martes, 30 de agosto de 2011

peliculas bajo estado de sitio.

EL CINE ARGENTINO BAJO ESTADO DE SITIO
El cine argentino, como en la Alemania nazi y la Italia de Mussollini, debía servir como vehículo de propaganda para los objetivos de la dictadura, mostrándonos una Argentina que había derrotado a la violencia y había encontrado el sendero de la paz y la prosperidad, nada más lejano a lo que realmente estaba sucediendo.
La última dictadura necesitaba imperiosamente que mejorara su imagen y promoviera la confianza en el orden represivo. Se puso en marcha un dispositivo para manipular la producción cinematográfica, mediante la selección condicionada de créditos y una férrea censura.
No fue precisamente su momento de oro, todo lo contrario. En especial, si se piensa en el renacimiento que había despuntado para el cine entre 1972 y 1974, tanto en la renovación artística y generacional como en los volúmenes de producción. El golpe militar de 1976 obró como una topadora, no tanto en la cantidad de films como en el tipo de cine que produjo.
De hecho, a la producción fílmica no le ocurrió lo mismo que a otras expresiones culturales: si se piensa que entre 1975 y 1980 la venta de novelas cayó un 70 por ciento, las biografías y libros de crítica y ensayo, un 90 y las de discos un 50. Sólo en un año, entre 1975 y 1976, la venta de revistas bajó el 30 por ciento. Pese a esos indicadores, que el sociólogo Oscar Landi define como parte de una "operación de re-culturización" de la sociedad, la producción nacional promedió cifras habituales —unas 30 películas por año—, a pesar de una merma importante en el empleo de técnicos.
Desde 1976 y hasta 1980, la industria tuvo que reducir sus posibilidades de producción, porque aparecieron las complicaciones financieras que surgieron del gran impacto inflacionario que implicó el "estallido" del plan económico sustentado por Alfredo Martínez de Hoz.
El cine nativo siempre estuvo en estrecho vínculo con el Estado a través de los créditos de financiamiento a la producción. Sin embargo, al gobierno militar le interesaba sobremanera la existencia de un cine que mejorara y promocionara su imagen pública ante la sociedad. Así, mientras el Instituto Nacional de Cinematografía se ocupaba de elegir los films que más fielmente materializaran ese programa, la acción de la censura completaba la tarea en el campo cinematográfico, a través de Miguel Paulino Tato, de célebre recuerdo. Su gestión, entre 1976 y 1978, detenta el récord de películas prohibidas. Su voluntad arrogante, que parecía gozar perversamente con los vetos y cortes, inspiraría a Eduardo Calgano para su film El censor, de 1995.
Apenas cinco días antes del golpe militar, Enrique Ruíz Díaz, el último director del Instituto Nacional de Cinematografía en democracia, firmaba dos resoluciones singulares: una reconocía el costo de producción de un film curiosamente profético, Los chiflados dan el golpe, dirigido por Enrique Dawi y protagonizado por el "Soldado" Chamamé; la otra acordaba categoría de interés especial al proyecto Adiós Nonino, que presentó Fernando Solanas. El director de La hora de los hornos nunca llegó a filmarla porque debió irse del país.
Inmediatamente después del 24 de marzo de 1976, y sólo en los primeros meses, asumió como interventor el Capitán de Fragata Jorge Enrique Bittleston, quien nunca llamó a concurso de realizadores. Esta acción fue encarada por el Comodoro Carlos Exequiel Bellio, en el cargo entre 1976 y 1980, y a quien sucedería, en 1981, el Comodoro Francisco Pítaro. Aunque la preocupación oficial se centraba más en sancionar a las salas de cine por demorar la entrega de declaraciones juradas que en hacer alentar la producción a través de concursos, de las convocatorias surgían los lineamientos básicos de los proyectos que serían aprobados. Así, en uno de los primeros certámenes de 1976, se establecía la necesidad de "premiar aquellas obras que tengan profundas raíces en el ser nacional y que exalten valores espirituales, cristianos e históricos que afirmen los conceptos de familia, orden y trabajo".
De todos modos, el sistema de premios y castigos no se ceñía solamente a la censura y aprobación de proyectos, sino en los subsidios y la declaración de interés con que eran evaluados y se distribuía el dinero. Al examinar con atención el período 76 78, se advierte que aquellas películas que exaltaban "los conceptos de familia, orden y trabajo" recibían todos los beneficios de la ley. Así ocurrió con Patolandia nuclear, de Julio Saraceni, o Dos locos en el aire, Amigos para la aventura y El tío Disparate, de Palito Ortega, quien agotó las siete películas de su filmografía entre 1976 y 1980 y logró varias veces rozar el millón de espectadores. Contrariamente, a las películas concebidas con una mirada más crítica y sin exaltación, como Adiós Sui Generis, de Bebe Kamin, Soñar, soñar, de Leonardo Favio, Juan que reía, de Carlos Galettini, o La parte del león, opera prima de Adolfo Aristarain, se les negó tanto el subsidio como la declaración de interés especial. A su vez, los criterios con que se asignaban los fondos revelan cómo funcionaba la interrelación de organismos y de las tres fuerzas armadas.
Así, en 1977 el Comando en Jefe de la Fuerza Aérea solicitó que se incluyera en la Ley de Fomento la producción de por lo menos dos cortometrajes relacionados con la actividad de la Fuerza Aérea, "para la difusión de las actividades relevantes"; el Instituto de Cine asignó una partida no muy desigual a las habituales para un largometraje y delegó la producción directamente en el Comando en Jefe de la Fuerza Aérea. Los films quedaron como derecho de propiedad de la Fuerza Aérea. Volvió a suceder en 1978, cuando el que pidió el subsidio para tareas de difusión fue el Comando en Jefe de la Armada.
Si bien la idea de dos bandos en pugna comienza a aparecer dos años antes del golpe militar, en el cine de la dictadura se multiplica la compulsión a narrar historias sobre facciones enfrentadas, donde el objetivo se cifra en exterminar toda diferencia, o bien de convencer a los más reacios.
Un significativo número de películas propone el sistema de bandos que buscan exterminar al "otro". Estos grupos a veces aparecen como identificables con fuerzas específicas, como se ve en la representación de la Fuerza Aérea en la citada Dos locos en el aire, o de la Policía Federal en Los drogadictos, de Enrique Carreras. En Brigada en acción, también de Ortega, que llegó a incluir autos sin chapa y por leit-motiv sonoro la sirena de un patrullero. Tal vez esos filmes hayan generado en Ortega alguna culpabilidad, porque cuando en 1997 el cineasta Andrés Di Tella quiso incluir fragmentos de sus films en Prohibido, un documental sobre la censura durante la dictadura, el director se negó aduciendo que "no era conveniente".
También fue habitual el enmascaramiento de ese sistema de bandos, dado que a veces predominaba la vaguedad referencial cuando, en rigor, se trataba de grupos de tareas con la misión de pacificar un país. Es el caso de La aventura explosiva, de Orestes Trucco, o Los superagentes biónicos, que filmó Mario Sábato bajo el seudónimo de Adrián Quiroga. Incluso se apelaba a diálogos que convertían en absurda esa pretensión de invisibilidad. Tal la voz anónima que explicaba que este "es uno de los pocos lugares del mundo donde se puede vivir en paz", en el final de Comandos azules, continuada como saga con Comandos azules en acción, ambas dirigidas por Emilio Vieyra entre 1979 y 1980.
La otra modalidad de convencimiento de los descreídos parece estar en sintonía con otro postulado que la dictadura diseminó en el imaginario social: la figura quirúrgica del cuerpo enfermo y la del país como establecimiento a reformar. Esta confrontación entre valores positivos y negativos puede verse en films como Y mañana serán hombres, de Carlos Borcosque (h), Desde el abismo, de Fernando Ayala, o El bromista, de Mario David, todas dignas de ser leídas dentro de ese imaginario. La fiesta de todos, que dirigió Sergio Renán en 1979, resulta paradigmática también: explotaba el triunfalismo deportivo del Mundial de Fútbol de 1978 e intercalaba material documental de los goles del evento con una serie de escenas "ficcionales" en las que se convencía a los más críticos respecto del seleccionado argentino. A fin de que su personaje, Clemente, no fuera incluido en la película, el dibujante Caloi pidió una fortuna hasta que logró hacer desistir a los productores.
Hubo cineastas que impusieron exitosamente la estrategia del decir sin nombrar, por ejemplo mediante las metáforas de un país confinado al encierro o de la mudez forzada, en las que pueden leerse apuntes elípticos sobre la desaparición de personas. Es así que Favio confiesa haber decidido cambiar el final de Soñar, soñar y terminar su historia en un presidio. Estrenó en 1976 bajo amenazas de bombas en los cines. En la misma línea figura el supuesto humor negro de Los muchachos de antes no usaban arsénico, de José Martínez Suárez, 1976, en la que un grupo de ancianos disuelven a sus esposas, para luego repartirlas en una casona. Otras alegorías del encierro son Crecer de golpe, de Sergio Renán, o La isla, de Alejandro Doria.
En una cinematografía que reverenciaba los valores familiares y mitificaba el pasado lejano, no deja de sorprender Tiempo de revancha, en la que Adolfo Aristarain logró metaforizar el horror en 1981. Allí, un ex-sindicalista limpiaba su pasado político para trabajar en las canteras de una empresa transnacional y simulaba quedarse mudo para ganar un juicio, luego de padecer escuchas telefónicas, apremios y el asesinato de testigos favorables. Según Aristarain, lo que impidió a la censura, algo más relajada entonces, prohibir la película fue su "trampa" narrativa. Se trataba de una historia donde no se resolvía nada cortando una u otra escena, por lo que directamente hubieran debido prohibirla. Ante la eventualidad de un gran escándalo, se decidió dejarla pasar.
Se reprimía con la pena de reclusión por tiempo indeterminado al que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo.
Seria reprimido con reclusión de hasta diez años, e que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o Policiales.
Películas durante la dictadura militar:
1) De un lado:

Jacinta Pichimahuida se enamora (Enrique Cahen Salaberry, 1977).
argumento:Para dejar en claro la distancia entre la comedia pícara y cualquier manifestación transgresora, uno de los directores más exitosos del género (y uno de los más prolíficos de la dictadura, con nueve films en su haber) es el encargado también de dar forma a esta comedia moralizante que comienza y termina con la canción "Aurora".

La fiesta de todos (Sergio Renán, 1978).
Con ocasión del Mundial de Fútbol 1978, Renán dirige la Olimpia (salvando las distancias estéticas) de la dictadura argentina; una película que alterna fragmentos de los partidos con escenas argumentales donde "el Contra" (Calabró) recibe "lo que se merece" y adustos testimonios de personajes públicos como Félix Luna, que cierra la película explicándonos a todos por qué aquel Mundial fue una verdadera "fiesta de todos".

Los drogadictos (Enrique Carreras, 1979).
¿Cómo olvidar esta gema del cine "testimonial" protagonizada por Mercedes Carreras, Graciela Alfano y Juan José Camero? Torpe, vulgar e improvisada, su involuntaria comicidad no alcanza a parodiar la apología policial, si bien la escena de Alfano "fumando marihuana" anticipa con creces despropósitos posteriores como los spots de Fleco y Male.

¡Que linda es mi familia! (Palito Ortega, 1980).
Sólo apto para personas con estómago fuerte, el changuito cañero (siete películas en dictadura) no sólo perpetra apologías de las fuerzas como Dos locos en el aire (1976) y Brigada en acción (1977) sino también esta comedia familiar perversa –asesinato y silenciamiento simbólico de la gran Niní Marshall–, donde puede vérselo ingresar a la Catedral Metropolitana del brazo de las Trillizas de Oro cantando "La canción de la alegría". estas son las peliculas mas destacadas de ese contexto.






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