responsable de "El capataz Valderrama" (1917) con Pablo Podestá; el sainetero Carlos R. De Paoli. que logró el éxito de "Santos Vega" ( 1917) haciéndole revivir a José J. Podestá venturas del drama gauchesco en el circo; Arturo Lanteri, notable dibujante de historietas, que en "Las aventuras de Pancho Talero" (1929) prefirió intérpretes de carne y hueso (Carlos Dux, Pepito Petray).
La redada de directores incluye a extranjeros que no se radicarían definitivamente en el país.
El italiano Alberto Traversa, activó de 1915 a 1992o con - Bajo eI sol de la pampa", con María Esther Podestá, Luis Vittone, Segundo Pomar y Olinda Bozán; "Los inconscientes"; ` En un día de gloria", En buena ley' , con Silvia Parodi y Pedro Gialdroni, y "La hija de la pampa". También era italiano Enzo Longhi, realizador de "Y era una noche de carnaval" ( 1925); intento de reflotar el estrellato que Lidia Liss debía a Ferreyra. Empero, fue Carlos Campogalliani el peninsular más notorio en ese momento fílmico. Estuvo de 1923 a 1926 con su mujer, Leticia Quaranta, de cierta fama internacional. Realizador y actriz trabajaron en "El consultorio de Madame Renée", "La mujer de medianoche", "La esposa del soltero" y ` `La vuelta del Toro Salvaje", ésta sobre el carnpeón de box Luis Angel Firpo.
No faltaron en esos márgenes las hermandades latinoamericanas. EI peruano José Bustamante y Ballivián dirigió en 1922/23 "Milonguita" , de asomo tanguero, y "Patagonia" y "Allá en el sur" en el interior, aspirando en Arauco Radal un simil del gran japonés Sessue Hayakawa. Peruano y escritor, igualmente, Ricardo Villarán, se prodigó de la historia ("Manuelita Rosas", 1925, con Blanca Podestá, Miguel Faust Rocha y Cosimi) al ruralismo (` `En un pingo pangaré"), el drama suburbano ("El hijo del Riachuelo", "El poncho del olvido") y el reportaje policial de urgencia periodística ("María Poey de Cánelo").
Se dieron las que hoy se llamarían "películas malditas". Curiosísimo es el lance de "Fausto" o "El Fausto criollo" (1923) de los tan citados Martínez y Gunche.
El actor uruguayo Carlos Rohmer tuvo mucho que ver en esa transposición del poema de Estanislao del Campo, narrativamente desacostumbrada entre el paisaje, la representación teatral y los versos intercalados. EI mismo año los hermanos Alfredo y Josué Quesada emprendieron un primer "Martín Fierro", chiquito, obvias las estrecheces de producción frente a la magnitud del poema hernandiano. Más fácil y mejor visto por el público fue el documental "Tribus salvajes", en 1923/24 filmado en el Chaco por el camarógrafo Emilio Peruzzi, otro de los italianos afincados en el país. Fuera del cine comercial, "El misionero de Atacama" ( 1922), del escritor y naturalista Clemente Onelli, hilvanó en un mediometraje aspectos de la vida indígena en el siglo XVIII, tendiendo a un no continuado didactismo.
Mientras el amateurismo de Onelli sentaba un antecedente, el profesional Eduardo Martínez de la Pera hacía en 1922/23 ensayos de microcinematografía en cortos sobre el cáncer o peligros de infección por la mosca. Todo parecía prematuro. Quienes se daban a algunas audacias se ignoraban o desconocían.
Esto puede ilustrarse con el siguiente hecho: pasaron muchas décadas antes de rescatarse un corto filmado en 1898 sobre una operación de quiste hidatídico practicada en Buenos Aires por el gran cirujano Alejandro Posadas.

1931 - 1940 
 
El cine sonoro

Diez cortos con voz e imagen de Gardel

Más o menos al mismo tiempo, Eduardo Morera -hasta entonces galán de nuestra pantalla muda, después realizador dirigió a Carlos Gardel en diez cortometrajes, cada uno con una canción, única aparición de Gardel en el cine sonoro argentino. "Añoranzas'', ``Canchero", "El carretero'' (incluía un diálogo con Arturo de Nava, el autor de la composición), "Enfundá la mandolina", "Mano a mano" (con un diálogo previo entre Gardel y Celedonio Flores), "Padrino pelao" , "Rosas de otoño" (antecedido por un diálogo entre Gardel y Francisco Canaro), "Tengo miedo", "Viejo smoking" (aquí hay una dramatización previa entre el cantor, César Fiaschi e Inés Murray) y "Yira yira" (con la, aparición previa de Enrique Santos Discépolo). La fotografía de los diez cortos fue de Antonio Merayo, todavía un técnico de la casa Valle, y el sonido captado por los micrófonos de Roberto Schmidt y César Raffo. La cámara utilizada era la de Lee De Forest, que había llegado a manos de Federico Valle y que antes, en poder de la Corporación Argentina de Films (importadora del invento de De Forest, el Phonofilm), había registrado las voces y las imágenes , simultáneas, de Hipólito Yrigoyen ( 1928) y el general Uriburu (1930), al tomar el poder, cada uno a su turno. Otros que habían actuado frente a esa cámara eran José Bohr y Sofía Bozán, en registros fílmicos que se han perdido.

La clase media va al cine
El cine pasó pronto a ser el alimento esencial de la familia y de los grupos de amigos que no preferían la juerga.

Los comerciantes dispusieron las salas en dos calles de modo que estuvieran lo suficientemente cerca como para que el tiempo de recorrerlas fuera como repasar la cartelera, si no se tenía un plan previo fijo.
Las matinés del sábado y el domingo en el Centro o en los barrios se convirtieron en institución para la pequeña burguesía, en momentos para estrenar ropas o sombreros y coincidir en saludos, noviazgos e invitaciones.
Una secuencia de "Los tres bérretines" dejó el registro de una de esa situaciones, frente al cine Astor (hoy desaparecido), donde proyectaban "Violetas imperiales" , con Raquel Meller, y después estrenaron "Los tres berretines", una película que, aunque realizada por Enriyue Susini, lleva en los créditos de la dirección sólo un cartel que dice "Equipo Lumiton".
El auge del sonoro coincidió con la formación de una nueva fisonomía argentina. Los años 30 fueron decisivos en la integración de la Argentina contemporánea, sucedánea de la fuerte inmigración europea abierta a fines del siglo anterior y más o menos estabilizada en sus componentes tanto étnicos como culturales y sociales.
Nuestra clase media de origen aluvional europeo se afianza en sus condiciones de estratificación y flexibilidad. Una burguesía alta se nutre del campo primero y, poco después, del producto de la creciente industrialización. La burguesía media abarca a los comerciantes, profesionales y oficinistas con cargos y salarios fijos, en tanto que la pequeña burguesía agrupa a la gran masa en ascenso social y económico, que no deja de crecer y mantenerse abierta a quienes ingresen a ella.
Esta burguesía escalonada no tardó en ser motivo de los argumentos cinematográficos que, sin preocupaciones sociologistas, retrataban lo que parecía identificatório de un modo presente de vivir. Para los estudiosos, los rustos que aún perduran de aquel viejo cine son un motivo de estudio ineludible. Hubo marginados, claro, y muchos, de los que nuestro cine también se ocupó, con intención diversa, que va desde el retrato pintoresquista hasta el melodrama diriretrato pintoresquista hasta el melodrama dirigido por las disposiciones de los gobiernos de turno.
El cine alcanzó la estatura nacional de difusión y atención que solo la radio había tenido hasta entonces. En esa carrera los alcanzó el periodismo que, por los años 30, desplazó en las páginas de las revistas las reuniones sociales y las cantas de apellido ilustre por los rostros sugestivos y las vidas "turbulentas" y triunfantes de las estrellas del cine. Radiolandia no tardó en superar en ventas a la revista El Hogar.
Buenos Aires fue el centro de irradiación casi único del cine local, en dos direcciones: la de la producción, que se llevaba a cabo, salvo escasas excepciones, en la Capital y en sus cercanos alrededores, y la de los argumentos, que, casi invariablemente, sucedían en 1a urbe porteña, motivó de asombro -dicho sea de pasó:- "en el interior y en el exterior, que convertían a la ciudad en una estrella con luz muy propia. Nuestros directores supieron aprovecharla desde siempre y regalaron a la imagen una Buenos Aires cambiante, heterogénea, pintoresca y hasta mitológica. Ya en "Muñequitas porteñas" hay recorridas de la cámara por la ciudad y alguno de los discos de fondo reproducía su imagen sonora; en 1933 "Tango" filmó la noche porteña en el Chantecler y "Los tres berretines" llena aún de asombro con innumerables tomas callejeras.

El primer año del cine sonoro (1933) se completó con la comedia ya nombrada, "Los caballeros de cemento"; con "El linyera", realizada por Enrique Larreta según una obra propia y en la que Schmidt y Raffo dieron al cine nacional la mejor fotografía conseguida hasta entonces, cierto expresionismo unido a la utilización de algunos notables contrastes con significado que sólo logró unos pocos años después el alemán Gerardo Húttula cuando cumplió idéntico trabajo en "Fuera de la ley" (Manuel Romero, 37).
También "El hijo de papá" y "Dancing" son de ese año. La primera fue dirigida por un después ilustre iluminador, el húngaro John Alton, que había sido contratado por Susini en París para asesorar a los primeros técnicos de Lumiton.
Alton no le permitió lucirse a Luis Sandrini, el protagonista de "El hijo dé papá" , y éste compró las copias y el negativo, los quemó y privó a la posteridad de un material, con los años, valioso. "Dancing" (Moglia Barth, 33) fue otra cabalgata con tangos, según la pieza de Alejandro Berrutti, y con una vuelta ingeniosa: la acción ocurre detrás de un palco de cabaret, es decir, en la trastienda de los artistas y clientes.

 Creación de Argentina Sono Film y Lumiton

Luis J. Moglia Barth, que tenía en su haber, dos películas mudas con su nombre en la dirección y varias compaginaciones con material fílmico local y extranjero, después de realizar un intento sonoro sin discos e inconcluso, que tituló "Consejo de tango" y que se componía de solo dos rollos, se presentó ante don Angel Mentasti y le propuso la filmación de un largometraje sonoro con tangos en la trama.

Don Angel Mentasti -el Viejo Mentasti- se había convertido en un importante comerciante de películas después de haber conseguido ,una nutrida clientela como corredor de vinos (!) por la provincia de Buenos Aires y las cercanas de Rosario y Santa Fe. Con las muestras de vino llevaba los títulos de películas que un amigo tenía en distribución. Con seme ante paquete de clientes no tardó en tener su escritorio de cinematografía en el barrió de los distribuidores.
Mentasti era de origen italiano y su obra más importante fue la de fundar Argentina Sono Film después de escuchar la propuesta de Moglia Barth y de contratar a Ázucena Maizani, Luis Sandrini, Libertad Lamarque, Mercedes Simone, Tita Merello, Pepe Arias, Alberto Gomez, Alicia Vinoli, Juan Sarcione y varios músicos importantes para realizar "Tango".
"Tango" es reconocido como el primer largometraje sonoro (sin discos) producido en el país. No faltan datos, sin embargo, que indican que "Los caballeros de cemento" (Ricardo Hicken, 1933), presentada en tercer lugar, estaba ya concluida antes de que se empezara a producir "Tango".
"Tango" fue una cabalgata musical en la que los intérpretes más populares de la música ciudadana mostraron sus condiciones para la canción algunos también para la actuación. El argumento era ínfimo: hablaba de un cantor desesperado porque su noviecita del barrio se había ido con un galán maduro. El supone que se fueron a París y hacia allá viaja, sin imaginar que la chica lo esperaba con paciencia en la piecita del conventillo. A la vuelta, el cantor ya había quebrado varios corazones que, de pena no más, deshojaban tangos por aquí y por allá.
"Los tres berretines"
"Los tres berretines" tuvo la gracia de un argumento probado en el teatro. La obra de Malfatti y De Las Llanderas tenia varios atractivos asociados con los "berretines" (el tango, el fútbol y el cine); la idea de la familia, con padres y abuelos, hermanos y personajes que incorporaban la vida de la calle a la del patio de la casa. La interpretación de Luis Sandrini le valió convertirse en la, primera estrella del cine local. Luis Arata y Luisa Vehil no pudieron con algunos tics del teatro y Héctor Quintanilla demostró la necesidad del actor de reparto con sólidos rasgos caricaturescos, fórmula que nuestro cine utilizó sin tregua durante los años 30, buena parte de los 40 y fue soporte esencial de innumerables argumentos de escasa médula.
Con "Los tres berretines" salió al mercado la Sociedad Anónima Radio Cinematográfica Lumiton, empresa creada por Enrique T. Susini, César José Guerrico y Luis J . Romero Carranza, nombres que, desde años atrás, estaban asociados con la primera transmisión radial argentina y con la red sonora denominada Vía Radiar.
"Lumitón" querían decir: "Luz y sonido". Para diferenciar el sentido de la obra de ambos sellos productores iniciales, unas palabras de Juan Carlos Garate (hombre de Sono) son clarificadoras: "Los de Lumiton eran un grupo de amigos -nombres de la noche, de la revista cabaret puestos a hacer cine; Argentina Sono, Film, con los Mentasti al frente, primero el Viejo, y después los hijos -Átilio y Angel Luis-, constituyeron una familia que, como tal, creó un cine familiar".

Primeros éxitos
Los aspectos citables de 1934. son la reaparición, en el sonoro, del director José A. Ferreyra con dos títulos ("Calles de Buenos Aires" y "Mañana es domingo") y el enorme éxito de, "Riachuelo", la tercera producción de Sono, con la que todo el interior argentino empezó a disputarse la presencia fílmica de Sandrini y a la que los productores locales utilizaron como tarjeta de presentación en el exterior.

Riachuelo (y dos o tres nuevas producciones de Sono). llevaba en sus baúles Angel Luis Mentasti cuando viajó a España en 1935 para vender los productos imaginados y concretados por su padre. Ídolos. de la radio" (Eduardo Morera, 1935) mostró al país el misterio cotidiano del interior de una "broadcasting" fue la obra inicial del nuevo sello Río de la Plata, comandado por Francisco Canaro que también el primer film argentino estrenado en el cine Monumental, que no tardaría en ser denominado la "Catedral del cine argentino", cuando todos disputaban su noche de estreno allí.
En "Calles de Buenos Aires" Mario Soffici había ayudado a Ferreyra en el rodaje de algunas escenas y en "Mañana es domingo" había hecho su aparición en el sonoro el rostro insuperado de José Gola, un galán que mantuvo una apostura y sobriedad que no tenían otros de entonces y que puso en evidencia su capacidad para adecuarse al nuevo medio de expresión, que exigía del actor gesto, mirada y ademán que no traicionaran la naturalidad exigida por el gigantismo de la pantalla.

Nuevos directores

El hecho más auspicioso de 1935 fue el debut de cinco directores que dieron cada uno importantes obras además de la reaparición, en el sonoro, del ex crítico cinematográfico Arturo S. Móm, que ese año realizó "Monte criollo", un excelente thriller bien interpretado por Nedda Francy, Francisco Petrone, Florindo Ferrario y Marcólo Ruggero e inserto dentro de un marcado decorativismo visual al que no fueron ajenos ni la fotografía de Francis Boeniger ni las escenografías art déco de Juan Manuel Concado.
El primer debutante que se largo al ruedo, fue Mario Sofftci, con "EI alma del bandoneón un melodrama con tan os, niñitas que mueren porque los' padres no tienen ni para los remedios y abuelos chapados a la antigua que se oponen a que los vástagos e dediquen al tango.
Cierta, reminiscencia expresionista sobre los decorados y los rostros de Libertad Lamarque y Santiago Arrieta demostró que Soffici era buen espectador de cine especialmente de cine alemán.
Lo siguió en la lista Daniel Tinayre, que con apenas veinte años, transcribió para la pantalla un radioteatro popular sobre la época de Rosas, "Bajo la Santa Federación.
Manuel Romero, que venía de la revista teatral y había dirigido algunas películas en los estudios franceses de Joinville, fue contratado por Lumiton y dirigió "Noches de Buenos Aires". Con un estilo ágil y una dinámica incomparable -tanto para dirigir como para escribir y producir- Romero completó una vastísima obra representativa de su carácter nervioso y de su notable poder de observación dentro de la comunidad porteña y en el mundillo de los actores, que conocía y supo transcribir con espontaneidad.
A Romero se deben algunos clásicos de la década del 30 Buena cantidad de sus films fueron escenificaciones de letras de tangos, desarrolladas a partir de persona es de neta raigambre porteña, entroncados en las lineas del melodrama con acotaciones sociales algunas esquemáticas, pero pintorescas digresiones sobre los ricos holgazanes y los pobres trabajadores audaces y de avanzada. Sus obras mayores: "El caballo del pueblo" (1935) "La muchachada de a bordo" (1936), "Radio Bar" (1936), "El cañonero de Giles" ( 1937), "Los muchachos de antes no usaban gomina" (1937), "Fuera de la ley" (1937), "Tres anclados en París" (1938), que marco el primer conato local de censura (ya se le exigió a los de Lumiton que reemplazaran el título inicial de Tres argentinos en París por el otro, "La rubia del camino" (1938), que lo muestra admirador del cine norteamericano, rasgo ya previsto en la idea originaria de "Fuera de la ley", "Mujeres que trabajan" (1938), "La vida es un tango" ( 1939), "Muchachas que estudian" (1939) y la trilogía "Divorcio en Montevideo" ( 1939), "Casamiento en Buenos Aires" (1940) y "Luna de miel en Río" (1940).
"Crimen a las tres (1935), de Luis Saslavsk, marco la aparición de un realizador que renovó la temática y las normas del cine argentino con refinamiento y sobriedad al mismo tiempo, la obra de Saslavsky marcó un rumbo que nuestro cine todavía desconocía: el entretenimiento envuelto en una sintaxis novedosa y adornado por una imagen que indicaba la capacidad artística del director y su concepción eminentemente visual del cine, aspecto no demasiado observado por otros en aquellos años. Semejante dedicación formal y estilística en pro de un argumento de sólido interés manifestó, además, una confianza por el cine criollo que los otros, los que lo concebían como una aventura entretenida, no habían advertido. En la filmografía de Luis Saslavsky hay obras fundamentales: "La fuga" (1937), "Nace un amor" (1938), "Puerta cerrada" ( 1939), "El Loco Serenata" ( 1939), "La casa del recuerdo" (1940), "Historia de una noche" ( 1941 ).
Alberto de Zavalía fue el último de los cinco debutantes del 35. Lo hizo con una comedia que, seguía la línea de calidad y preocupación formal trazada por Saslavsky, su socio en el sello Sifal, donde también se encontraban los futuros directores Ernesto Arancibia, como diseñador artístico, y Carlos Schlieper, como fotógrafo. La obra de Zavalía, copiosa en los 30 y 40, expresó sus apetencias literarias y su interés por llevar adelante un cine con importantes protagonistas femeninas. Su obra permite anotar "Los caranchos de La Florida" ( 1938), "La vida de Carlos Gardel", (1939), "Dama de compañía" (1940), "Veinte años y una noche" (1941), "La maestrita de los obreros" (1942), "Malambo" (1942), "Cuando florezca el naranjo" (1943), "El fin de la noche" (1943) (que debió esperar largamente el estreno ya que, como trataba un asunto de la Segunda Guerra Mundial, no se consideró conveniente su presentación), "Rosa de América" (1946), "El gran amor de Bécquer" (1946).

  • De "Viento Norte" a "Así es la vida"

Otras realizaciones del período de crecimiento del cine argentino merecen ser destacadas. "Mateo" (Daniel Tinayre, 1937), una atenta y cuidada adaptación del grotesco de Armando Discepolo, con una destacada actuación del hermano del autor, Enrique Santos, en el papel de Severino.
"Viento Norte" (Soffici, 1937) estuvo cargada de sentimiento, argentinidad sin dogmatismos y cierta dulzona atención por los personajes de la pampa, en tiempos de la lucha por la conquista fortinera de la tierra, durante la segunda mitad del siglo pasado. "Segundos afuera" (Chas de Cruz y Alberto Etchebehere, 1937), comedia musical con ambientes magníficamente expuestos y contrapuestos: el mundillo del espectáculo, la aparente felicidad de la clase alta, la resolución musical de algunos conflictos entre los personajes, la vida en la pensión y el ambiente sofocante de los deportistas. Un film cuya revisión no estaría de más. Fue el único dirigido por el crítico Chas de Cruz -atento a la comedia "a la americana" más moderna de entonces y el iluminador Alberto Etchebehere, creador de imágenes bellísimas.
Allí debutó en el cine Eva Duarte, con no más de cuatro minutos de actuación en total. "Callejón sin salida" fue una comedia dramática con voluntarios tintes folletinescos dirigida por Elías Alippi (1938). "Alas de mi Patria" (Carlos Borcosque, 1939) marcó el debut en el país del director y constituyó la más importante y espectacular realización del cine argentino hasta la fecha.
"Así es la vida" (1939) marca el gran comienzo del director Francisco Mugica, que había trabajado como sonidista, laboratorista e iluminador en Lumiton desde "Los tres berretines" y había realizado un año antes (1938) su primera película, la comedia "Margarita", "Armando y su padre" y "Así es la vida",. basada en una comedia asainetada de gran popularidad, gracias al duo que la había estrenado -Enrique Muiño y Elías Alippi-, no fué sólo la transcripción al cine de la aventura del escenario, Mugica consiguió un film independiente de la obra, sin apartarse de su letra Manejó con soltura a cámara y con el guión de Luis Marquina elaboró una trama sugerente, tierna, acongojante por momentos, pero identificatoria del sentido que entonces tenía la unidad familiar, con un fuerte ordenador paternalista que dominaba la totalidad. Con su técnica consiguió efectos visuales que, sin el agregado de palabras (tan habituales en nuestro cine y para su mal), permiten que la obra perdure mas allá de su tiempo y le den el claro significado documental que le han endosado, los años transcurridos.

LUIS CESAR AMADORI
En 1936 hizo ,su aparición Luis Cesar Amadori. Hombre relacionado con el espectáculo desde su adolescencia, estaba a cargo de la programación del teatro Maipú cuando fue tentado por Mentasti para que trasladara su buen gusto para edulcorar el trabajo de las figuras del espectáculo que estaban bajo contrato con él (Pepe Arias, Sofía Bozán y otros) en el rumbo del cine.
No le costó mucho a Amadori y, en 1936, dio pruebas felices con "Puerto Nuevo" , realización que compartió con Mario Soffici. "Fue un caso muy especial -declaró Soffici, porque Amadori no había hecho ninguna película en tanto que yo ya había hecho dos o tres; entonces claro, era muy diferente el punto de vista. Amadori se recostó un poco en la experiencia que yo tenía en el cine. Virtualmente, no se puede hablar de dirección compartida. Dirección 'compartida' existe cuando en realidad hay dos posiciones más o menos iguales, pero en el caso de Amadori no, porque recién empezaba".
Envidiables condiciones artísticas de Amadori -expresadas inmediatamente en sus obras siguientes: "El pobre Pérez", 1937; "Maestro Levita", 1938; "E1 canillita y la dama", 1938; "Madreselva", 1938; "Palabra de honor", 1939; "Caminito de gloria" ,1939; "El haragán de la familia", 1940; "Hay que educar a Niní, 1940--- fueron las de conseguir relatos fluidos e ingeniosos, comedidas sentimentales y enredos de personajes con laberintos cómico-dramáticos de mañosa resolución.
E1 primer período de Amadori -siempre servil de las estrellas hasta convertirse él en una estrella más- estuvo inclinado hacia el costado social y en alguna medida crítico, con su retrato de los marginados que buscaban una ubicación en la sociedad, sin encontrarla porque la conciencia final de su propia condición los hacía volver la espalda a cualquier proyecto de búsqueda de comprensión.
Finalmente eligió para sus argumentos personajes de otra esfera social. Entonces todo fue más fácil para el director y para sus criaturas: solo les bastaba inclinar un poco la cabeza hacia los de abajo y decidir.

LEOPOLDO TORRES RIOS
Un ejercicio absolutamente opuesto al de la epopeya en Soffici fue el de Leopoldo Torres Ríos, viejo técnico del cine mudo (período en el que también dirigió films y escribió argumentos), que retornó en 1936 a los sets del sonoro con una extraña pero interesantisima versión del sainete de Vacarezza "El conventillo de Páloma".
Un comienzo semiexpresionista delataba su afición por el cine alemán de los años 20; al que frecuentó como "revisor" de las producciones germanas que distribuía Adolfo Z. Wilson. Se prolongaba en el resto del metraje a través de una caracterización concreta de los personajes y sus contrastes con cierta despreocupación por la mínima historia contada.
"La vuelta al nido" ( 1937) fue rescatada del olvido en que la sellaron sus mismos contemporáneos y el público del estreno a fines de los años 50, cuando se descubrió en su ritmo cansino y desinteresado de cualquier acción que conmoviera al espectador, la acariciante sensibilidad con que Torres Ríos evocaba la vida familiar, sus conflictos mínimos y el profundo sentimiento que anidaba en personajes callados, de incontable hondura. Los trabajos de José Gola y Amelia Bence no son de fácil olvido.
La carrera de Torres Ríos continuó hasta los años 50 dentro de esta línea anticomercial y muy personal.

PRIMER DECRETO DE PROTECCIÓN
En, 1938 el senador Matias Sanchez Soron, se presento el primer proyecto de ley de, protección para el cine argentino, pero la intención no prosperó pese a que, desde la aparición misma del cine, sonoro, en 1933, se reclamaba un cuerpo legal para la industria cinematográfica y sus productos.
El Boletín Oficial del 12 de agosto de 1944, durante el gobierno del general Pedro Pablo Ramírez, que ya había delegado (sin renunciar todavía) el poder en su vicepresidente, el general Edelmiro J . Farrell da cuenta del decreto No 21344, el primero que se ocupa del cine nacional. Juan Domingo Perón era entonces el ministro de Guerra.
El decreto establecía tres clases de salas cinematográficas las de primera línea, o de estrenó en la Capital, con mas de 2.500 localidades, las otras salas de primera línea o de estreno era la zona céntrica (entre Leandro Alem, Rivadavia, Libertad y Santa Fe, las restantes de la Capital y el interior.
Las primeras debían pasar una película nacional cada dos meses como mínimo, durante siete días comprendidos un sábado y un domingo; las otras, una por mes, en idénticos plazos, las terceras debían, exhibir cine argentino durante dos semanas como mínimo de cada cinco, incluidos dos sábados y dos domingos.
Además, los productores quedaban obligados a realizar películas con argumentos nacionales; o de índole científica, histórica, artística o literario y con elenco técnico y artístico totalmente argentino, "en una proporción no inferior al 10% de su producción del mismo tipo y con mínimo de una película por año" (art. 7).
Se creaba la Junta Arbitral Cinematográfica con el fin de vigilar el cumplimiento de los términos del decreto, que fue modificado en 1947.

La década de 1940 encuentra a los cineastas, a los productores, actores y técnicos seguros de: que el cine argentino tiene un futuro magnifico y; de que, entre las cinematografías de habla hispana, junto con la española, no podrán ser superados. Algo de razón tenían: las películas argentinas se proyectaban en todos los países hispanoparlantes con gran éxito, aunque con paralela despreocupación de los productores por las finanzas que estas películas movían en el exterior.
Interesaban más las noticias de éxito y renombre que llegaban desde afuera que el dinero recaudado sin controles rígidos.
"Alas de mi Patria" y algunas otras películas llegaron a Hollywood para ser vistas por quienes seleccionaban material para el Oscar. Solamente, Dios se lo pague" (Amadori, 1948) alcanzó por primera vez a cima de las cinco candidatas para el premio, sin suerte final.
Tantos espectadores merecían un cine más cuidado, acaso más lujoso y sofisticado. Con esta premisa los productores iniciaron una nueva carrera. Equivocados' o no, la ruta conducía hacia abajo. Empezó a faltar material de película virgen durante el largo periodo de la Guerra del 39; muchos exiliados extranjeros comenzaron a trabajar en una cinematografía que, en esto, fue siempre de puertas abiertas, y los argumentistas, maduros en su conformación intelectual, desatendieron el suceder argentino que había sido factor de curiosidad primero y de éxito después.
Empezaron a abundar las comedias ligeras y los pesados melodramas y montaron su trono de frivolidad las "ingenuas".

EXPANSIÓN COMERCIAL Y TÉCNICA
La técnica de trabajo en laboratorios y ,estudios había avanzado mucho y son testigos de ello los progresos alcanzados en la vuelta de la década del 30 al 40 por los laboratorios Alex, que habían importado moviolas, sensitómetros otros aparejos dignos de un Hollywood vernáculo. También Argentina Sono Film había levantado sus primeros estudios y contnuó en expansión durante la década del 40 hasta completar su planta a comienzos de la del 50.
En 1937 había aparecido en la lid comercial el sello Pampa Film, con estudios propios y dirección general de Cylegarió Ferrando (su primera producción fue "La fuga", de Saslavsky), La EFA (Establecimientos Filmadores Argentinos), derivada de la cinematográfica Julio Joly y producto de la asociación de éste con el distribuidor Adolfo Z. Wilson (productor de "La vuelta al nido"), dio sus primeros títulos en 1938: "Adiós Buenos Aires", (Torres Ríos), "La estancia del gaucho Cruz" (Torres Ríos), "Busco un "marido para mi mujer" (Arturo S. Mom), y "Los apuros de Claudina" (Coronatto Paz). No tardó en llegar a la EFA el español Luis Bayón.Herrera, hombre de la revista teatral porteña, que, al igual que los prolíficos Romero y Amadori, dio al cine nacional una extensa producción.
Otro español, don Miguel Machinandiarena, asociado primero con Julio Joly, estrenó "Novios para las muchachas" (Antonio Momplet; 1941 ), fundó después la productora Estudios San Miguel, con galerias en Bella Vista, realizó un primer film denominado "Petróleo" (A.S Mom,1940) y una vasta producción que incluye; títulos muy famosos: "Melodías de América'' (Morera, 1942), "En el viejo Buenos Aires''; (Momplet, 1942), "Cuando florezca el naranjo" (Zavalía, 1943), "Tres hombres del río'' (Soffici, 1943), "Juvenilia" (Augusto C. Vatteone, 1943), "Eclipse de sol" (Saslavsky; 1943), "Casa de muñecas" "Arancibia", 1943); "La dama duende" (Saslavsky, 1945), "La cabalgata del circo" Soffici, 1945), "La pródiga" (Soffici, 1946, nunca estrenada y con Eva Duarte como protagonista), "La tres ratas" Carlos Schlieper, 1946), "La cumparsita" (Momplet, l947).
En 1941, la gente del diario Critica se asocio en la inauguración de los Estudios Baires productora con sets propios (los únicos sobrevivientes en la actualidad), instalados en Don 'Torcuato.
Su producción inicial fue "Ultimo refugio" (John Reinhardt, 1941), aunque había tenido que ver con la realización de "Mateo" (Tinayre, 1937). Como productora, Baires solo trabajó en 1941 y 1942.


1941 - 1950


El cine femenino
Con ese rótulo se delata un genero que historias dulzonas de sueños dramas domésticos. y amoríos, juveniles que tenían cómo centro a la jovencitas que nacían a la vida llenas de caprichos enamoradizas o confundidas por la incomprensión de los mayores "Soñar no cuesta nada (Amadori, 1941) abrió la catarata. La siguieron "Los martes orquídeas" (Mugica; 1941); "Adolescencia" (Mugica, 1942), "El tercer beso" (Amadori, 1942), "Su primer baile" (Ernesto Arancibia, 1942), "Claro de luna" (Amadori, 1942).

Ellas son algunos ejemplos representativos del sufrimiento y las sonrisas juveniles de Mirtha Legrand y su hermana Silvia, de María Duval y de alguna otra.
El Cine argentino se fue restringiendo en su temática y dirigió su mira exclusivamente hacia la mujer, si bien es cierto que el público femenino era el que colmaba las salas.

"La guerra gaucha"
Lucas Demare, que traía alguna experiencia cinematográfica de España y comenzó a dirigir en la Argentina en 1938 ("Dos amigos y un amor"), dio su prueba mayor con "La guerra gaucha" (1942), epopeya clásica dentro de nuestra cinematografía Los relatos de Leopoldo Lugones vertidos a la pantalla en imágenes de suelto pero incontenible vigor, dentro de un marco espectacular y reconocible extensión (nada de estampitas de colegio), junto con una historia muy interesante, confirieron al film el, sello de calidad que nuestra pantalla requería.

LA NUEVA LEYEn 1947, en pleno primer gobierno peronista y en una época de severo control de los medios de comunicación ---la radio, el cine, los diarios y revistas-, a los que ya se reconocía como capaces de transportar y difundir cualquier ideología, fue modificado el decreto 21.344 de 1944.
La ley 12.999, promulgada el 14 de agosto de 1947, estableció un nuevo sistema jurídico para el cine argentino.
Las salas sufrían una diferente clasificación respecto de lo dispuesto por el decreto 21.344, y cambiaban los periodos de exhibición. Las salas céntricas de mayor capacidad y las del segundo grupo debían exhibir una película argentina por mes, como mínimo, durante una semana, y con un sábado y domingo incluidos.
Las otras de la Capital y del interior del país tenían que presentar películas argentinas de largometraje durante dos semanas como mínimo cada cinco, con dos sábados y domingos incluidos. Establecía también los porcentajes que los exhibidores debían pagar a los productores y distribuidores y las sanciones correspondientes, en caso de incumplimiento, que serían aplicadas por la Subsecretaria de Informaciones y Prensa.
La obligación establecida por la ley 12.999 correspondía a las películas argentinas estrenadas dentro de los dos años anteriores.


1951 - 1960

DECLINACIÓN ARTISTICATerminada la segunda guerra mundial y estabilizado el país con el gobierno peronista, comenzó a crecer la producción. Pero también se profundizó una crisis latente.
Declinación artística
Hasta ese momento el cine argentino había mostrado tendencias temáticas recurrentes, por un lado, la supeditación a "figuras estelares", en menor escala, lo "épico histórico" y tímidas tentativas a lo "social folklórico" Una cuarta corriente adquirió predicamento la "orientación internacional" con indiscriminadas obras literarias teatrales extranjeras.
El nuevo género nefasto, se explicaba: el deseo de competir con el cine mexicano por los mercados latinoamericanos y un desencuentro con lo nacional "atribuible en parte a la escasez e nuevos argumentistas Los consagrados tuvieron multiplicada demanda, lo cual lesionó la calidad de sus libros.
Se sumó la improvisación en la producción, por afán de ganancia fácil, rápida y segura inadecuada, preparación cultural técnica de los directivos de la industria, el temor al compromiso político o ideológico que provocara censuras. El investigador Abel Posadas insiste: "Jamás en la República Argentina, durante ,el periodo sonoro, pudo filmarse con libertad, de acuerdo con una ideología que sea o no liberal, que responda o no a la cosmovisión de las Fuerzas Armadas, de la Iglesia o del gobierno de turno. El productor Atilio Mentasti, por su parte, señaló: "Se puede hacer una película importante sobre lo que pasa en el país, pero quién se atreve a hacerla, a hacerla en serio...Mañana recibe usted una amenaza o le pegan un tiro..."
Hubo -pues un déficit evidente, en "la posibilidad de análisis de la realidad del país, que estaba cairibiando, profundamente. En consecuencia, el cine acentúo su desarraigo y cayó en una temática repetida, sin compromisos. Todo ello fue llevando a la inercia y precipitó el agotamiento de los atractivos comerciales.
"A principios de la década del cincuenta habíamos perdido nuestra hegemonía comercial, sin poder vanagloriarnos de un nivel artístico cabal", observaría el letrado y productor Néstor Gaffet.
También se improvisó en el mercado doméstico, día a día más difícil la relación con los, empresarios exhibidores. Los llamados "circuitos de exhibición" fueron organizados tempranamente por los intereses de las distribuidoras norteamericanas, con imponente aparato publicitario. El cine argentino se descubrió entonces económicamente débil, parapetado en un mercado interno del cuál apenas el veinticinco por ciento de la población era su público potencial.
Las recaudaciones penosamente llegaban a cubrir los presupuestos de filmación.
El absoluto desamparo legal frente al homogéneo ejército de la exhibición completó el desolador panorama Ante el quebranto, por expreso cedido de la producción, el Estado comenzó en 1944 a subvencionar a la industria cinematográfica.

LOS DIRECTORES Y SUS PELICULASA pesar de lo expuesto, el cine argentino de esos años no agoto sus reservas "tres importantes realizadores comenzaron entonces su carrera y varios consagrados redondearon logros o cometieron ambiciosos errores.
Hugo del Carril Debutó en la dirección con "Historia del 900" (1949), pintura del Buenos Aires finisecular, crédito amplio a pesar del esquemático guión. "Surcos de sangre" (1950), hecha en Chile, mostró avances encima de la errónea adaptación de Eduardo Borrás de "La dama de gris", de Sudermann. Por momentos el director llegó al canto épico.
En 1952 "Las aguas bajan turbias" asombró y quedaría en clásico del cine bajo el peronismo.
Sobre la novela "El río oscuro" , de Alfredo Varela, no obstante la adaptación irregular de Bonás, mantiene hoy su fuerza expresiva. Lo mejor reside en el tema nacional poco frecuentado y de muy ricas vertientes (la explotación de los mensúes en los yerbatales misioneros de (1924) y en la desesperada búsqueda de humanidad en un mundo casi animal. Una narración lenta crece y atrapa hasta culminaciones entre el humillado y el verdugo, o la de una violación, al margen de diálogos no creíbles diluidos en una misteriosa grandeza.
"La Quintrala" (1955) pudo ser un fresco de Chile colonial a través de la vicisitudes erótico criminales de una Lucrecia Borgia sudamericana. Del Carril buscó imágenes expresivas y grandes contrastes, sobre todo en dos secuencias formidables: la procesión y el terremoto.
"Más allá del olvido" (1956), a pesar de la distancia afectiva con el mundo íntimo de su realizador, consumó un melodrama romántico.
Leopoldo Torre Nilsson Debuto, con codirección de su padre, en "El crimen de Oribe" (1950), versión de una novela de Adolfo Bioy Casares , Con desniveles, no se ocultó un director refinado, un clima de sugerencias poéticas.
Del mismo equipo fue "El hijo del crack" que a pesar (1953), de un guión precario, evidenció seriedad, reveló el talento infantil de Oscar Rovito y registró lo mejor de Armando Bo actor.
En 1954 Torres Nilsson presentó como director absoluto "Días de odio" , sobre un cuento de Jorge Luis Borges Mas allá de la inquietud de elección y resultados irregulares sorprendió en audacias de ambientación sórdida. Luego de "La Tigra" (1954), modesta y fallida, accedió a la producción comercial con "Para vestir santos" ,(1955), cuidando imágenes entre Tita Merello un melodrama "Graciela" (1956) trajo una primera Elsa Daniel reprimida (que el director perfeccionaría en futuros guiones de Beatriz Guido en abusos de cámara oblicua e influencias foráneas más tarde decantadas.
"El protegido" (1956), sobre guión propio, fue una denuncia valiente sobre arribistas y desencantados en el mundo del cine, unida a una menor historia sentimental. Es ahora un film curioso, pese a sus escasos alardes formales.
Fernando Ayala Presentó en 1955 su primera Fernando Ayala Presento en 1955 su primera película, "Ayer fue primavera'' x comedia sentimental, intimista y romántica, luchando contra libro trillado de Rodolfo Taboada. La siguiente "Los tallos amargos" (1956), curiosa y ambigua, describió los remordimientos de un presunto autor del crimen perfecto Ayala reveló innegables inquietudes, modernidad de realización, e incluyó una impecable banda sonora al cargo del talentoso Astor Piazzolla.
Paralelamente, corren los veteranos. El talento de Mario Soffici descató momentos de "Tierra del fuego'' (1948) en lucha contra un pesado guión de Petit de Murat. Alcanzó esplendor visual en "El extraño caso del hombre y la bestia ( 1951 ), donde Olga Zubarry brindo una interpretación memorable. En "Pasó en mi barrio", ( 1951) encaró la crónica costumbrista y abarcó una discreta pintura de la barriada boquense, con grandes interpretaciones de Tita Merello y Mario Fortuna. Por fin recuperó su gran vigor narrativo en "Barrio gris" (1954) apoyado en la sólida novela de Joaquín Gómez Bas, sobrenadando la censura y la propaganda oficial.
Luis Saslavsky y aportó "Historia de una mala mujer (1994), elegante y gélida versión de "El abanico de Lady Windermere' , de Oscar Wilde. La caligrafía del director brilló en mengua del melodrama. "V idalita" ( 1949) fue obra talentosa e impar, desenfadada; en clave de comedia musical. Le valió a Saslavsky múltiples ataques que apuraron su alejamiento.
Daniel Tinayre brilló con "A sangre fría" (1947), policial con excelencias de realización y "Danza de fuego" (1949), apabullante en el despliegue técnico. Pero fue en "La vendedora de fantasías" (1950) donde, liberado de mimetismos, concretó una irresistible combinación entre el policial y la comedia brillante. Luego "Deshonra" ( 1952) tuvo el handicap de un libro folletinesco inficionado de propaganda oficial sobre las cárceles, pero una técnica segura volvió a brillar.
Lucas Demare (desmembrado el equipo inicial de (Artistas Argentinos Asociados) realizó "La calle grita" ( 1948), buena comedia con punzantes observaciones sobre la vida de la clase media, una última incursión riesgosa, contemporánea, bajo el peronismo. Luego de dirigir "La culpa la tuvo el otro" (1950), una de las mejores películas de Luis Sandrini en años; Demare, pudo consumar un acariciado proyecto "Los isleños" (1951) sobre la vida de los Pobladores del Delta Su visión realista, madura, ceñida, muy humana, se vio reforzada en la notable interpretación de la Merello y, Gar Buhr (en reemplazo del prohibido, Petrone, la música de Gilardo Gilardi y el laconismo del diálogo.
Después Demare retomó parte del aliento épico que lo caracterizó en "El último perro" (1956) sin poder superar las tendencias melodramáticas del original de Guillermo House, pero perfeccionando el uso del ferraniacolor en exteriores. "Después del silencio" (1956), en cambio, se vio afectada por la escasa calidad del guión de un declinante Pondal Ríos, no obstante el argumento sobre un caso real y patético bajo el peronismo.
Fecundo en autenticidad, frescura, vigor narrativo y carmo por sus personajes Leopoldo Torres Ríos consiguió en "pelota de trapo" (1948) otro clásico del cine argentino Trazo con espontaneidad y lirismo la vida infantil, y su pasión por el fútbol Fue luego el director del primer largometraje en ferraniacolor, "Lo que le pasó a Reynoso" (1955), y retomó sus mejores atributos en "Edad difícil" (1956), visión poética, nostálgica y real del amor pre-adolescente, en la cual descollaron su sinceridad y su capacidad de observación de las gentes humildes.
En el recuento es imposible obviar el ciclo de comedias sofisticadas de Carlos Schlieper, descripción picaresca, elegante, vital y desinhibida de la "lucha de los sexos" en ambientes de la burguesía comodada. Schlieper la supó reflejar como nadie en el medio argentino.
"El retrato" (1947), "Cuando besa mi marido" (1950), ` `Arroz con leche" ( 1950), "Cosas de mujer" ( 1951 ) o ` `Mi marido y mi novio" ( 1955) son verdaderos hitos de un género difícil que divirtió a nutridos auditorios.
De los géneros "escapistas", en el policial hubo varios aciertos. Así, Hugo Fregonese encaró con trepidante acción el estilo semidocumental de influencia norteamericana en "Apenas un delincuente" (1949). Menos espectaculares e igualmente efectivas fueron "Captura recomendada" (1950) y "Camino al crimen" ( 1951 ), ambas de Don Napy, y "Del otro lado del puente" (1953), de Carlos Rinaldi. Elaborada y de empinada calidad resultó "La bestia debe morir" (1952) del irregular Román Viñoly Barreto. Kurt Land, por su parte, aportó dos films de vertiginosa acción: "Mercado negro" (1953) y sobre todo "La delatora" (1955).
Consideración aparte merece Carlos Hugo Christensen. Luego de "La muerte camina en la lluvia" (1948), de conseguido clima morboso, presentó "Si muero antes de despertar" y "No abras nunca esa puerta" (ambas de 1952), sobre cuentos de William Irish, orquestando caligrafía de imagen, buceo psicológico e impar manejo del suspenso.
En el melodrama, Luis Cesar Amadori arribó en "Dios se lo pague" (1948), a su obra mas equilibrada · y que mejor representa su estilo "operístico" . "Almafuerte" dibujó una aceptable biografía del poeta mientras "Nacha; Regules" ( 1950) opaco hasta el tedio la novela de Manuel Gálvez. Otros aciertos en esa línea fueron alcanzados por Ernesto Arancibia con "La orquídea" ( 1951 ), Tulio Demicheli con "La melodía perdida" ( 1952) y Enrique Cahen Salaberry con "En carne viva" (1955).
En lo popular tuvieron resonancia "Arrabalera" ( 1950), de Demicheli, versión de "Un tal Servando Gómez" , de Samuel Eichelbaum, con acertada descripción de tipos y ambientes; "El último payador" (1950), de Homero Manzi y Ralph Pappier, biografía de José Betinoti, muy cálida; "La barra de la esquina" ( 1950), de Julio Saraceni, sencillo y emotivo relato acerca de la amistad; "Suburbio" (1951), de León Klimovsky, que intentó el traslado del neorrealismo; "Sala de guardia" (1952), eficaz film en episodios de Demicheli; "Caballito criollo" ( 1953), noble intento de cine rural, con irregula dirección de Pappier; "Dock Sud" (1953), última producción local de Demicheli; algunas comedias para lucimiento de Sandrini y las musicales de Lolita Torres. Entre las cómicas sobresalió "Avivato" (1949), buen entretenimiento de, Cahen Salaberry, la mas fresca interpretación de Pepe Iglesias y un éxito comercial extraordinario. También mencionarse dos vetuculos para el delirante humor de Los Cinco Grandes del buen Humor: "Fantasmas asustados" (1951) y "La patrulla chiflada" (1952), ambas de Carlos maldi.
Por último, en 1955, "Concierto para una lágrima", "Mananela" (ambas Julio Porter) y "la simuladora", de Mario Lugones, confirmaron a Iga Zubarry como la actriz mas versátil del cine argentino de ese tiempo.


LOS OSTRACISMOSEn forma paulatina no faltaron persecuciones ideológicas. Se confeccionaron listas negras y se determinaron exilios, voluntarios u obligados.
Testimonia Domingo Di Núbila: "Libertad Lamarque y Francisco Petrone fueron las primeras "... víctimas importantes de la persecución a los artistas antiperonistas..." En un lapso breve hubo un verdadero éxodo: Luis Saslavsky, Carlos Hugo Christensen, Tulio Demicheli, Ulyses Petit de Murat, Alberto de Zavalía, Alejandro Verbitzky, Orestes Caviglia, Niní Marshall, Delia Garcés, Susana Freyre, Arturo García Buhr, María Rosa Gallo , Camilo Da Passano, Juana Sujo, Pedro López Lagar, Santiago Arrieta, Aída Olivier. . . Otras figuras, como Hugo Fregonese, Tilda Thamar, Susana Canales, Fernando Lamas o Carlos Thomvson. ante el desmoralizado ambiente, decidieron continuar sus carreras en el exterior y unos terceros, Paulina Singerman, Luisa Vehil, Miguel Faust Rocha, Nini Gambier o Irma Córdoba, vieron interrumpidas sutilmente sus carreras cinematográficas...
Luego del golpe de estado de setiembre de 1955 regresarían la mayoría mientras inversamente otros rostros (Fanny Navarro, Malisa; Zini, Eduardo Cuitiño, Pedro Maratea, Pierina Dealessi, Mario Danesi, Perla Mux) emprendían el duro camino del olvido o la desocupación. En suma, también el cine reflejó un país permanentemente desgarrado en dos, en "el exilio político y el exilio cultural, fuera y dentro", según Beatriz Guido.

DECRETO LEY 62/57

Luchas por la supervivencia
En diciembre de 1955 el profesor Antonio Aíta fue designado Director General de Espectáculos Públicos y decidió la vigencia de la ley 12.999 mientras se proyectaba una nueva. En 1956 las rivalidades en el seno del gremio (el Comité de Defensa por un lado, el Movimiento de Recuperación por otro) y sus fricciones con la exhibición (deseosa de retrotraerse a sus privilegios de antes de 1944) retrasaron soluciones y llevaron a una parálisis `de producción, al colapso financiero de la industria.
Hubo un momento sin ninguna filmación, de desocupación para obreros y técnicos, de intérpretes y directores tentando oportunidades en el exterior. Finalmente se sancionó el decreto ley 62/57, convalidado por el gobierno constitucional en 1958.
Extendió al cine los derechos de libre expresión que la Constitución asegura a la prensa, fijó régimen de obligatoriedad de exhibición, creó un sistema de subsidios y protección de acuerdo a la calidad de las películas y dio lugar a la constitución del Instituto Nacional de Cinematografía. Fue un espectro de optimismo que hay necesidad de medir en relación a toda la realidad política posterior.
1957 se inicia con la esperada sanción del decreto ley No 62/57, que establece entre sus, principales puntos 1) el fomento para la cinematografía argentina en su carácter de industria, comercio, arte y medio de difusión y educación; 2) la garantía de libertad de expresión cinematográfica, tal como rige para la prensa; 3) la creación de un organismo especial el Instituto Nacional de Cinematografía que, como ente autárquico dependiente del Ministerio de Educación y Justicia, reemplazará a la Dirección General de Espectáculos; 4) la calificación de las películas nacionales para su exhibición según su calidad, de cuerdo a dos categorías: "A" (de exhibición obligatoria y con derecho a todos los beneficios del decreto-ley) y "B" (no obligatorias y sin beneficios); 5) la calificación de las salas cinematográficas y la determinación de los turnos de exhibición y de los porcentajes a pagar por los exhibidores; 6) la protección de la minoridad mediante una subcomisión calificadora de films; 7) la conformación de un Fondo de Fomento Cinematográfico (integrado por el l0 % del precio de toda entrada o localidad, el importe de las tasas de visación de toda película extranjera y las multas u otros recursos específicos; 8) el otorgamiento de beneficios económicos para la industria (créditos bancarios, fondos de recuperación industrial, premios especiales a la producción, a artistas y equipos técnicos, etc.); 9) la difusión en el exterior de las películas de exhibición obligatoria; 10) la creación y mantenimiento de un Centro Experimental Cinematográfico para la formación de artistas y técnicos; 11) el fomento del cortometraje; 12) la aplicación de sanciones a quienes ejercitaren censura o impidieren la libre circulación y exhibición de una adhieren la libre circulación y exhibición de una obra cinematográfica.
La anulación de toda legislación anterior y la demora en la puesta en vigor de lo establecido por ley, harán que el optimismo inicial se diluya ante el insólito panorama de una industria paralizada: un único estudio en actividad -Argentina Sono Film, donde se rueda "Rosaura a las diez"- y los otros enfrentando graves crisis (Lumiton se halla bajo pleito judicial; EFA, en quiebra, alquila sus instalaciones como salones de baile para carnaval; se anuncia la venta de Film Andes de Mendoza...).
Recién en abril, por medio de tres decretos del Poder Ejecutivo, se creará el Instituto y se determinarán su misión y funciones, se establecerá una reglamentación provisoria y· se, designará el, directorio que lo regirá. La elección para el cargo de presidente del mismo del ex-director de espectáculos Antonio Aíta ahondará la brecha existente entre el Comité de Defensa del Cine Argentino (conformado por Argentores, SICA, Unión de Productores -UPCA-, Laboratorios Argentinos; Sociedad de Escenógrafos, Sociedad Argentina de Directores -SADIR- y SADAIC) y el Movimiento de Recuperación del Cine Argentino (integrado por la Asociación de Directores de Películas, Asociación de Cronistas, Federación de Cine Clubs, Realizadores de Cortometraje y Asociación del Cine Experimental), por cuanto los primeros se oponían a tal Días de hostilidad se avecinan ante las primeras medidas adoptadas por el Instituto, que habrán de desembocar en una guerra intercinematográfica que enfrentará al organismo con la producción, la distribución y la exhibición.
La exhibición protestará airadamente contra la 62/57 a la que tilda de anticonstitucional y la considera un atentado a la libre empresa Se queja de las bajas "medias. de continuidad" (cantidad de espectadores-promedio para mantener una película en cartel), de la calificación de las salas (salas de lanzamiento, de cruce, de clase B, cabecera de barrio, de primero o segundo turno, populares) y, fundamentalmente, del hecho de estar obligada a exhibir, en fechas y salas determinadas por sorteo, películas nacionales que no dejan las ganancias de la competencia extranjera. Dos medidas impositivas fijadas por el Poder Ejecutivo (impuesto a cada película extranjera y recargo del 15 % sobre cada entrada que se venda) sacudirán a los distribuidores y exhibidores, quienes resolverán no pasar más films nacionales.
Se suspenderá, en consecuencia, el estreno prefijado de "La casa del ángel" y "La bestia humana", que debían ser los dos primeros del año. El revuelo es mayúsculo: urgentes asambleas de SICA, delegaciones de artistas y funcionarios a la Casa Rosada, cabildeos en el Instituto y acción directa de estrellas, realizadores y técnicos que, rasqueta, engrudo y afiches en mano, saldrán a arrancar de marquesinas y vidrieras las fotos y anuncios de los films extranjeros que sabotean nuestros estrenos, en una "operación propaganda" que terminará con intervención policial. EI reclamo del cine argentino llegará, mediante el jefe de la Casa Militar, capitán Francisco Manrique, al mismo general Pedro Eugenio Aramburu, primer mandatario, quien ordenar el cumplimiento de la ley entre vivas, aplausos e Himno Nacional.
La conciliación entre exhibidores y productores habrá de llegar, pero no a través del Instituto.
Representantes de la producción reconocerá que las entradas que devén hacer las películas argentinas en cartel tienen que cubrir los gastos del cine y asegurar un mínimo beneficio al exhibidor, por lo que aceptarán un aumento en las "medias de continuidad", ratificarán la cantidad de estrenos nacionales para cada sala de lanzamiento (uno por trimestre) y acordarán con los exhibidores nuevos porcentajes en cuanto a la obligatoriedad de exhibición. El acuerdo se sellará en los altos del Cine Monumental. Alta, en un primer momento, intenta desconocer los arreglos gremiales, pero, días después, acepta las gerencias y se modifican esos artículos de la ley "a los efectos de contemplar más equitativamente los intereses de ambos sectores".
Las críticas contra la conducción oficial del INC no disminuirán. Por el contrario, todos los sectores remarcarán los desaciertos y se iniciará un continuo desfile de nuevos asesores, nuevos directorios, nuevos consejos consultivos. En diez años habrá diez cambios de autoridades.
Se sucederán así los elencos presididos por Narciso Machinandiarena (1958), Emilio Zolezzi(1959), Pablo Christensen (1960); los delegados del Poder Ejecutivo, Félix Taurel ( 1961 ) y Juan Carlos Goti Aguilar ( 1962); los interventores Marcelo Moreno (1963), Gastón Nogués (1963), Alfredo Grassi (1964) -a quien el gobierno de Illia confirmará como presidente- y, tras la caída del gobierno constitucional, la intervención militar, a cargo del coronel Oscar Vedoya (del lo al 13 de julio de 1966) y del teniente coronel (re) Adolfo Ridruejo, quien, con la nueva ley de cine No 16955/63, asumirá el cargo de administrador general hasta el próximo gobierno civil.

  • La reactivación industrial y la Unión

Hacia agosto de 1957 las catorce entidades del cine que propiciaran la sanción de la 62I57, conforman una federación para defender la actividad que las aúna, bajo la denominación Unión del Cine Argentino (U.C.A.).
El otorgamiento de créditos a proyectos cinematográficos así como la posibilidad de recuperar el dinero invertido mediante el beneficio de un subsidio de recuperación industrial o de los premios en efectivo que anualmente un jurado especial otorgará a la producción, permitirán la tan ansiada reactivación fílmica y la aparición, dentro de los tradicionales esquemas industriales, de un nuevo cine independiente: Los apenas 15 estrenos de 1957 se harán 32 en 1958, 22 en 1959, 31 en 1960 , 25 en 1961, 32 en 1962, 27 en 1963, 37 en 1964, 30 en 1965, 34 en 1966 y 27 en 1967.
A la vanguardia de esa renovación, Leopoldo Torres Nilsson y Fernando Ayala confirmarán esperanzas. La obra de Torre Nilsson, desde "La casa del ángel", será consagrada internacionalmente y sus películas ("El secuestrador" 1958; "La caída", (1959); "Fin de fiesta" y "El guapo del 900", (1960), "La mano en la trampa" y "Piel de verano'',(1962), serán la expresión de un discurso sólido y adulto, de lúcida crítica universal, barrocamente cinematográfico Menos intelectual y más localista, Ayala logra, en 1958, su gran éxito de público y crítica con ``El jefe" , que no conseguirá repetir, ese a intentos válidos ("El candidato" , 1959; "Sábado a la noche, cine", 1960; "Paula cautiva" y "Primero yo", (1963); "Con gusto a rabia",(1964), por lo cual abandonará la línea político testimonial para intentar la comedia.
Algunos directores "de la vieja guardia" reverdecerán laureles desteñidos por la rutina y el oficio con obras de madurez sensibilidad. (Soffici, "Rosaura a las diez", 1958, Leopoldo Tones Ríos, "Demasiado jóvenes'', (1958) y "Aquello que amamos",(1959); Francisco Mugica, "He nacido en Buenos Aires'',(1959); Demare, "Hijo de hombre",(1961), Del Carril, "Una cita con la vida'', (1958). El resto y los de la generación intermedia repetirán, sin mayor inquietud y con bastante mediocridad, fórmulas de supuesto éxito popular, que les permite "estar en actividad" y entrenar por lo menos, una vez al año. En el campeonato por la cantidad ganará, lejos, Enrique Carreras (24 películas argentinas en diez años), seguido por Julio Saraceni (13), Leo Fleider; Carlos Rinaldi y Román Viño y Barreto.
En contra de este tipo de cine surgirá del ambiente cineclubístico y del cortometraje en una joven generación de cineastas que la critica especializada identificará como "Nuevo Cine Argentino".

EL FESTIVAL CINEMATOGRÁFICO INTERNACIONAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINAUna entidad privada (la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina) conseguirá, a fines de 1958, la autorización de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Films (FIAPF), para realizar en marzo de cada año, un certamen de categoría internacional en la ciudad de Mar del Plata.
El 12 de marzo de 1959 se inaugura el Festival que, interrumpidamente hasta 1966 (y bianualmente luego) permitirá vincular a nuestra "producción con los mejores exponentes cinematográficos del mundo.
Durante diez agotadores días los comités organizadores intentarán cumplir con sus maratónicos planes de recepción, traslados y alojamientos, presentaciones de comitiva, reuniones de prensa, actos de protocolo y relaciones públicas, agasajos, excursiones y fiestas campestres, desfiles de pasarela, exhibiciones múltiples y simultáneas, edición de una gaceta con las últimas noticias y las fotos más recientes, otorgar premios, disimular omisiones, "desfazer entuertos" y despedir a todos con una sonrisa y la promesa de volver a la "Ciudad Feliz" (salvo en 1964, cuando el Festival se traslada a Buenos Aires, pero con iguales -si no mayores- complicaciones y escándalos).
La experiencia recogida tras el Primer Festival (al que acudieron invitados Abel Gance, Andrzej Munk, Julien Duvivier, Alfred Bauer), los contactos establecidos con las autoridades de otros certámenes y la participación posterior -como socios activos- de todas las entidades gremiales de la industria, permitirán el crecimiento cultural, comercial y promocional de la muestra. Así, durante la segunda edición marplatense se iniciarán, bajo la dirección de Rolando Fustiñana, "Roland", los Encuentros Internacionales de Teóricos, que al discutir sobre el fenómeno de la creación cinematográfica alcanzarán enorme difusión mundial. Georgés Sadoul, Lotte Eisner, Henri Langlois, Guido Aristarco, Fernaldo Di Giammateco, Jacques Dõroiol-Valcroze, Pierre Kast, Carlos Fernández Cuenca, Edmund Luft, Derek Prouse, Marcel Martin, Peter Baker, Andrzej Wajda, Georges Fenin, Giulio Cesare Castello, Jerzy Stawinski, Joseph Mankiewicz, Valerio Zurlini, Paddy Chayefsky, Delbert Mann, Bernard Wicki, Edouard Molinaro, Anthony Asquit y hasta un futuro Premio Nobel, St. John Perse, integrarán, con realizadores y críticos argentinos, el primer panel. Con el tiempo desfilarán Karel Reisz, Albert Lamorisse, Gillo Pontercorvo, Jerzy Passendoffer, Mikhail Kalotozov, Edgar Morin, Zoltan .Fabri, Sergio Amidei, Cesare Zavattini, Vincent Canby, Francois Truffaut, Jacques Demy, Roger Manvell, Bert Haanstra, Juan Antonio Bardem, Mario Verdone, Morando Morandini, Robert Benayoun, Andrew Sarris, Abby Mann, Micklos Jancso, Vilmot Sjoman, Antonio Petrangeli, Karel Kachin entre otros.
Pero también habrá tiempo para la frivolidad; y los rostros de moda del nuevo cine (Graciela Borges, Elsa Daniel, Gilda Lousek, María Vaner, Graciela Duffau, Dora Baret, Fernanda Mistral, Marilina Ross, Marcela López Rey, Isabel Sarli, Alberto Argibay, Ignacio Quirós, Héctor Pellegrini, Walter Vidarte, Luis Medina Castro, Leonardo Favio) compartirán con los monstruos sagrados de aquí y de afuera fotos y aplausos de "fans" , que los compararán "de cerca" con las estrellas visitantes (Harriet Andersson, Emanuelle Riva, Jacqueline Sassard, Marie Laforet, Micheline Presle, Senta Berger, Marisa Mell, Germaine Damar, Anna Karina, Marie-Jose Nat, Lea Massari, María Schell, Janet Leight, therine Deneuve, Susan Strasberg, Christine Schollin, Catherine Spaak, Curd Jurgens, John Mills, Jacques Tati, Zbigniew Cybulski, Robert Ryan, Stuart Witman, Anthony Perkins, Vittorio Gassman, Lino Ventura, Cantinflas, Maximilian Schell, James Mason, Toshiro Mifune, Van Helflin, etc.)
Ante el auge de las coproducciones (entre 1957 y 1965, según consigna la Gaceta del VII Festival, 48 producciones compartidas con España, 19; México, 6; Brasil, 6; Italia, 5; Paraguay, 3; Venezuela, 3; y una con Suecia, Alemania, EE.UU., Francia, Alemania y Perú, brotarán utópicos proyectos: Cybulski intervendría con la Daniel y Rabal en "La mano en la trampa Andrzej Munk dirigiría para Gaffet un film sobre el reciente secuestro de Adolf Eichmann; la heroína de "Adorado John", Christina Schollin, trabajaría con Ayala y Abel Gance realizaría una supercoproducción sobre la vida del general San Martín. Los resultados no serán tan auspiciosos más allá de la mediocre calidad de los filmes coproducidos quedara al descubierto la irnpenosa necesidad de reequipar técnicamente a nuestra industria (durante la filmacion de "Un itahano en la Argentina", dirigida por Dino Rissi, deberá traerse urgentemente de Roma una cámara y Mitchell pues las tres que aquí existían ya no daban más. . . ).
La burocratización alcanzará también al Festival; que será centro de criticas por la mala selección de películas, la desorganización oficial, la ausencia de figuras anunciadas, los reemplazos de último momento "para salvar el decoro del festival", los premios por compromiso.
La aparición sobre el horizonte de un festival carioca pleno de luminanas, hacia 1965, y los rumores de una posible alternancia con Río serán el comi

 

1961 - 1970

EL FENOMENO DEL NUEVO CINEEl cine se intelectualiza. Los argumentos de nuestros escritores contemporáneos llegan a la, pantalla con dispar suerte, de la mano de heterogéneos directores.
Los más afortunados, Beatriz Guido y David Viñas, encontraran en Torre Nilsson y Ayala, respectivamente, los interlocutores válidos para desarrollar una obra cinematográfica compartida. Los demás excepcionalmente encontrarán quienes sepan traducirlos con la fidelidad que los literatos desean. Aparecerán entre otros, los persona es y las situaciones creados, por Marco Denevi ("Rosaura a las diez", Soffici, 1958), Juan José Manauta trabajando sobre Lobodón Carra ("Río abajo", Dawi, 1960), Abelardo Arias ("Alamos talados"; Gatrani, (1960), Silvina Bullrich (como adaptadora de Guy des Cars en "Bajo un mismo rostro", Tinayre, 1962, o sobre su relato "Un momento muy largo", Vivarelli, 1964), Agustín Cuzzani ("Cinco gallinas y el cielo, Cavalloti, 1957; "El centroforward murió al amanecer" , René Mugica, (1961), Osvaldo Dragún ("Los de la mesa diez" , Feldman, 1960), Arturo Cerretani (adaptando con Cortázar "La cifra impar", Antín, 1961, o su obra El bruto, Cavallotti 1962), Dalmiro Sáenz (adaptando con, el crítico Jaime Potenze y Soffici, Propiedad, Soffici, 1961, o adaptado por la Guido en "Setenta veces Torre Nilsson, 1962), Jorge Masciangioli ("El último piso", Cherniavsky, 1962 con el critico Tomás Eloy Martinez y el director, o en 1964 adaptando la obra de Syria Poletti, "Gente conmigo" , Darnell, 1967), Augusto Roa-Bastos ("El trueno entre las hojas", Bo, 1958) y los periodistas Tomás Eloy Martínez (compartiendo con Roa Bastos, "EI terrorista" , Cherniavsky, 1962) y Domingo Di Núbila (adaptador con Pierre Chenal de "Sección Desaparecidos", 1958), cuyos dos volúmenes de "Historia del Cine Argentino", aparecidos en 1960, habrán de convertirse en texto imprescindible para el conocimiento analítico de nuestro cine.
La intelectualización, sin embargo, .no provendrá del mundo de las letras. la joven generación estará conformada por "intelectuales de la imagen" , gente de formación, en su mayoría, técnica, que intentará expresarse e interpretar la realidad con los recursos propios del lenguaje cinematográfico (encuadres, ritmo, montaje, manejo de actores, silencios y reflexiones) Surgen, entonces David José Kohon, descubriendo a la ciudad y sus habitantes "Prisioneros de la noche", 1960; "Tres veces Ana", 1961); Rodolfo Kuhn, con su mirada de entomólogo sobre ciertos sectores de nuestra sociedad ("Los jóvenes viejos", 1962; "Los inconstantes", 1963; "Pajarito Gómez", 1965); Manuel Ant n, reescribiendo cinematográficamente el mundo, de Julio Cortázar ("La cifra impar", 1961; "Circe", 1963; "Intimidad de los parques" 1964); "Lautaro Murúa, sorprendiendo con el sensibles testimonios sociales Shunko", 1960 y "Alias Gardelito", 1961); Fernando Birri, el organizador de los cursos de cine dé la Universidad del Litoral, con la plasmación neorrealista, no exenta de 'humor, de su visión documental de los marginados (` `Los inundados" , 1962); Simón Feldman, otro docente cinematográfico, describiendo, a través de la farsa o el retrato intimista, las presiones económicas y los conflictos de clase ("El negoción", 1959, versión profesional en 35mm. de otra similar en l6mm.
También dirigida por él y "Los de la mesa diez", 1960); José Martínez Suárez, hombre de la industria, formado en Lumiton, con dos obras cuestionadoras e inconformistas ("EI crack" 1960 "Dar la cara", 1962); o Ricardo Alventosa, con una deliciosa "opera prima" ("La herencia", 1962) que sufrirá las penurias de una calificación "B".
Pese a los esfuerzos periodísticos de una inteligente critica cinematográfica que intentaba agruparlos como movimiento renovador y salvo algún esporádico intento de unión ("El grupo de los Diez" -Birri, Kuhn, Kohon, Tama o los escritores Dalmiro Sáenz y Mario Trejo, los críticos de La Nación Tomás Eloy Martfnez y Ernesto Schoo, conjuntamente con Héctor Grossi y el productor Jack Feldbaum-, que se propone "desarrollar una obra renovadora en los medios de la expresión visual", incluyendo la televisión), serán los mismos directores quienes, con acentuado individualismo, negarán coincidencias estéticas e ideológicas y rechazarán el englobamiento colectivo, para limitarlo a un aprovechamiento coyuntural de los créditos del lnstituto, que les permitía a los productores independientes hacer películas de bajo costo con pretensiones artísticas que enviaban a cuanto festival internacional existiera, en pro de galardones que interesarán al público e influyeran, con su prestigio, sobre el jurado del Instituto que cada año otorgaba los premios en efectivo.
Las películas de la generación del 60 irán acumulando trofeos en el exterior. En uno de sus tantos viajes presidenciales, Arturo Frondizi volverá cargado de "Janos de Oro" que los cineastas argentinos recibieran en Italia por "mejor director" (L. Torre Nilssón), "mérito de producción" (Producciones Ángel, de affet y Leopoldo Torre Nilsson), "mejor corto" ("Buenos Aires", de Kohon) y "mejor selección cinematográfica latinoamericana" por "El negoción", "El jefe", "Un guapo del 900'').
Berlín, Cannes, Venecia, Sestri Levante, Santa Margherita, Acapulco... Mar del Plata. Nuestro cine se internacionaliza.

ALUMNO: VANIOFF SACHA