martes, 30 de agosto de 2011

cine en la dictadura:
introduccion:
El gobierno militar que tomó el poder en 1976 utilizó de manera sistemática los medios de comunicación como espacio de construcción de un discurso oficial, bajo el concepto de "seguridad nacional", al mismo tiempo que eliminaba otras voces a través de la censura. La persecución a medios o a personas llegó a extremos dramáticos en los casos de detención, desaparición o exilio forzado de periodistas, intelectuales, artistas y trabajadores del ámbito de la cultura. El discurso de la censura oponía la "cultura verdadera y legítima" a la "cultura falsa e ilegítima", y hablaba de un "sistema cultural falso" que "no se subordina a lo moral". Así, la censura se dedicó durante años a señalar y prohibir lo "no-moral", que abarcaba los conceptos de sexualidad, religión y seguridad nacional.




Debemos saber que la censura argentina no se constituyó recién en 1976, sino que se organizó lentamente durante más de un cuarto de siglo hasta alcanzar una etapa de aceleración a partir de 1974. Así, si bien es indispensable considerar la fractura institucional que significó el golpe militar, también es necesario vincular algunas características del funcionamiento de los medios de comunicación durante el período dictatorial (1976-1983) a tendencias presentes en etapas anteriores y a marcos institucionales preexistentes que habilitaron el uso indiscriminado de algunos medios por parte de las Juntas.



La censura y la intervención directa del poder militar en el ámbito de lo cultural no operaron de igual modo en los diferentes medios de comunicación y en los diversos sectores de la cultura. Así, por ejemplo, en la cinematografía o la radiodifusión el discurso de la censura siempre fue más claro y explícito que en otros espacios.



En la Argentina no existió una oficina de censura centralizada; por lo tanto, a pesar de tratarse de un período en el que hubo fuertes controles sobre la producción cultural y mediática, los medios de comunicación no funcionaron "en bloque" y encontramos una diversidad de productos culturales.



En la historia del cine nacional vamos a descubrir un período de descenso abrupto (en términos cuantitativos) de la circulación y del consumo; un control férreo en lo que respecta a la producción –que no impide, sin embargo, ciertos resquicios de independencia y de "resistencia silenciosa"-; dos momentos de "pico" en lo que se refiere a la difusión de la ideología del régimen, dados por el campeonato mundial de fútbol (junio y julio de 1978) y por la guerra de Malvinas (abril a junio de 1982); y una distinción muy clara entre una primera etapa de persecución y censura (1976-1980) y un segundo momento de quiebre del discurso monolítico dictatorial que se acentúa después de la derrota de Malvinas, anunciando la apertura democrática.



El cine nacional había reinado en las boleterías durante los años "40 y "50. Sin embargo, desde fines de la década del "60 sólo habían tenido éxito las periódicas entregas del dúo cómico integrado por Jorge Porcel y Alberto Olmedo y las películas históricas de Leopoldo Torre Nilsson dedicadas a exaltar las figuras de los próceres.



En 1973, las películas argentinas estrenadas comercialmente habían sido 41 y el cine argentino pasaba por un buen momento: las producciones más vistas fueron LA TREGUA (nominada al Oscar para el mejor filme extranjero), LA PATAGONIA REBELDE, JUAN MOREIRA, BOQUITAS PINTADAS, LA GRAN AVENTURA y LA MARY (todas superaron la cifra de 200.000 espectadores). Pero en los dos años siguientes, a tono con la debacle que vivía el país en su conjunto, comenzó una decadencia que, para 1976, había llevado aquel número a la mitad: sólo 21 filmes nacionales llegaron a las pantallas y esta cifra se mantuvo durante los dos años siguientes. En 1980 se observó un repunte hasta llegar a los 30, pero en 1983 el número había descendido otra vez a 20. Mientras tanto, había aumentado el precio de las entradas, que en 1976 era de 30 centavos de dólar y en 1981 había llegado a 5 dólares.
Una censura ciega, ubicua, impredecible, cambiante y, por lo tanto, inevitable. Hoy, se cumplen 37 años de la creación del llamado Ente de Calificación Cinematográfica, que fue dirigido por Néstor Paulino Tato, máximo censor de la historia argentina, entre agosto de 1974 y fines de 1980. Esa entidad censora tuvo en Tato –que ejerció su titularidad entre agosto de 1974 y fines de 1980, los años más terribles de la censura en la Argentina, a un personaje que siempre trataba de imponer sus ideas con una prepotencia premeditada jugando con la sorpresa y el pánico de su interlocutor y que en su gestión prohibió más de 700 películas[1]El cine argentino también participó con su "mensaje", de esa urgencia de la muerte, el disimulo de la muerte... la rutina de la muerte. La última dictadura necesitaba imperiosamente que mejorara su imagen y promoviera la confianza en el orden represivo. Se puso en marcha un vasto plan para manipular la producción, mediante la selección condicionada de créditos y una férrea censura.




"La prohibición de 200 películas extranjeras representa para el país un ahorro de un millón quinientos mil dólares. Aquí se ha convertido al cine en una mercadería de intoxicación, se está apelando al recurso fácil y en eso incurren los que venden cine. Hacen negocio con la pornografía. Son unos miserables. Yo no permito agravios a la familia, a la iglesia y a las buenas costumbres", ponderaba. Néstor Paulino Tato.



Durante la dictadura, hubo films más o menos complejos o críticos o simplemente desesperanzados que lograban estrenarse. Es que más allá del siniestro plan del gobierno por combatir todas las ideas, quedaron muchas cosas que se les escaparon, ya que como resulta obvio, la sensibilidad artística les había sido negada por completo.



El 3 de abril de 1976, el Capitán de Fragata Jorge Bitleston, interventor del Instituto Nacional de Cinematografía, dijo claramente en un discurso que iba a "ayudar económicamente a todas las películas que exalten valores espirituales, cristianos, morales e históricos o actuales de la nacionalidad o que afirmen los conceptos de familia, del orden, de respeto, de trabajo, de esfuerzo fecundo y responsabilidad social, buscando crear una actitud popular, optimista en el futuro...". El mejor transmisor de estas palabras fue Ramón Palito Ortega, famoso cantante y estrella cinematográfica, quien durante la dictadura militar realizó toda su filmografía como director, empezando con DOS LOCOS DEL AIRE, estrenada el 22 de julio de 1976. Esta película funcionó como un elogio de las instituciones en el poder, a partir de la Fuerza Aérea y también, como una defensa de la fe católica - algo muy recurrente en la filmografía de Ortega - y los símbolos patrios.



Capitán Bitleston, declaró: "sólo serán autorizadas las películas que muestren al hombre tal como es su lucha eterna y cotidiana contra el materialismo, el egoísmo, la cobardía, la venalidad y la corrupción, al hombre luchando por su honor, su religión y sus principios, sin librarse jamás a la violencia o al escepticismo. Sólo estas películas serán consideras como obras de arte... Todas las películas sin valores artísticos o que no presenten ningún interés como diversión y que atenten a los sentimientos nacionales serán prohibidas parcial o totalmente..."



BRIGADA EN ACCIÓN (1977) comienza con una persecución en montaje paralelo con imágenes de una exhibición de acrobacia por parte de la policía. Corre el año 1977 y el director elige ese plano para iniciar su film, y luego agrega una visita guiada por el museo policial con alguien que nos explica: "Naturalmente los medios para combatir el delito se han modernizado de modo de colocar a nuestra policía entre las mejores del mundo. Durante las veinticuatro horas del día hombres y mujeres trabajan de distintas formas, velando por la tranquilidad de sus semejantes". Sí, la policía de 1977 es a la que se refiere el film. Estos elogios se multiplican alegremente y hay espacio para todas las bajadas de línea posibles.



En AMIGOS PARA LA AVENTURA (1978) la insistencia por festejar "una nación de paz" de ninguna manera puede ser accidental. Como tampoco lo es que Vivir con alegría (1979) termine con una cita de Juan Pablo II cubriendo toda la pantalla. Este film es el más claro con respecto a los valores católicos, patriarcales y conservadores del director.



En estos films de Ramón Ortega y su productora "Chango" (nacida con la dictadura) hay un elemento que es irrefutable: nada es accidental, ni existe ambigüedad posible, sabían lo que estaban haciendo y por qué.



El Mundial de fútbol apareció de distintas formas en muchos films del año 1978, a veces con una simple mención, otras en puntos clave del argumento. Pero hubo una película que con convicción y seguridad se transformó en la película oficial del evento deportivo. El 24 de mayo de 1979 se estrena LA FIESTA DE TODOS (1978) dirigida por Sergio Renán, con guión de Hugo Sofovich y Adrián Quiroga (seudónimo de Mario Sábato).



La lista de censurados es muy grande y como consecuencia de ello, todo el cine nacional se apagó. Casi no hubo películas argentinas en los festivales, a excepción de algún título de Enrique Carreras como LAS LOCAS (1977) o PATOLANDIA NUCLEAR (1978). Muchos artistas y directores se hicieron eco de un orgullo patriótico y apoyaron al cine nacional aun desde lugares decididamente cercanos al gobierno de la dictadura. Mientras muchos se fueron al exilio, otros filmaban y festejaban los tiempos que nos tocaban vivir. Los cineastas Pablo Szir, Enrique Juárez y Raymundo Gleyzer, eran desaparecidos por la dictadura en 1976, el año de DOS LOCOS DEL AIRE.



Se estableció, entre varias reglas, que no era apto para la televisión el material que: "desvirtúe la imagen de los guardianes del orden, presentados como cínicos, despiadados o codiciosos, o tratando al crimen de una manera inescrupulosa o frívola". Obviamente esto llegó al cine, aunque no de forma equitativa. Por ejemplo, la dictadura se molestaba si Armando Bó ridiculizaba a un oficial de policía, pero Palito Ortega se daba el lujo de poner a Carlitos Balá haciendo un cameo como un policía en ridículo sobre el final de VIVIR CON ALEGRÍA.



Octavio Getino [2]señaló que "los cortes y tijeretazos aplicados a una película, o inclusive su 'desaparición' remiten a las prácticas seguidas con los torturados y desaparecidos". En agosto de 1973, cuando Tato asumió como censor al frente del Ente de Calificaciones Cinematográficas, empezó una campaña de censura y amenazas de la Triple A contra muchos de los protagonistas del cine nacional, algunos de los cuales tuvieron que marchar al exilio. Los 84.000.000 de espectadores que fueron al cine en 1975 se redujeron drásticamente a 65.500.000 en el año del golpe.



"Yo quiero un cine positivo, limpio, decente, un cine que sea cultural y no sólo industrial. El cine se ha convertido en una mercadería de intoxicación: se está apelando al recurso fácil, y en eso incurren desde los que venden cine y les importa poco lo que venden, hasta los intelectuales y pseudo intelectuales y los mismos artistas que sustituyen el ingenio por el fácil recurso de la pornografía", enfatizaba Tato con una gestualidad histérica.



A pesar del clima político imperante y los riesgos vigentes, algunas voces consiguieron eludir la censura y la persecución a través de la realización de un cine de género donde, aunque metafóricamente, se colaban alusiones a la situación política. El caso más contundente es el de Adolfo Aristaraín, que debutó como director en 1978 con el policial LA PARTE DEL LEÓN. Aunque en 1979 firmó una de las entregas de una serie de moda, LA DISCOTECA DEL AMOR, en 1981 filmó una de las películas más valiosas de todo el período: TIEMPO DE REVANCHA. Un plano de Federico Luppi cortándose la lengua frente al espejo, se convirtió en símbolo de una pírrica victoria contra un sistema aparentemente impenetrable desde una resistencia silenciosa.



El objetivo del gobierno era muy claro. Querían controlar la exhibición cinematográfica, que en aquellos tiempos era política y económicamente mucho más importante que ahora. Por ejemplo en 1973 se cortaron 63.049.926 entradas, mientras que actualmente apenas se venden la mitad. Y sumado al crecimiento de la población, se pasó de un promedio anual de 2,7 a 0,8 entradas por habitante. Mas allá del discurso presuntamente nacionalista, está claro que los censores tenían también un fuerte control sobre la producción local, sin demasiadas prohibiciones pero con mucha censura previa (control y modificación de guiones, limitaciones de créditos y subsidios, etc.). La producción nacional se centró en producciones con "mensaje argentino, claro y cristiano". El resultado fue: una pantalla sin sexo, sin política, sin violencia y sin terror. Un cine dirigido y controlado, un arma cultural al servicio de la política represiva estatal.



Indudablemente las justificaciones para prohibir una película son absurdas por naturaleza, por eso los censores no se preocuparon por explicar claramente que pasaba con cada cinta. Apenas quedan breves testimonios en notas de prensa o en las fichas de calificación, que dan cuenta de los ridículos razonamientos.



El golpe militar de 1976 generó una gran crisis en el cine nacional y se llevaron a cabo las siguientes acciones:



•Censura y prohibición de películas.



•Disminución de la cantidad de películas producidas.



•La calidad de las obras cinematográficas se deterioró fuertemente.



Entre 1976 y 1978 el cine argentino no pudo concretar ningún proyecto culturalmente importante. Dominó la producción de "comedias ligeras", filmes con cantantes de moda que acallaban cualquier intento de pensamiento crítico a través de propuestas moralizantes.

Sexo, moral, política, ideología, libertad de expresión, todo estaba bajo la lupa de la represión y la censura con el objetivo de vigilar y proteger al ser nacional y la moral de los argentinos.

Los artistas estaban incluidos en tres clases de listas:

•En la lista negra figuraban quienes estaban prohibidos y no podían trabajar.

•En la lista gris se incluían solamente a los artistas censurados por el ejército y no por la armada.

•En la lista libre se señalaba a aquellos que no estaban censurados.

El lenguaje fílmico cultivó una cierta ambigüedad del decir que respondía a fines específicos: "decir sin nombrar". Mediante esta ambigüedad se establecieron modos de representación que utilizaron la alusión y el eufemismo para hablar de lo silenciados, para nombrar lo prohibido.



Al finalizar el período dictatorial, películas de variados géneros mostraron la devastación que significó para nuestro país los siete años del Proceso de Reorganización Nacional. El humor mostró en PLATA DULCE (F. Ayala) las perversas consecuencias de las políticas económicas diseñadas por Martínez de Hoz y sus sucesores.



El cine sufrió el embate de una censura que, articulada con la más feroz represión, logró acallar toda voz disidente. Pero el arte como el lugar más pleno para la libertad, nunca dejó de ofrecer bastiones de resistencias
La última dictadura militar argentina utilizó al cine como herramienta para imponer ideologías de orden y anti-subversivas; censuró filmes y, algunos de ellos, sufrieron cortes parciales o totales porque afectaban dicha acción.










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