martes, 9 de agosto de 2011

TEATRO ARGENTINO

Inicios del TEATRO en Argentina
En 1783 se creó en Buenos Aires la primer Casa de Comedias; el gestor de esta empresa fue el Virrey de las Luces, como se le llamaba al Virrey Vertiz. El teatro de La Ranchería desapareció por un incendio en 1792; allí se estrenó, tres años antes, Siripo de Manuel José de Lavarden, considerada la primera obra de un autor local. Cuatro años después del incendio de La Ranchería, se inauguró una nueva sala teatral, el Coliseo Provisional; y se la consideró como la sala de la revolución, quizá por lo cercana que ya se hallaba la revolución de mayo de 1810. En este teatro se estrenó El detalle de la acción de Maipú, cuyo autor se desconoce; una obra en la que se glosan con habilidad costumbres populares. Más tarde estuvo en cartel El hipócrita político, sólo se conoce del autor lo que podrían ser sus iniciales: P.V.A. ; se trató de una comedia urbana, en la que se reflejaba el hogar porteño de la época. También en aquel teatro, se estrenó Túpac Amaru (o La revolución de Túpac Amaru), una tragedia escrita en verso, la historia registra la revolución indígena que se produjo en 1780 en Tungasuka, Perú. En 1884 apareció el drama gauchesco Juan Moreira en forma de pantomima en el circo. Este folletín, de Eduardo Gutierrez, que apareció en un diario de Buenos Aires, fue la base de la primera pieza de teatro gauchesco, que más tarde se completó dramáticamente con textos extraídos de la novela (1886). Este ciclo se cerró en 1896, al estrenarse Calandria de Martiniano Leguizamón. Por ese entonces Buenos Aires recibía gran cantidad de inmigrantes que llegaban a estas tierras en busca de una vida mejor. Con ellos, y de parte de los españoles, vino el sainete, estilo teatral que dio origen al sainete criollo. Surgió en ese momento, un grupo de autores que se inscribieron en este estilo y que contaban la vida de los porteños en los conventillos, en las calles y en los cafés. Entre ellos podemos citar a Roberto L. Cayol, Carlos M. Pacheco, José González Castillo, Alberto Novión y Alberto Vacarezza. A partir del comienzo del siglo XX la actividad teatral en Buenos Aires fue intensa. Diferentes compañías estrenaron numerosas obras inaugurándose de este modo la época de oro. Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrere y Roberto J. Payró, dieron a la actividad una creatividad poco común. Todos los estilos aparecen uno a uno, el sainete criollo, la gauchesca, la comedia de costumbre y alcanzaron su más alto lugar con Armando Discépolo. Fueron treinta años de numerosos autores y actores. El teatro en la Argentina, aunque con aislados antecedentes en ritos indígenas, manifestaciones africanas y representaciones coloniales y poscoloniales de origen español-americano, nació como tal del circo criollo en las últimas décadas del siglo XIX, con un carácter eminentemente popular, combinando elementos provenientes de diversas disciplinas dramáticas, como la pantomima, la farsa y el monólogo crítico. El teatro argentino tomó identidad a través de expresiones particulares como el sainete -principalmente-, la pieza cómica, el grotesco, y la revista criolla. Una variedad dramática de gran importancia para la cultura popular han sido el radioteatro y el teleteatro.
 
Teatro de la Ranchería 
El 30 de noviembre de 1783 el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo mandó crear en Buenos Aires una casa de comedias. En los fundamentos de la medida dispuesta, decía el virrey, refiriéndose al teatro que “no solo lo conceptúan muchos políticos como una de las mejores escuelas para las costumbres, para el idioma y para la urbanidad general, sino que es conveniente en esta ciudad que carece de diversiones públicas”. La sala, que fue la primera que existió en Buenos Aires, se levantó en la esquina de las calles San Carlos y San José, actuales calles Alsina y Perú, y se la conoció como Teatro de La Ranchería. La sala se la habilitó en forma provisoria en lo que era un galpón de depósito, con la idea de construir más tarde un recinto definitivo, pero ese proyecto nunca se llegó a concretar. Juan María Gutiérrez, en el tomo 7 de la Revista de Buenos Aires, dice: “La casa de comedias se construyó bajo un humildísimo techo de paja en La Ranchería pertenecía primitivamente a los P.P. de Jesús y lugar de depósito de los frutos y productos de sus misiones.” El Teatro de La Ranchería permaneció hasta 1792, cuando un incendio lo destruyó por completo. Juan María Gutiérrez, en el texto antes citado dice que “se incendió en la noche del 16 de agosto de 1792, con uno de los cohetes disparados desde el atrio de la iglesia de San Juan Bautista del convento de Capuchinas, cuya colocación se celebraba. Algunos comentarios piadosos debieron hacer las madres y sus capellanes sobre aquel fuego del Cielo que reducía a cenizas la casa del error y de los placeres mundanos”. Lo cierto es que nunca se supo bien si fue un accidente o un atentado. Es de destacar que la jerarquía católica no veía con mucha simpatía la presencia del teatro, por considerarlo pecaminoso, ni compartía la política progresista del virrey Vértiz quien, además, había introducido la imprenta en la ciudad.  

Teatro de la Emancipación 
El 1º de mayo de 1804, se inauguró una nueva sala: el Coliseo Provisional. Tras la Revolución de Mayo, el repertorio español fue dejado de lado –a excepción de Leandro Fernández de Moratín y El Sí de las Niñas– y se impuso el gusto francés, donde brillaba Molière. En el segundo aniversario de la Revolución, se estrenó allí El 25 de mayo o El Himno de la Libertad de Luis Ambrosio Morante. También subió a escena el sainete El Detalle de la Acción de Maipú, de autor desconocido, que dramatizaba el parte de San Martín a Pueyrredón anunciándole la victoria. Pero el énfasis rebelde de la época lo marca el estreno de Túpac Amaru, tragedia en verso atribuida a Morante, convertido también en actor, apuntador y director, que daba cuenta de la revolución indígena de 1780 en el Alto Perú. Rosas Durante su gobierno se levantaron el Teatro de la Victoria, el del Buen Orden y el de La Federación; sin embargo, ello no implicó el fortalecimiento de una dramaturgia propia, ya que se llevaban a escena variedades, espectáculos circenses y melodramas. Proliferó el teatro propagandístico y la mejor expresión de estos años fue el Don Tadeo de Claudio Mamerto Cuenca. Los autores que optaron por el exilio (José Mármol, Bartolomé Mitre, Pedro Echagüe) poco aportaron a la escena nacional. La excepción fue Juan Bautista Alberdi, quien prefiguró el grotesco en la dramaturgia argentina con El Gigante Amapolas y sentó además las bases para la crítica teatral desde las páginas de la revista La Moda.


La Organización Nacional y el Fin del Siglo
En los años posteriores a Caseros, las compañías europeas frecuentaron el país con un repertorio prolijo y cuidado que abarcaba diversas especies dramáticas y de la lírica, aunque con poco espacio para los autores nacionales. Martín Coronado (La Piedra del Escándalo; Parientes Pobres) sólo era representado por elencos españoles y Nicolás Granada (¡Al Campo!; Atahualpa) hubo de traducir sus obras al italiano para montarlas en escena. Faltaba pues, la compañía nativa para la dramaturgia nacional. Y llegó de la mano del circo criollo. La inmigración, por su parte, había traído consigo el auge del sainete español, origen del sainete criollo, testigo de los conflictos urbanos que planteaba la nueva realidad circundante: conventillos, calles, cafés, se convirtieron en centro de la escena. Autores como Nemesio Trejo (Los Políticos), Carlos M. Pacheco (Los Disfrazados) o Enrique García Velloso (Gabino el Mayoral) dieron los primeros pasos en el denominado “género chico”, que pasando por Alberto Vacarezza (Los Escrushantes, El Conventillo de la Paloma) concluirá bien entrado el siglo XX en el grotesco de Armando Discépolo (Mustafá, Muñeca, Stéfano).
 
El nuevo siglo
Los comienzos del siglo XX inauguran la época de oro, donde brillaron los nombres de Roberto J. Payró (Sobre las Ruinas; Marco Severi), Florencio Sánchez (Nuestros Hijos; En Familia) y Gregorio de Laferrere (¡Jettatore!; Las de Barranco), quienes dieron gran impulso a la actividad escénica, basados en una estética costumbrista de alto impacto en el público. El gran hito se produjo en 1930, cuando Leónidas Barletta fundó el Teatro del Pueblo, piedra fundamental del movimiento independiente, ubicado en las antípodas de lo comercial. La iniciativa tuvo su período más fructífero entre 1937 y 1943, con un repertorio universal que no descuidaba la producción de autores nacionales como Roberto Arlt (Saverio el Cruel; 300 Millones; La Isla Desierta), Raúl González Tuñón (El Descosido; La Cueva Caliente), Álvaro Yunque (La Muerte es Hermosa y Blanca; Los Cínicos) y Nicolás Olivari (Un Auxilio en la 34). La década del 40 se caracterizó por la afirmación del teatro independiente y la proliferación del vocacional. Además de Barletta, cabe citar elencos como La Máscara y el Grupo Juan B. Justo. Nuevos dramaturgos como Andrés Lizarraga (Tres Jueces para un Largo Silencio; Alto Perú), Agustín Cuzzani (Una Libra de Carne; El centrofoward murió al amanecer) o Aurelio Ferreti (La Multitud; Fidela) estrenaron sus primeras obras. Se afianzó también el teatro de títeres, con la producción de Javier Villafañe (Títeres de La Andariega) y Mane Bernardo (Títeres: Magia del Teatro), que luego continuarán Ariel Bufano (Carrusel Titiritero) o Sarah Bianchi (Títeres para Niños).
 
La Consolidación del Teatro Independiente Una segunda etapa del teatro independiente se desarrolló en los umbrales de los años 50. A la entrega de la primera época, se agregó el afán de capacitación, estudio y formación por parte de actores, directores y dramaturgos. Los nuevos elencos: Teatro Popular Fray Mocho, dirigido por Oscar Ferrigno; Nuevo Teatro, conducido por Alejandra Boero y Pedro Asquini; Los Independientes, fundado por Onofre Lovero; a los que se sumó la producción del Instituto de Arte Moderno (IAM), de la Organización Latinoamericana de Teatro (OLAT), del Teatro Telón o del Teatro Estudio, encontraron su réplica en el interior del país. En 1949, Carlos Gorostiza (El Pan de la Locura, Los Prójimos, El Acompañamiento) estrenó El Puente. A esta segunda etapa corresponden también las primeras producciones de autores como Pablo Palant (El Escarabajo), Juan Carlos Ghiano (La Puerta del Río; Narcisa Garay, Mujer para Llorar), Juan Carlos Gené (El Herrero y el Diablo) y Osvaldo Dragún (La Peste viene de Melos; Historias para ser Contadas). Los ´60, años de cambio y de cuestionamientos sociales, éticos y estéticos, produjeron una renovación en la escritura teatral y en la puesta en escena, que se perfilará en tres direcciones diferentes: El teatro de vanguardia y experimentación, a la luz de las búsquedas iniciadas en el Instituto Di Tella, con las producciones de Eduardo Pavlovsky (Espera Trágica, El Señor Galíndez) y de Griselda Gambaro (El Desatino, El Campo), que vigorizaron nuestra escena; El realismo social, representado por Soledad para Cuatro de Ricardo Halac, Nuestro Fin de Semana de Roberto Cossa o Réquiem para un Viernes a la Noche de Germán Rozenmacher; El nuevo grotesco, representado por La Fiaca de Ricardo Talesnik, La Valija de Julio Mauricio, El grito pelado o Encantada de conocerlo de Oscar Viale o La Nona del propio Cossa. El neo Baroco, con "La Juanetarga", "El Cuiscuis", "La Pindonga", "La Bristol", "La Magdalena del Ojon", "Tango Macbeth" de Emeterio Cerro. También en aquella época cobró auge el café concert, que incluía música, varieté y sketches diversos y que tuvo su centro en La Botica del Ángel de Eduardo Bergara Leumann, La Recova, donde se impusieron Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla y Edda Díaz, EL Gallo Cojo y La gallina embarazada.

Teatro Abierto Con la dictadura militar de mediados de los años ´70, soplaron aires sombríos. Muchos actores y gente del oficio se vieron obligados a emigrar, los empresarios sólo llevaron a escena comedias livianas y en los teatros oficiales se impusieron “listas negras” que influyeron en directores y productores. La resistencia se recluyó en pequeños teatros y fue el movimiento independiente el que oxigenó el ambiente: autores como Osvaldo Dragún, Roberto Cossa, Carlos Somigliana (El Avión Negro, El ex alumno) y Carlos Gorostiza, con el apoyo de otros dramaturgos y actores, crearon Teatro Abierto, inaugurado el 28 de julio de 1981 en el Teatro del Picadero. Desde la primera función la convocatoria desbordó las 300 localidades previstas en un horario insólito y a un precio exiguo. Una semana después un comando de la dictadura incendió la sala y esto provocó la mayor solidaridad social. Casi veinte dueños de salas, incluidas las más comerciales, se ofrecieron para garantizar la continuidad del ciclo y más de cien pintores donaron sus obras para recuperar las pérdidas. Teatro Abierto continuó y cada función fue un acto antifascista cuya repercusión estimuló a otros artistas y así surgieron, a partir de 1982: Danza Abierta, Poesía Abierta y Cine Abierto.  

El Regreso a la Democracia 
El retorno democrático permitió el surgimiento de nuevas búsquedas. Un teatro trasgresor modificó la estética escénica a partir de las experiencias del Parakultural, que incorporó otros lenguajes, en especial, el humor corrosivo y crítico. Son figuras de este movimiento La Organización Negra (antecedente de De La Guarda), El Clú del Clawn, Batato Barea, Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese, Verónica Llinás y Alejandra Flechner, por citar sólo algunos. El fin de siglo heredó estas propuestas y ofrece además un teatro basado en una mayor destreza física del actor, al que acompañan títeres y muñecos. El caso más emblemático es el de El Periférico de Objetos.

El Teatro Argentino en la Actualidad
Actualmente el teatro sigue siendo una actividad muy fecunda en la Argentina. En cuanto a la dramaturgia, puede decirse que se ha consolidado la producción, a partir de la obra de figuras como Ricardo Monti (Maratón), Mauricio Kartun (Chau Misterix, La casita de los viejos), Eduardo Rovner (Sócrates, el Encantador de Almas, Volvió una noche), Jorge Goldenberg (Cartas a Moreno), Bernardo Carey (Bar Grill), Roberto Perinelli (Landrú, Asesino de Mujeres), Víctor Winer (Postal de Vuelo), Alejandro Tantanian (Juegos de Damas Crueles) y José Luis Arce (La Conspiración Amarga). Han surgido nuevos talentos como Daniel Veronese (La Noche devora a sus Hijos), Enrique Morales (Huellas), Pablo Sodor (Tamara; Hotel Berlin 1933) y Javier Daulte (Marta Stutz). Las mujeres, por su parte, comienzan a ser justamente reconocidas por su quehacer. Al nombre siempre vigente e innovador de Griselda Gambaro, pueden sumarse los de Alicia Muñoz (Un León bajo el Agua), Susana Gutiérrez Posse (Brilla por Ausencia), Adriana Cursi (¿Quién espera a Papá Noel?), Cristina Escofet (Señoritas en Concierto), Patricia Zangaro (Las Razones del Bosque), Amancay Espíndola (Mujeres de Colores), Andrea Garrote (La Ropa), Cecilia Propato (Pieza Veintisiete) y Mariana Trajtenberg (Mar de Margaritas).
 
NORMATIVA El Estado Nacional promueve y apoya la actividad teatral, según lo establece la Ley Nº 24.800/97. Puede consultar el texto en Información Legislativa (InfoLeg).  

FIESTA NACIONAL DEL TEATRO Es un evento que permite conocer el desarrollo de la creación teatral en diferentes regiones de la Argentina. Comenzó en 1986 y se realiza anualmente en distintas ciudades del país. Prioriza la participación de las salas independientes y el apoyo de los organismos culturales regionales.

ESCUELA DE ARTE DRAMÁTICO
Creada en 1957 sobre la base de la sección Arte Escénico del Conservatorio Nacional "Carlos López Buchardo", en 1985 recibió el nombre de Antonio Cunill Cabanellas. Actualmente está integrada al Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA).

TEATRO NACIONAL CERVANTES
Es el único recinto nacional de la República Argentina. Fue inaugurado en 1921, por obra de la actriz española María Guerrero, como prueba de afecto y agradecimiento a nuestro país. Declarado Monumento Histórico–Artístico Nacional en 1995, se constituyó como organismo autárquico en 1997.

MUSEO DE TEATRO
 El Museo del Instituto Nacional de Estudios de Teatro (INET) tiene su sede en la planta baja del Teatro Nacional Cervantes y alberga la memoria de la actividad teatral desde los tiempos coloniales. Cuenta con el archivo documental sobre el tema más amplio del país y con material genuino, el que podrá consultar en su biblioteca.
 
FONDO NACIONAL DE LAS ARTES
Fue creado en 1958 para instituir un sistema financiero de apoyo y fomento a las actividades artísticas, literarias y culturales de todo el país. Otorga créditos, becas, subvenciones, reconocimientos, premios y genera espacios de intercambio y difusión de actividades culturales. Su acción ha servido de inspiración para la creación de entidades similares en el resto del mundo, entre ellas, el Fondo para la Promoción de la Cultura de la UNESCO.

ARGENTORES 
La Sociedad General de Protección Recíproca de Autores de la Argentina (ARGENTORES) es una asociación civil de carácter profesional y mutual que tiene por objetivo la protección legal, la tutela jurídica y la administración de los derechos de la producción de autor (nacional o extranjero) destinada al teatro, cine, radio y televisión. Sus competencias están establecidas en la Ley Nº 20.115/73. Puede consultarla en Información Legislativa (InfoLeg).

ASAMBLEA ARGENTINA DE TITIRITEROS
 Es una sociedad de hecho, que se plantea la organización y unificación de todas las entidades, grupos e individuos dedicados al arte de los títeres en el país.

ORGANISMOS PÚBLICOS RELACIONADOS Instituto Nacional del Teatro Av. Santa Fe 1243, 7º Piso. (1059) Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Teléfono: (54–11) 4815–6661. E–mail: infoteatro@inteatro.gov.ar

TEATRO JUAN DE VERA (CORRIENTES)
El actual edificio del teatro se halla ubicado en el mismo predio en el que se construyó el primer edificio, el que se llamó también “Juan de Vera”, y cuyo terreno fue adquirido según una ley de ventas de tierras públicas del 11 de febrero de 1859. En marzo de ese año, se nombró al señor José Fontenau y al agrimensor Manuel Villar para encarar los primeros trabajos. Se eligió para la construcción del teatro, el terreno que perteneciera al convento de Santo Domingo, en ese momento propiedad del estado. El 9 de julio de 1861 se inauguró el primer teatro con la obra “Borrascas del corazón” de Tomás Rodríguez Rubí y una pequeña pieza musical llamada “Una casa constitucional” ambas representadas por la Sociedad de Artistas Dramáticos Españoles. En el año 1862 se presento la prima donna Madame Deperrini, cantando arias de Gaetano Donizzetti. El 25 de mayo de 1913, la compañía de José Marrante, con la ópera “Aída”, de Giuseppe Verdi, inauguró el edificio actual. En el año 1906 se autorizó la enajenación del primitivo teatro y lo producido de su venta se destinó a la construcción del nuevo Teatro Juan de Vera, tal como lo conocemos hoy y que fue inaugurado el 25 de Mayo de 1913. La concesión para su explotaciòn fue a favor de Carlos María Dodero Si bien el teatro fue concebido para el género lírico, la revolución del cinematógrafo no fue ajena en su momento (1920/1930) y hubo un período de proyecciones fílmicas. La firma del proyecto fue del ingeniero Atilio Locatti y modificación posterior en obra del arquitecto Antonio Samela. Las obras civiles estuvieron a cargo del constructor Antonio Samella. La planta de la sala está resuelta en forma de herradura. Posee una cúpula que se desliza sobre rieles y permite funciones "a cielo abierto". Es el teatro más notable de la región. El foyer es de dimensiones pequeñas y sus paredes está revestidas de mayólicas en tonos ocres y tierras, iluminado por hermosos artefactos de bronce cuyo tema decorativo principal son mascarones leoninos con las fauces abiertas. El estilo del edificio responde al eclecticismo con adscripción a la Belle Epoque francesa. En 2004, la Subsecretaría de Cultura de la Provincia, inició las obras de refacción, que incluyeron una restauración del patrimonio edilicio histórico y una actualización y modernización de los aspectos técnicos tendientes al confort y la seguridad que los tiempos actuales requieren. El 8 de Diciembre de 2005 el Teatro fue reinaugurado, presentando el resultado de su puesta en valor. Asì, se volvió a poner en funcionamiento la cúpula deslizante, se reconstruyó el piso de platea, reemplazando la madera en palcos y prepalcos, y se repuso el solado en cazuela, paraíso, acceso y circulaciones públicas. Atento a las políticas de integración de discapacitados, se habilitaron sanitarios para estos y se construyeron rampas para facilitar la accesibilidad.

Cáceres Nicolás

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