Los buenos tiempos, cuando las películas argentinas se veían en toda Iberoamérica, duraron hasta comienzos de los años '50. Luego, el paulatino cierre de los grandes estudios, el crecimiento de la televisión, el anquilosamiento del cine popular, y el aislamiento de un cine de autor, impusieron otras reglas de juego.
En 1898, filmando sus propias operaciones quirúrgicas, el doctor Alejandro Posadas inició el cine quirúrgico. En 1900 aparecieron las primeras salas específicamente dedicadas al cine, y los primeros noticieros.
Pronto, éstas, y otras empresas llegaron a producir, en estudios propios, unos treinta filmes anuales que exportaban a toda Latinoamérica; en especial los melodramas de Libertad Lamarque, las cómicas de Sandrini y, más tarde, también las de Niní Marshall.
En 1938 ya existían 29 galerías de filmación, aunque de equipamiento todavía precario.
Los principales realizadores eran el prolífico Moglia Barth. El más prometedor y hábil Manuel Romero con: La vida es un tango; La muchacha del circo y Fuera de la ley drama policial prohibido en New York; entre otros. El riguroso Mario Soffici, autor de Prisioneros de la tierra (según encuestas, el mejor filme del cine argentino) y otros dramas sociales y también algunas comedias; el poeta suburbano Leopoldo Torres Ríos autor de La vuelta al nido, Pelota de trapo y Aquello que amamos; el retórico pero efectivo Luis César Amadori realizador de Dios se lo pague y Almafuerte; y, el creador de comedias burguesas, Francisco Mugica en Así es la vida y Los martes, orquídeas. También los más refinados Daniel Tynaire, Luis Saslavsky, de Savalía y Borcosque.
Pronto se sumaron Carlos Hugo Christensen con sus dramas y comedias de carga erótica como Safo y El ángel desnudo, los directores de comedias Bayón Herrera y Schlieper, y el director de cine épico Lucas Demare con: La guerra gaucha y Su mejor alumno.
Tres hechos clave de los años '40 fueron la formación de la cooperativa Artistas Argentinos Asociados, con buena parte de la "intelligentzia" de la época; en segundo lugar, la crisis por falta de película virgen (consecuencia de la neutralidad argentina durante la segunda guerra mundial) y, desde 1944, la creciente intervención del Estado.
Se destaca sin embargo la calidad del cantante, actor y realizador Hugo del Carril en Las aguas bajan turbias, La Quintrala y Más allá del olvido. En 1957 se crearon la Ley de Cine y el Instituto Nacional de Cinematografía (INC), que desde entonces decide créditos, difusiones... o trabas burocráticas, según la época.
Con su respaldo inicial se afirmaron el polemista Leopoldo Torre Nilsson, que pronto alcanzó fama internacional autor de La casa del ángel y La mano en la trampa; la dupla Fernando Ayala - Héctor Olivera (El jefe, El candidato), creadores de el sello Aries y; tras ellos, los miembros de la llamada generación del '60, ajenos al sistema de estudio, ya demasiado caro y anquilosado.
En esa época se destacaron Simon Feldman con El negoción , Martínez Suárez con Dar la cara, René Mugica con Hombre de la esquina rosada sobre un cuento de Borges, Lautaro Murúa con Shunco y Manuel Antin con La cifra impar, sobre un cuento de Cortázar. Paralelamente, Fernando Birri impulsaba su escuela de cine documental, con dos trabajos memorable: Tiré dié y Los inundados, donde la denuncia realista y el humorismo provinciano hacían una buena combinación.
Entre 1973 y 1975,con un gobierno democrático y una economía medianamente estable, el cine argentino alcanzó grandes éxitos de crítica y boletería, como el drama campero Juan Moreira (Favio), La Patagonia rebelde una historia de represión (Olivera), La tregua, un romance de oficina candidateado al Oscar (Sergio Renán) y La Raulito (Murúa).Pero la censura y un nuevo gobierno militar, acabaron con esa primavera. El desquite vendría después, con Tiempo de revancha de Adolfo Aristarain, la comedia satírica Plata dulce de Ayala, y el documental La república perdida de Miguel Pérez. En 1984 un gobierno radical acabó con la censura y un cineasta de los '60, Manuel Antin, puesto al frente del INC, propició el surgimiento de una nueva generación, que pasó a llamarse del Cine Argentino en Libertad y Democracia.
Así surgieron Camila de María Luisa Bemberg, (otro candidato al Oscar), La historia oficial de Luis Puenzo, ganador, finalmente, del Oscar, Hombre mirando al sudeste de Eliseo Subiela, Tangos.El Exilio de Gardel de Solanas, La deuda interna de Miguel Pereira y muchos otros filmes, la mayoría de realizadores jóvenes o postergados que ganaron gran cantidad de premios internacionales, y colocaron sus películas en casi todo el mundo.
Sin embargo, la crisis económica argentina de 1989, con su hiperinflación, terminó también con los nuevos sueños. Convertidos definitivamente en directores-productores dependientes del subsidio oficial o de la coproducción extranjera, los cineastas argentinos se esperanzan hoy en la nueva ley, aprobada en 1995, que obliga al video y la televisión a aportar dinero para financiar películas argentinas. Quizás de este modo, la Evita de Alan Parker termine financiando un buen filme argentino sobre Eva Perón. Por lo pronto, continúan surgiendo jóvenes realizadores, de mucha creatividad y bajos presupuestos, como Ciro Capellari que en estos días está filmando con la actriz española Angela Molina en la Patagonia, Alejandro Agresti o Jorge Rocca.
Ruiz Diaz, Ivan
No hay comentarios:
Publicar un comentario